La Provincia - Diario de Las Palmas

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Nuestro patrimonio

Nuestro patrimonio

Todos asistimos con angustia a través de las redes sociales e informativos a las imágenes del pavoroso incendio que se produjo en la catedral de Notre-Dame. La catedral de la Ciudad de la Luz ardía durante toda una noche ante la impotencia del mundo entero. ¿Quién no recordó en ese trágico momento su visita a la orilla del Sena? Fueron momentos de nostalgia en los que todos nos sentimos franceses por unos instantes.

Sentimos miedo, ante la posibilidad de ver en directo su total destrucción si el fuego hubiera continuado haciendo su trabajo. Un fuego que ha sido capaz de despertar el lado más sensible de todos por el cuidado de nuestro patrimonio. Este incendio ha despertado en muchos de nosotros la necesidad de defender y proteger de las amenazas del tiempo y del infortunio, edificios y espacios de otras épocas para perpetuarlos en el tiempo. Al ver semejante desastre para el patrimonio galo, recordé las imágenes de cuando el Palacio Episcopal de Tenerife, el antiguo Palacio de Salazar, ardía con más de 400 años de vida llevándose objetos de arte de extraordinario valor y gran parte del legado histórico del archipiélago, dejando en pie únicamente su imponente fachada de piedra. Un incendio que pudo haber destruido el casco antiguo de La Laguna.

Salvando las distancias entre ambos edificios (Notre-Dame y el Palacio Salazar), creo que todos estaremos de acuerdo en que ambos representan para cada uno de sus ciudadanos el mismo interés y símbolo de identidad, y sufren en la misma medida la pérdida de su patrimonio y de su historia. Ante este nuevo acontecimiento, conociendo la desidia cada día más acentuada de nuestra sociedad, potenciada en ocasiones por la mediocridad de muchos de nuestros dirigentes, no queda más que gritar que perder el pasado es perder el futuro.

Durante esos días en uno de mis comentarios en las redes sobre este accidente señalé la necesidad de que cada uno de nosotros debe ser defensor de nuestro patrimonio cercano, ya sea un barrio, pueblo o gran ciudad. Es importante defender y cuidar aquellos edificios y lugares singulares que nos han visto crecer. En nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tenemos un claro ejemplo de desidia ante el deterioro de nuestra Catedral por el paso del tiempo. Santa Ana es emblema de nuestra ciudad y nos recuerda quiénes fuimos y por qué lo fuimos. No todas las gestiones han sido negativas y también tenemos ejemplos "ejemplares", como pueden ser nuestra Villa Mariana de Teror o la Villa de Agüimes, que han sido parte de la historia económica y política de nuestra isla y de Canarias.

Aunque he señalado en más de un artículo la necesidad de la tasa turística para el cuidado de estos edificios emblemáticos y de espacios naturales para poder continuar mostrándolos a quienes nos visitan y a las futuras generaciones, quizá deberíamos dar un paso más allá firmando un pacto de gobierno entre todas las fuerzas políticas en Canarias para mantener nuestros símbolos de identidad. El turismo puede ser el motor de sostenibilidad para el cuidado de nuestros edificios más singulares y emblemáticos. Que sea la industria turística la que lidere el cuidado de nuestros más valiosos tesoros, tantos arquitectónicos como naturales.

Muchos de ustedes darán la fácil respuesta de que los templos son competencia de la iglesia, que para eso tiene dinero, pero deberíamos preguntarnos cuánto dinero generan en la economía de nuestras ciudades y pueblos estos edificios que son la atracción para que muchos de quienes nos visitan acudan a verlos y sus alrededores.

Este gran pacto para la defensa del patrimo-nio de nuestras islas debería ser también un gran pacto por la educación, nuestra forma de ser es también un patrimonio turístico que no debemos perder, y la defensa de todo patrimonio pasa por la educación de las nuevas gene- raciones.

Debemos ser muchísimos más cuidadosos con nuestras señas de identidad y sentirnos orgullosos de los lugares donde vivimos y también debemos exigir el cuidado inminente de nuestro legado para preservar nuestra historia frente a un futuro incierto. Y lo que es la fortuna, el incendio de la catedral de Notre-Dame fue causado por las obras de rehabilitación y mantenimiento, que se estaban llevando a cabo para que siguiera siendo un atractivo turístico y cultural.

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