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El laberinto de los Kokorev

Igor Kokorev relata cómo ha sido su vida desde que se le relacionó con la

trama de blanqueo de capitales provenientes del régimen de Teodoro Obiang

Igor Kokorev en Las Palmas de Gran Canaria.

Después de 12 años de instrucción, el ‘caso Kokorev’ está listo para juicio por el presunto blanqueo de más de cien millones de euros. Igor Kokorev explica cómo ha sido su vida desde que señalaron a su padre, Vladimir Kokorev, como testaferro en España del dictador ecuatoguineano, Teodoro Obiang. Su carrera como abogado se truncó, pasó por una cárcel panameña y celebró el nacimiento de su primera hija en Juan Grande.

La vida de Igor Kokorev se rompió en 2009. Entonces era un joven abogado cuya carrera profesional empezaba a despuntar en un importante despacho de Madrid. «Uno de los socios me llevó a una sala donde me enseñó un periódico en cuya portada se podía leer «La policía conoce quiénes son los testaferros de Teodoro Obiang en España», mi nombre aparecía al final del artículo y mi firma estaba en uno de los documentos que se publicaban», recuerda Kokorev. Ahí se derrumbó su futuro y el de su familia. Desde ese momento ha vivido una historia que da para el guion de una serie con varias temporadas. Acoso mediático, deslealtades, órdenes de detención internacional, extorsión de bandas en una cárcel panameña, 12 años de instrucción judicial, una investigación en el Senado de Estados Unidos, más de dos años en prisión preventiva, acusaciones de blanqueo de dinero proveniente del tráfico de armas y de soborno a altos cargos de Guinea Ecuatorial.

Tras hablar con sus padres, según relata Igor Kokorev, descubre que él rubricó ese documento cuando apenas contaba con 15 años. «Coincidió que a mi padre le había dado un infarto y a mi madre la acababan de operar, así que me incluyeron en la cuenta por si pasaba algo», explica. La prensa publicaba cada semana nuevos datos sobre el caso y sacaba a la luz informes incluidos en la investigación. «Era una campaña propagandística contra Guinea Ecuatorial, que pilló a mis padres y a mí en medio», señala.

La familia hispano-rusa ya no contaba con ningún vínculo empresarial, laboral o personal en España con lo que, empujados por la presión mediática, deciden cambiar de residencia y en 2012 se trasladan a Panamá. «Nosotros no huimos de la justicia en ningún momento, porque antes de marcharnos solicitamos un certificado de antecedentes policiales en la comisaría y cuando llegamos a Panamá informamos al Consulado de España y a la Agencia Tributaria», destaca. Allí mantuvieron una estrecha relación personal con el abogado panameño, Ismael Gerli, pero la amistad terminó en traición. «Estaba en Corea del Sur con mi pareja, haciendo planes de boda, cuando recibí un mensaje de Gerli en el que me informaba de que había metido a un inquilino en mi casa y que ahora el piso era suyo», rememora. A su regreso a Panamá para tratar de recuperar su vivienda, Igor Kokorev fue detenido en el aeropuerto por la Interpol, por un delito de blanqueo de capitales procedente del Riggs Bank. La investigación de la trama se inició en España a raíz de una investigación del Senado de Estados Unidos, de transferencias por valor de 26,4 millones de dólares desde la llamada «cuenta del petróleo» que el Tesoro Público de Guinea tenía en una sucursal del Riggs Bank en Nueva York a una cuenta que la empresa Kalunga, de Vladimir Kokorev, tenía en el Banco Santander, en Las Palmas de Gran Canaria.

Los tres miembros de la familia pasaron a los calabozos de la policía en la localidad panameña de Ancón. «Nos desnudaron delante de todos, estábamos hacinados y tuvimos que pagar a las bandas para poder dormir tumbados, porque solo se podía estar sentado o de pie, y el baño era una garrafa partida por la mitad», explica Kokorev. Les pusieron una fianza de 100.000 euros a cada uno. Un monto que esperaban pagar con sus viviendas, pero descubrieron que Gerli las había puesto a su nombre, con lo que solo su madre pudo salir gracias a que una amiga abonó su depósito. «Una madrugada nos trasladaron a la prisión de La Joya, que está en medio de la jungla y está completamente controlada por las bandas», recuerda y lamenta que su padre enfermera en la cárcel, hasta el punto de necesitar hospitalización.

«Elegimos el nombre de mi hija chateando a través del móvil de un preso panameño», recuerda Kokorev

En ese momento, la prometida de Kokorev estaba embarazada de tres meses. «Elegimos el nombre de mi hija chateando a través del móvil de un preso panameño, que me prestaba el dispositivo porque yo lo invitaba a café», rememora. Pasó tres semanas encarcelado en Panamá y después fue extraditado. Pasó primero por Soto del Real, en Madrid, después por el Salto del Negro y, por último, fue trasladado a Juan Grande, donde también estaban sus padres. Al ingresar en prisión desconocía los delitos que se le imputaban porque el caso estaba bajo secreto de sumario, una situación que se prolongó durante más de un año. En febrero de 2017 se levantó el secreto y, por fin, los Kokorev pudieron ver el sumario, que constaba de 84 tomos. «Se utilizó el secreto de sumario para ocultar que estaban mintiendo sobre las circunstancias que les permitían meterme en prisión», señala. Al examinar el expediente, descubrieron la colaboración de Gerli con la policía española, quien declaró en contra de la familia y aportó documentación que supuestamente les incriminaba en la trama.

El investigado asegura que confía en la justicia y está convencido de que todo parte de un error judicial

Kokorev celebró el nacimiento de su primera hija y lamentó el fallecimiento de su abuelo en prisión. «El que era mi abogado habló con el fiscal y le aseguró que si testificaba en contra de mi padre, yo podría salir libre», sostiene Kokorev, quien en octubre de 2017, tras dos años en prisión sin ser juzgado, salió en libertad sin fianza.

A pesar de llevar más de una década en un laberinto legal, Igor Kokorev confía en la justicia y se muestra convencido de que todo se trata de un error judicial. Para él, el problema de estos casos es que nadie quiere admitir que lo hizo mal. «Cuando partes de la presunción de culpabilidad y hay algo que niega tu tesis, lo reintegras dentro de una tesis más compleja. Tienen el convencimiento de que somos criminales y si no hemos hecho esto, habremos hecho otra cosa», afirma.

La trama Kokorev vuelve a ser actualidad porque, tras 12 años, el Juzgado de Instrucción número 5 de Las Palmas de Gran Canaria ha finalizado las diligencias por un presunto delito de blanqueo. La jueza Ana Isabel de Vega ha emplazado a las partes a que indiquen si recomiendan la apertura de juicio oral o el archivo del procedimiento. El plazo para formular los escritos de acusación y la petición de condenas finaliza la próxima semana.

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