20-A

Canarias inflamada por su modelo turístico

La enfermedad de las Islas, provocada por el modelo turístico de masas, avanza y el Archipiélago ofrece síntomas evidentes de colapso

Manifestación 20A 'Canarias tiene un límite', en Madrid

LP/DLP - ED

Jaime Coello

Este 20 de abril miles de personas descontentas con el modelo turístico de masas que ha llevado al Archipiélago al colapso ambiental y social, marcharon o se concentraron en calles y plazas de las ocho Islas, Madrid, Barcelona, Málaga, Granada, Berlín, bajo el lema ‘Canarias tiene un límite’. Esta simple frase elegida por los colectivos convocantes, resume el mayor problema que padece el Archipiélago desde hace años. Una parte considerable de la sociedad canaria y de los diferentes partidos que han gobernado esta Comunidad Autónoma en los últimos años, han ignorado sus límites físicos, ambientales y sociales.

Uno de los mantras más utilizados por nuestros políticos, para obtener más fondos de Madrid o Bruselas, ha sido el carácter insular y ultraperiférico de este territorio.

Ya el escritor canario Francisco Guerra Navarro (Pancho Guerra) definía las Islas, en sus famosos Cuentos de Pepe Monagas, como siete cagadas de mosca en medio del mar. Su definición tan gráfica, explica perfectamente la realidad de un territorio que no llega a los 7.500 kilómetros cuadrados.

El origen del mal

En la década de los 90, el naturalista del Puerto de la Cruz Telesforo Bravo Expósito, Premio Canarias de Investigación, Premio César Manrique e Hijo Predilecto de Tenerife, afirmaba que por debajo de los 1.000 metros, «esta Isla es un desastre» y auguraba un pésimo futuro a su medio natural, por debajo de esa altura.

En una entrevista publicada en la Revista de Medio Ambiente de Canarias, en el año 2000, realizada poco antes de su fallecimiento, Bravo ya hablaba de que la masificación de las zonas urbanas y rurales está acabando con la flora y fauna del Archipiélago y calificaba como «terrible» la situación de las laderas de medianías y zonas costeras.

En el 2004, el doctor y profesor titular de Geografía de la Universidad de La Laguna, Fernando Sabaté Bel, escribió un artículo titulado La isla-continente que quisieron convertir en continente-isla, que debería ser de lectura obligada en cada administración pública de Canarias y también en su Parlamento. Refiriéndose a Tenerife, Sabaté, sitúa el origen del problema que padecíamos cuando redactó este trabajo y que no ha hecho más que agravarse desde entonces; a finales de la década de los sesenta del siglo XX, un período denominado «desarrollismo», donde se planificó la Isla que padecemos ahora.

Ese desarrollo desmedido es fruto de la concepción por parte de una gran parte de la población tinerfeña y por tanto de los gestores de lo público que nos representan, de que vivimos en un continente. En un continente, no existe sentido del límite, todo es posible, todo cabe. A pesar de que predican insularidad y ultraperificidad cuando conviene, esta premisa preside la acción de gobierno de la mayoría de los encargados de gestionar lo público en Canarias, pero también de los agentes económicos que protagonizan el mayor volumen de negocio del Archipiélago. A medida que esta isla-continente se ha ido llenando hasta la saturación, el sueño continental en el que estaba sumida una parte de sus habitantes, ha terminado y han comenzado a despertar.

Terminaba Sabaté su trabajo, con esta frase que parece escrita ayer: «Por fortuna, cada vez más personas también se organizan activamente para defender su derecho a mantener, y aún a recuperar, otro modelo de Isla que, aunque no hubiera sido nunca un paraíso, tienda a ser, al menos, un lugar donde se pueda vivir con dignidad».

Síndrome del continente-isla

Efectivamente, una parte de la población canaria, representada por la comunidad científica y grupos ecologistas y conservacionistas, se mantuvieron en vigilia y nunca cayeron víctimas del ‘síndrome del continente-isla’ y fueron capaces de organizar manifestaciones tan multitudinarias como la celebrada contra el tendido eléctrico de Vilaflor (año 2002, 150.000 personas) y las organizadas en protesta contra el Puerto de Granadilla (una de ellas en el 2009, entre 15 y 50.000 personas, según fuentes oficiales o de las organizaciones convocantes).

La respuesta de las administraciones públicas que promovían esos proyectos fue, en el primer caso, hacerle ver la gente que se manifestó de que podían haber conseguido no tocar el monte, pero tendrían que tragarse gigantescas torres de alta tensión rojas y blancas, que a día de hoy siguen agrediendo el paisaje. En el segundo, a pesar del multitudinario rechazo expresado en las calles, se hicieron oídos sordos y se construyó y se sigue construyendo el faraónico e inútil por vacío, puerto de Granadilla, con un presupuesto de más de 400 millones de euros, sin que nadie le haya pedido explicaciones a sus promotores por ese gigantesco despilfarro de dinero público.

Ha pasado el tiempo, pero la enfermedad de estas Islas avanza y el Archipiélago ofrece síntomas evidentes de colapso.

Canarias es hoy un cuerpo inflamado, enfermo. Sus dolencias se llaman exceso de turismo y superpoblación. Recibimos 16 millones de turistas al año y la población de Canarias es de 2,2 millones de habitantes. Se crece en algunas islas a razón de 10.000 habitantes al año, atraídos por las rentas del turismo de masas.

Síntomas de enfermedad

Sus síntomas, diagnosticados por numerosos estudios científicos -de universidades canarias, nacionales y extranjeras y los institutos nacionales y canarios de estadística (INE e Istac)-, se aprecian en: lo ambiental, con más cuatro kilómetros de territorio costero ocupado y por tanto destruido cada año en las Islas por la edificación; los 100 millones de litros de aguas negras que se vierten al mar cada día al mar y los incontables que se vierten al subsuelo contaminando los acuíferos; en las seis veces más de agua que gasta un turista frente a un local (entre 300 y 900 litros según zonas frente a los 180 del consumo de un residente permanente); en el 90% de la biomasa de peces que hemos perdido en los últimos 50 años o en que tenemos la ratio mas baja de agentes medioambientales de todo el Estado, solo por debajo de Baleares y Madrid, (131, lo que hace que tengamos solo 5,86 por cada 100.000 habitantes).

En lo social hay otros síntomas, igualmente diagnosticados por estudios científicos e instituciones oficiales dedicadas a la estadística pertenecientes al Gobierno de España y de Canarias. Somos la segunda comunidad autónoma española con mayor número de personas pobres y en riesgo de exclusión social (solo por detrás de Andalucía), los salarios medios son los más bajos del Estado, el 70% de las kellys se automedica para soportar la carga de trabajo, a la población de las Islas le cuesta más que nunca acceder a la compra o alquiler de una vivienda, el deplorable estado de la sanidad o el doliente de la educación.

Tratamiento

La respuesta ante esta enfermedad es que el presidente del Gobierno de Canarias, encargado de curar al enfermo, dice que está haciendo todo lo posible pero su tratamiento consiste en un decreto de vivienda vacacional que según diez profesores de Geografía de universidades de todo el Estado, agrava aún más la enfermedad; un decreto sobre emergencia habitacional que va a propiciar la formación de guetos y la ocupación de más territorio, lo que puede llevar al ‘enfermo’, más cerca que nunca de la muerte; la subida del IGIC para que el contribuyente canario que también es turista en su tierra pague junto con los visitantes y una conferencia de presidentes que no sabemos para qué sirve.

Se niega a aplicar, frente al consejo de los expertos, tratamientos más efectivos y ya probados aquí y en otros territorios como la moratoria turística, la tasa turística, la limitación de compras de viviendas por extranjeros (que actualmente representan el increíble número del 30% de las totales) y la negociación de un estatuto específico para Canarias que regule y limite el establecimiento de nuevas personas llegadas de la Unión Europea.

Clavijo comparte la consulta con el presidente de la patronal hotelera, que afirma que el sector que representa no tiene la culpa de nada, que la enfermedad solo es la superpoblación, que niega que sea causada por el turismo de masas y que se cura con más infraestructuras, dejando que ellos construyan viviendas para sus trabajadores para que estos se las alquilen.

Queremos ofrecerles a ambos doctores una receta infalible que sin duda salvará al paciente, las siguientes palabras de Telesforo Bravo:

«Es necesario defender el interés general de la población que actualmente habita en las Islas y de las generaciones que vendrán, porque el turismo y el resto de las actividades económicas son medios para conseguir el desarrollo socioeconómico de la población del Archipiélago y no un fin en sí mismas, perspectiva esta, que creo, a veces se olvida».