La corriente canaria trae a los cayucos casi en volandas

La ausencia de los alisios entre septiembre y noviembre aplana el oleaje y favorece la travesía de las barquillas hasta las Islas

Trasladan en buque a Tenerife a 313 migrantes que habían llegado en cayucos a El Hierro

Trasladan en buque a Tenerife a 313 migrantes que habían llegado en cayucos a El Hierro / Gelmert Finol

Isabel Durán

Isabel Durán

Cuando el alisio se apacigua y el mar está como un plato, los equipos de Salvamento Marítimo y los voluntarios de Cruz Roja saben que es tiempo de cayucos. Entre septiembre y noviembre las condiciones meteorológicas que rodean a Canarias son las idóneas para iniciar una travesía por alta mar sin encontrar resistencia. A la ausencia de los vientos alisios se suma que la corriente marina canaria propulsa ligeramente a las embarcaciones que navegan con rumbo al norte. Esta combinación de factores naturales invita a muchos migrantes a emprender en estas fechas el viaje desde la costa africana, con el objetivo de llegar a Europa a través del Archipiélago. Muestra de ello es que en los primeros once días de septiembre han arribado a las Islas 31 embarcaciones precarias, con 2.272 personas a bordo. La última fue rescatada ayer por Salvamento Marítimo, a 26 kilómetros de Punta de Rasca, en Tenerife, y sus 87 ocupantes fueron trasladados al muelle de Los Cristianos.

Los vientos alisios soplan siempre en la misma dirección, desde los trópicos hacia el ecuador y su intensidad –unos 20 kilómetros a la hora– es muy estable durante todo el año. Si bien soplan con mayor intensidad entre mayo y agosto y su fuerza disminuye entre septiembre y noviembre, ocasionando lo que se conoce como mar en calma. A partir de septiembre, el alisio prácticamente desaparece y el mar, que responde a este viento, se aplana y no hay oleaje, explica el catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) en el Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG), Alonso Hernández, quien apunta que este escenario facilita la travesía de los cayucos que zarpan desde enclaves costeros ubicados más al sur del Archipiélago.

En lo que va de mes han arribado al Archipiélago 2.272 personas a bordo de 31 embarcaciones

Entre Lanzarote y La Palma, la corriente canaria va hacia el sur, pero entre las islas y el continente africano fluye hacia el norte, con lo que esa recirculación ayuda a traer casi en volandas a las barquillas hasta Canarias. Este fenómeno, apunta Hernández, se da entre septiembre y noviembre, pero a partir de octubre comienzan a llegar las borrascas y empieza el mal tiempo, con lo que este mes es el más propicio para realizar una travesía sin elementos que dificulten la navegación.

Patrón natural

Hernández señala que la corriente canaria ayuda especialmente a las embarcaciones que parten desde Mauritania, pues las que parten desde Senegal o Gambia arriban a las islas más occidentales –mayoritariamente a El Hierro y Tenerife– después de atravesar el flujo que se dirige hacia el sur cogiendo «el borde exterior de la corriente». El catedrático de la ULPGC detalla que «la corriente es solo una ayuda para la embarcación, porque no es una corriente intensa que logre arrastrarla». En este sentido, apunta que si la barquilla se queda sin motor en altamar «lo va a pasar mal», aunque esté favorecida por los factores climatológicos típicos de esta época del año y que no restan peligrosidad a la ruta canaria.

La corriente canaria es capaz de transportar a nivel de la superficie hasta 4,8 millones de metros cúbicos de agua por segundo en sentido norte y 3,8 en sentido sur, un empuje que impulsa a las pateras para llegar hasta las Islas. El resto del año el flujo de las corrientes en las aguas cercanas al Archipiélago es en sentido suroeste, por lo que las embarcaciones precarias navegan a contracorriente y, en algunas ocasiones, cuando se quedan sin motor, terminan llegando al Caribe después de meses desaparecidas en el Atlántico.

Las pateras y neumáticas que zarpan desde la costa de Marruecos o del Sáhara Occidental dependen principalmente de la potencia de sus motores para lograr recorrer los 80 kilómetros de océano Atlántico que les separa de Canarias. En este caso las corrientes marinas no facilitan su travesía y las barquillas son ligeramente empujadas hacia el norte. Eso sí, la ausencia de viento que calma el oleaje resta algo de dificultad al trayecto.

Rescatan a los 87 ocupantes de una barquilla precaria a 26 kilómetros del sur de Tenerife

Hernández subraya que este es un patrón natural que se repite cada año, aunque dentro de los días de calma siempre se pueden registrar episodios puntales de viento que favorezcan el oleaje en altamar. Esta pauta meteorológica ha hecho que históricamente siempre se haya avivado el flujo de llegadas a las Islas de personas procedentes del continente africano después del verano. A lo largo de 2020 arribaron al Archipiélago 23.023 personas de manera irregular, de las que el 85% llegaron entre septiembre y octubre. Este pico de llegadas derivó en una emergencia humanitaria ante la falta de recursos para alojar a los migrantes. Las infraestructuras de recepción se desbordaron, dejando durante días a los migrantes hacinados, sin condiciones salubres y durmiendo a la intemperie en el muelle de Arguineguín.

Las autoridades canarias llevan semanas alertado de que la situación de inestabilidad política y social que atraviesa Senegal podría ocasionar una nueva avalancha de llegadas, pues ya se ha registrado un importante pico a lo largo del mes de agosto que se está intensificando en septiembre. Desde mayo se ha detectado el uso de cayucos para llegar a las Islas, unas embarcaciones que se emplean para la pesca tradicional en países como Senegal y Gambia. Se trata de embarcaciones más robustas que las pateras y que permiten trasladar a un mayor número de ocupantes. Estas barquillas, al zarpar desde enclaves ubicados más al sur del Archipiélago, atraviesan la corriente canaria y muchas terminan su travesía en El Hierro, que ya ha visto tensionado su escasa capacidad de acogida.

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