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Ulrika, la música es lo esencial

Criada en la granja familiar al noroeste de Estocolmo, un puesto de organista en la iglesia sueca la trajo a Gran Canaria donde ha hecho escuela con sus coros

Ulrika Törnros, la organista de la iglesia sueca de Gran Canaria, junto al piano en su domicilio de la capital grancanaria. Quique Curbelo

Quiso ser misionera en Brasil, -casi como la Ingrid Bergman de El albergue de la sexta felicidad-, pero cambió el país de la bossa nova por Gran Canaria y el púlpito por la batuta. Pronto descubrió que lo suyo era, definitivamente, la música.

"La buena música es energía y la energía para mí es la esencia de la vida, llámalo Dios, llámalo como quieras".

Ulrika Törnros (Suecia, 1969) se crio en la granja familiar, a 150 kilómetros al noroeste de Estocolmo y a solo 80 de Uppsala, en un lugar donde se alcanzan los 18 grados bajo cero, pastan los caballos del abuelo, ella conduce el tractor y todos disfrutan de los "espectaculares" crepes de sangre de cerdo que su madre cocina en tiempo de matanza.

"Estoy agradecida por haber nacido en la granja, yo sé a lo que huele la hierba recién cortada, pero era un mundo demasiado pequeño para mí".

Hoy Ulrika enseña canto en Gran Canaria, donde dirige varios coros y coloca el cartel de "repleto" en sus conciertos, eventos singulares donde da rienda suelta a todo su poderío.

Altísima y rubia como buena sueca, políglota ("me encantan los idiomas"), reconoce cierto desbordamiento ("es típico en mí ser demasiado en todo"), tanto que tal vez podría haberle venido bien a este texto un título a lo Italo Calvino aunque en vez de demediada ella sería desmedida.

A Ulrika no solo hay que escucharla, también hay que verla dirigir y dejarse arrastrar por su energía. "La música en vivo es un lujo; estás en otra atmósfera", afirma. En otro momento será más directa: "Un buen concierto es un subidón".

Esta profesora entiende la voz como un instrumento que requiere entrenamiento, así que ir a sus clases es como acudir al gimnasio, sólo que aquí no hay abdominales que valgan y los esfuerzos se concentran en la laringe, aunque es verdad que cantar se canta "con todo el cuerpo".

Tiene su cuartel general en la iglesia anglicana de Ciudad Jardín, en Las Palmas de Gran Canaria, fantástica caja de resonancia para sus clases, a la que acuden alumnos y alumnas de entre cinco y 77 años.

En estos años gracias a ella unos 140 estudiantes han realizado los exámenes internacionales ABRSM, que vienen a ser como los títulos de inglés que expide Cambridge, pero en canto.

"Estoy convencida de que cualquier persona puede aprender a cantar. No todos podemos ser cantantes, pero si podemos hablar, podemos cantar"

El alumnado de Ulrika Törnros se organiza en coros. El juvenil lo componen chicos y chicas entre los cinco y los 14 años. "Es muy importante enseñar a afinar en la infancia, cuanto más pronto se haga, mejor". El coro My Ladies es femenino; The Monday Choir es el de los adultos que empiezan y está el coro mixto, de cámara.

Su historia de amor con la música comienza en la adolescencia en el órgano de la iglesia de su comunidad, en Suecia. Gracias a la profesora de música del colegio logra que le presten la enorme llave del templo -20 centímetros- y va cuando no hay nadie. En el verano de los 16 aprueba su primer examen como organista en la catedral de Uppsala; el bachillerato es musical en Västerås y ya estamos en 1985.

Con seis universidades especializadas en música, Suecia es un país lleno de oportunidades para una joven como Ulrika. Pronto comienza a ganar "algún dinerillo" tocando en misas y ceremonias de la Iglesia luterana mientras continúa con su formación.

Tras el bachillerato, dos años de especialización en una escuela politécnica al norte del país. "Profundizo en el órgano y un profesor me dice que tengo que estudiar dirección, porque cree que es algo innato en mí".

1990-94 son sus años en la Universidad Real de Estocolmo, donde se licencia en dirección coral y pedagogía del canto. Durante su segundo año de universidad, le ofrecen cubrir una vacante de profesora en una escuela politécnica en el archipiélago de Estocolmo. También trabaja en la iglesia Sofía de la capital sueca.

En 1996 llega a Gran Canaria como organista de la iglesia sueca. En tres meses aprende español; conoce al profesor José Antonio García, a Emilio Tabraue, director de la Schola Cantorum, colabora con Falcón Sanabria y Manolo Benítez. Homologa el título. El clima, la forma de vida ... Se enamora. Se queda.

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