Se acabó. La devoción de la Euroliga no va a disfrutarse más en el Arena. ¡Despierte!. El Herbalife le ha regalado quince partidazos en Siete Palmas, de los cuales ha dejado un abanico de sentimientos. Alegrías y penas por igual. De las ocho victorias que acumula el Granca en la Euroliga, seis se las ha brindado en la Isla. Y la de ayer fue la guinda del pastel en el Gran Canaria Arena. Una exhibición artística de principio a fin con la que el equipo de Pedro Martínez -bendita llegada- bailó a su antojo al Olympiacos y le vapuleó por un abultado 90-67.

El Granca antes de recibir al tres veces campeón de la Euroliga no quiso comportarse como un anfitrión vulgar. Abrió el armario, rebuscó entre sus mejores galas y se puso el mejor de sus vestidos. No podía faltar al último gran baile sin estar a la altura que merece la máxima competición continental.

El glamour en el Arena se esfumaba minuto a minuto y el Herbalife quería disfrutar cada aliento en la pista para brindarle a su afición (los cinco mil de siempre) su última alegría europea.

Marcó los pasos, cogió al Olympiacos por la cintura y le llevó por el parqué de Siete Palmas con unos movimientos que le permiteron anotar nueve puntos seguidos con los que abrir el encuentro. Sorpresivo cuanto menos. David Blatt iba a entonces actuar como el padre que interrumpe el baile de fin de curso para que la emoción entre la pareja no fuera a más.

Con el tiempo muerto reaccionó el conjunto de El Pireo. Aprovechó el éxtasis en el que se encontra el Granca para tomar la iniciativa en la danza. Cogió la mano de los insulares, la apartó de su cintura y cambió el ritmo para llevar un parcial 2-10 al marcador y respirarle a los claretianos en la oreja.

No se iban a amedrentar los de Pedro Martínez por la actitud griega. Quien mejor para marcar los pasos que Jacob Wiley. El americano con su zancada prodigiosa se orienta al aro rival cada vez que quiere. Así se lo hizo saber a los rojos y con un eurostep de manual volvía a abrir brecha hasta el 19-12 en el luminoso.

Sirtaki amarillo

n pequeño traspiés en el Sirtaki (baile popular griego) particular del Granca con el Olympiacos permitió a los helenos anotar cuatro puntos más a su buchaca y llegar al final del cuarto 19-6.

El Herbalife se asustó tanto con ese desequilibrio que prefirió cambiar a un estilo más conservador en su danza. Juntó pechito con pechito con el Olympiacos para atosigarle en defensa y dejar claro quien llevaría las riendas en el bailoteo.

Mientras, el Olympiacos no tenía claro cómo seducir al aro claretiano. Si le lanzaba un beso desde el triple, la canasta le hacía la cobra... tantas como que de siete intentos griegos desde el 6,75 en quince minutos de juego no le había entrado ningún tiro.

Ante tal insistencia, el Herbalife se iba gustando en su movimiento de caderas. A un lado, al otro, el balón circulaba con fluidez ya fuera con Oliver, Radicevic o Hannah al mando. Poco a poco iba encontrándose en su salsa hasta llegar a los 12 puntos de diferencia (33-21).

Echaba en falta David Blatt a Spanoulis en pista. Sin su mejor bailarín, el Olympiacos no fluía. Dos asistencias en veinte minutos de juego sacaban a relucir la falta de brillo en los trapos que eligió Blatt para congeniar con el Herbalife. Excesiva dependencia del Dios del Olimpo.

Sin esa clarividencia helena, aprovechaba el Herbalife para elevar el 38-24 al marcador con tres tiros libres de DJ Strawberry.

Pero al igual que ocurriese en el primer cuarto, volvió a tropezar en el cierre del periodo los de Martínez y recibieron un mini parcial 2-6 en apenas un minuto con el que llegar 40-30 en el marcador al descanso.

Cuarto de ensueño

Debió repasar su coreografía el Herbalife en el vestuario, pues al igual que al comienzo del encuentro le dijo al Olympiacos: Has venido a mi salón a bailar, disfruta". Pero transmitido en sueco. Eriksson se encargó de deslizarse sobre la pista entre los bloqueos que le ponían sus compañeros y perforaba el aro griego tres veces seguidas desde la línea exterior.

49-30 en el marcador y la grada insular empezaba a sentirse a gusto con el ballet que le estaba ofreciendo su equipo. Las palmas empezaron a vibrar entre los cimientos del pabellón y se comenzaba a creer en la última victoria prestigiosa de la temporada más rutilante de este club.

El destello en las zapas de Eriksson chisporroteó de tal manera que el escandinavo metió catorce puntos en el tercer cuarto hasta que Martínez le sentó en el banquillo al son de MVP, MVP.

El guateque que se vivía no ha tenido parangón alguno esta campaña y muchos se estarían preguntando a estas alturas del encuentro qué habría pasado si Pedro Martínez hubiese comenzado la temporada.

Al cierre del tercer periodo y en pleno pegaíto, con una defensa que no ha desplegado el Granca en toda el, dejaba a los helenos en 46 puntos en treinta minutos por 69 en el saco insular después de un tercer cuarto de ensueño en el que el parcial se cerraba 29-16 a favor del Granca. +23 de diferencia, máxima hasta el momento.

Ya en el último cuarto se optó por un bailoteo más pausado. Las piernas, cansadas de tanto trajín, comenzaron a moverse lentamente y con el deseo de consumir el tiempo. Después de cinco minutos de pleno romanticismo, casi entregados al destino, solo se habían anotado tres canastas entre los dos equipos.

Quisieron prolongar un poco más la fiesta entre Marcus Eriksson (que se fue hasta los 24 puntos) y Simas Vene (que sumó 14 tantos) y a base de triples desde el norte europeo con los que congelar la sangre helena.

Oriol Paulí, que se mueve como pez en el agua cuando el ambiente está en plena ebullición, robó un balón en media pista en los últimos instantes de partido y con una canasta a aro pasado jaleó a la grada para instalar el jolgorio máximo entre la afición insular. El baile se consumaba.

Posteriormente, Clevin Hannah pidió turno en el baile griego. Eso sí, con cinco puntos consecutivos, triple incluido desde casi ocho metros, elevó la máxima diferencia hasta los 29 puntos (90-61) y volvía a escucharse muchos partidos después -la primera de la temporada- el Pío, Pío entre la Marea Amarilla.

La fiesta fue tal que hasta en el palco claretiano, la máxima autoridad del club, se marcaba unas palmas con las que acompañar la fiesta insular.

Una victoria que supone un chute de adrenalina con el que afrontar el duelo importante de mañana ante el Andorra en una cancha en la que el Granca no conoce la victorita.s