A los que somos de Puerto de la Cruz nos llaman, por extensión y con ánimo despectivo, ranilleros, de La Ranilla. Como si provenir de un barrio de pescadores fuera un insulto, vamos. Tampoco da buena fama ser de la localidad de Rabo de Peixe, en las Azores, zona que retrata el documental de los portugueses Joaquim Pinto y Nuno Leonel, también titulado 'Rabo de Peixe', que se estrenó en 2003 y del que ahora han presentado una nueva versión incluida en la sección oficial del festival.

A uno le puede apasionar el tema de la pesca artesanal más o menos, pero al margen de eso, 'Rabo de Peixe' es la historia de ese par de cineastas que viajaron a las Azores para pasar un fin de año y decidieron instalarse en aquel pueblo marinero sin planes demasiado definidos. Finalmente, pasaron en Rabo de Peixe varios meses y acabaron integrándose en la comunidad. Los pescadores aportaron a Pinto y Leonel el tema para un documental que acaba arrojando -y ahí radica su principal valor- una reflexión sobre el acto de filmar.

Me explico. Antes de salir a faenar, Pinto y Leonel ceden la cámara a uno de los pescadores durante unos minutos. Se trata de una muestra de confianza, de un pacto entre iguales: y el nuevo cineasta improvisado lo primero que hace es apuntar la cámara hacia el mar. El documental está dando a esos trabajadores una capacidad de verse representados a través de la imagen de la que carecían, teniendo en cuenta que se rodó en una época -el cambio de siglo- en la que los teléfonos móviles con cámara incorporada no eran todavía un objeto cotidiano. Cuando Pinto y Leonel enseñan a las esposas de los pescadores el material grabado -en una escena que queda en el ámbito de la intimidad y no se nos muestra, sino que narra una voz en off-, ellas pueden ver, quizá por primera vez, a sus maridos ganándose la vida. Y del mismo modo, las imágenes registradas durante un partido de fútbol, en un principio triviales, se convierten en el epitafio de un pescador fallecido poco después en alta mar.

Sus autores consideran 'Rabo de Peixe' un producto de cine artesanal, en contraste con las grandes producciones en las que, nos cuentan, trabajan a veces como técnicos de sonido. Tras haber pasado tantas horas embarcados (y de haberse puesto Nuno Leonel el traje de buceador en más de una ocasión para tomar imágenes submarinas), pueden considerarse ellos mismos un poco pescadores, al igual que le sucedió a Agnès Varda en 'Los espigadores y la espigadora', que llegó a sentirse identificada con los sujetos que había estado grabando en la campiña francesa. Por algo Joaquim Pinto declara en 'Rabo de Peixe' que el cine es un ejercicio de "descubrimiento y acercamiento". Cierto tipo de cine, al menos.