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Baloncesto H. Gran Canaria-Barcelona Lassa (semifinal, contracrónica y análisis)

Cinco minutos de éxtasis amarillo

El Gran Canaria Arena sueña con la final tras la gran oleada del Herbalife antes del descanso

El Sí se puede tronaba con más fe que nunca en el Gran Canaria Arena. Instantes donde equipo y afición se hermanaban de pleno. El infierno amarillo quemaba más que nunca al rival. En esos momentos, por primera vez en la semifinal, el Barcelona se ponía en modo apisonadora. Entonces desde la fe retoñó el sueño de alcanzar la gran final de esta tarde. Sólo cinco minutos de éxtasis, pero qué cinco minutos de esperanza.

Mediado el segundo cuarto, un estratosférico Barça campaba casi a sus anchas por el parqué ante un conjunto grancanario errático y lleno de dudas. Adrien Moerman lograba la máxima ventaja para el cuadro catalán hasta ese momento del duelo, diez puntos (26-36).

Entonces de la nada resurgió el carácter, la garra y la fuerza de un Herbalife que a esas alturas parecía besar la lona cual boxeador vapuleado. Marcus Eriksson, que poco antes había conectado con un triple el primer golpe al mentón blaugrana con su primer triple, enchufó a los suyos y a la hinchada con lo que más le gusta hacer, aniquilar rivales afinando su puntería desde más allá de la línea de 6,75.

El sueco, celestial, apuntillaba una y otra vez el aro rival. El primer disparo certero del pistolero amarillo hizo diana para el 29-36; el segundo, para el 35-37; y el tercero, para el 39-37. Remataba la faena con una de dos de regalo para el 41-37. El escolta del Granca únicamente cedía el protagonismo a su compañero Pablo Aguilar, con un tiro libre. Parcial de 15-1 para el delirio.

Parecía que Marcus Eriksson se estaba cobrando las deudas pendientes que tenía con el FC Barcelona, el club que acogía con los brazos abiertos al mirlo blanco que llegaba a Manresa siendo un pipiolo y que apuntaba maneras para competir al máximo nivel.

Temporadas después, esa confianza se fue diluyendo y, con lesiones graves de por medio, terminaba con su despedida de Can Barça rumbo a Gran Canaria en verano.

En ese momento de éxtasis que vivía el Granca, otro exazulgrana que salió por la puerta de atrás tuvo mucho que ver. Fue en otra faceta no tan relumbrante pero igual o más importante. El espíritu batallador de Xavi Rabaseda contagió al resto y, desde la defensa, el conjunto grancanario espoleó a una afición preocupada por los acontecimientos anteriores.

También parecía reivindicarse el alero de Ripoll, quien desde infantiles se enfundó la azulgrana pero nunca consiguió asentarse en un primer equipo siempre plagado de estrellas y de exigencia máxima. También tuvo que emprender otro camino para triunfar y alcanzar incluso el rango de internacional absoluto con España.

Y otro catalán, Albert Oliver, coronaba la remontada amarilla con dos tiros libres que mandaban el duelo al descanso con dos de ventaja para las huestes de Luis Casimiro ante un encendido Gran Canaria Arena. Esa reacción del equipo espoleó a una afición amarilla que soñaba con que esa parte de la película no hubiese supuesto el The End, o que tras el intermedio el Granca protagonizara un remake.

Desgraciadamente, esas ilusiones comenzaron a desvanecerse justo con el regreso de ambos conjuntos al parqué del coliseo de Siete Palmas. El cuadro grancanario, se vio doblegado por el potencial y el hambre de victoria de un FC Barcelona renacido con la llegada de Svetislav Pesic.

El viejo lobo de los banquillos, que llevó el Barça a tocar el cielo con la consecución de su primera Euroliga en 2003 en el mismísimo Palau Sant Jordi, ha sido llamado a filas para rescatar con su mano dura a una plantilla plagada de estrellas que con Sito Alonso, su antecesor en el cargo, naufragaba.

Cada golpe del martillo pilón que fue ayer el Barça impactaba con gran fuerza en un sentimiento que se plegaba ante la superioridad de un gran adversario. La marea amarilla que inundaba de ilusión el Gran Canaria Arena al intermedio de la semifinal iba perdiendo impacto.

Volvía a resurgir la afición del Granca cuando tocaba despedir con honores a sus jugadores por el esfuerzo realizado y por darlo todo en la pista, aunque las cosas no salieran como todos, profesionales e hinchas, hubiesen deseado. Magua por no conseguir llegar a pelear por un título que engrandeciera aún más el escudo. Pero eso sí, reconociendo la superioridad de un Barça que sólo en esos cinco minutos permitió soñar.

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