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Pepe Moriana recoge su pasión por el baloncesto en un libro

Lo presentó en la iglesia de San Pedro, centro histórico del básquet

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Presentación del libro 'Mis tiempos muertos' de Pepe Moriana Andrés Cruz

«¿Qué están dejando atrás?» Esa fue la frase que soltó casi al inicio de su alegato Pepe Moriana Santisteban. La dejó en el aire, en una pregunta dirigida a todos los que andaban por la Iglesia de San Pedro de La Puntilla, no solo a los más veteranos como él. La dejó a modo de reflexión, no como un reproche, más bien era todo lo contrario. Aquello suponía una invitación a profundizar en las vivencias, experiencias, amores y desamores con la vida de cada uno. Una mano tendida a que lo vivido no caiga en el olvido, que quede plasmado de alguna forma. Y eso Pepe Moriana lo tiene.

Al menos todo lo relacionado con el baloncesto, uno de los pilares de su vida. Moriana, acompañado de gran parte de los ilustres que ayudaron a dar forma a la canasta en Gran Canaria, presentó su libro Mis tiempos muertos, epistolas a una pasión. Una recopilación de sus memorias hiladas con los orígenes del baloncesto en la Isla, municipio por municipio. Una obra de investigación personal a través de una correspondencia por páginas con el libro, pero también colectiva para rascar cómo y dónde se cimentó el básquet en la Isla. Y en parte una cosa lleva a la otra y viceversa

«Comía el otro día con Lisandro [Hernández] y Federico [Cabrera Valido] y me decían que para ellos fueron unos años mágicos cuando con diez años iban a jugar al minibasket en el Claret en un momento donde se revolucionaba el basket en España», explicaba Moriana, visiblemente emocionado desde el inicio del acto, que comenzó con el descubrimiento de una placa donde se reconoce al patio de la parroquia como el sitio que vio nacer al baloncesto como tal en la isla en 1944, con algunos de aquellos pioneros presentes como Gaspar y Joaquín, integrantes del primer equipo del San Pedro. Todo con la silueta de Paco el Cebolla incrustrada para siempre en esa placa como representante de aquel grupo de entusiastas deportistas de posguerra que vibraban bajo el aro.

«Escuché ayer hablar a alguien por la radio que pretendía comprar el CB Gran Canaria. Después de 15 minutos no sabía que decía. Quiero dejar constancia hoy y delante de ustedes que aquel equipo que salió del patio destartalado del Claret, un día pensamos que debíamos entregarlo a la Isla. En un manifiesto firmado por entes sociales, económicos, deportivos y hasta sindicales, entregamos el equipo al pueblo. Hoy es del pueblo, es del Cabildo, que somos nosotros. No se puede vender. Eso sería una estafa», apuntó Moriana para invocar el sentimiento de pertenencia que merece el club amarillo. Una idea ante nombres como los de los expresidentes Joaquín Costa o Lisandro Hernández, pero también delante del actual, Enrique Moreno, o el consejero de Deportes, Francisco Castellano. Fue el punto final de un día emotivo entre viejos conocidos, abrazos y ‘batallitas’ en torno a un balón naranja que, como el deporte, y como repitió Moriana «tiene que vertebrar a la sociedad». Amén.

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