- No es fácil adscribir Después de la lluvia a un estilo concreto. ¿Usted cómo lo definiría?

- El distribuidor me dijo lo mismo, que no sabía muy bien dónde colocarlo en las tiendas, porque tiene de todo. A veces suena a jazz, a veces a pop y a veces a rock. Yo no tengo ni idea. Para mí es música instrumental, aunque también hay una canción. Puedo nombrar a un grupo que me gustaba mucho en su época, Los Pekenikes, que hacían una música instrumental accesible. No era jazz, sino pop instrumental, con prestigio y calidad. Aunque no los haya tenido en mente al hacer este disco.

- ¿A quién ha tenido en mente entonces al grabarlo?

- Yo creo que a nadie, aunque sí tenía muy claro lo que quería hacer. Quería hacer un disco que les gustara a mis padres, aunque con mi música. Que cuando lo oyeran no salieran corriendo espantados. A ellos les gusta Antonio Machín. Así, dentro de la música que yo hago, he tratado de sacar lo más melódico. Además, me apetecía mucho hacer un disco que se apartara del clásico registro de jazz, un disco en el que no todo fueran improvisaciones. Mucha melodía y mucho arreglo.

- ¿Qué papel han jugado los músicos en este proyecto? ¿Han sido meros ejecutantes o han moldeado también el disco?

- Cuento un caso concreto, el de Andreas Prittwitz, bien conocido aquí por sus trabajos con José Antonio Ramos. Él llega al disco a través del productor, Antonio Cabrera, porque yo había hecho un par de temas en los que pensamos que podría aportar cosas. Yo le mando a Madrid las bases y la idea de lo que quiero. Él graba sus pistas, y cuando llega aquí, estaba todo tan bien tocado, que yo tengo que volver a grabar todas mis guitarras. Los músicos me han obligado a crecer y ponerme las pilas. Creer que había tocado bien y darme cuenta de que tenía que hacerlo mejor. Además, tantos músicos han aportado al proyecto su visión. Lo mismo puedo decir del trabajo de Antonio Cabrera como productor

- Uno de los temas, La tiende los novios, incorpora un timple. Su generación fue la que incorporó los sonidos del folclore canario a la música popular contemporánea. ¿Qué saldo extrae de ese proceso?

- Cuando conocí a José Antonio Ramos vi el potencial del timple. Compuse para él este tema hace muchos años, pero luego las cosas no salieron bien y dejamos eso en el olvido. Esos sonidos están ya totalmente incorporados. Ramos para mí era el mejor, el que tenía una visión más abierta del timple, el que más experimentó.

- Usted tocó, cuando era casi un adolescente, con uno de los pioneros del jazz en Canarias, Luis Vecchio. ¿Qué recuerda de la experiencia?

- Fue una experiencia acojonante. Yo era un estudiante y pude tocar con músicos de jazz muy buenos. Por otro lado, era una experiencia dura, porque la música de Vecchio era muy difícil de tocar. Él hacía free jazz, con unas improvisaciones muy largas. Fue muy positivo, porque mi generación fue la primera en tener otras posibilidades de aprender música en serio más allá del conservatorio.

- ¿Después de tantos cambios, qué futuro le ve al jazz?

- El jazz tiene una cosa que le pone un futuro bastante negro. Hoy hay que ponerse las pilas, hay que hacer algo pensando en el público. Los jazzistas creen que pueden llegar a una sala habiendo trabajado poco, se pegan media hora de solos y a la gente le va a gustar. La gente quiere escuchar música, no solos. Los solos fueron la novedad, pero en la época del be bop.