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La frialdad primigenia

El norteamericano Dan Sartain publica un trabajo de corte minimalista influido por el pop electrónico de los ochenta

Considerado como la quintaesencia del sonido y la idiosincracia norteamericana, y tras una versátil carrera con una decena de discos que van del rock al garaje, pasando por el rockabilly, Dan Sartain cambia de registros completamente y sorprende a propios y extraños con un disco electrónico con una tónica muy minimalista.

Sin embargo, y como no podía ser de otro modo, el estadounidense ofrece en este Century Plaza una obra versátil y repleta de aristas en el campo de los sintetizadores que abarca desde su faceta más sencilla y autocomplaciente, a los escarceos algo más experimentales y arriesgados. Así, en el primer caso habría que destacar canciones como la naíf Wipeout beat con su melodía sencilla y recurrente similar a la de los primeros Depeche Mode. Ese Black party que parece rescatado del Tainted love, de Soft Cell. O la fenomenal Sinking un the shallow end que es como volver a oír a Marc Almond en su pura esencia. La lista de títulos con un concepto pop no tan convincente surge en la quizás demasiado plana Do you hear my voice y la larga letanía de Cabriní green.

En el caso contrario habría que citar a la inicial Walk around the cobras que tiene todo el encanto de los mejores Suicide. Por otro lado, Cabrini green es una pieza minimalista al estilo de Gary Numan en la época de Tubeway Army. Y ese First bloods con su licencia guitarrera inclusive que le da un aire Prince no muy convincente.

Un disco, en definitivamente, con un aroma totalmente ochentero y retro, que rehusa de las vanguardias de las tres últimas décadas y de cualquier tipo de virtuosismo. Una obra que tiene como referencia desde las estructuras narrativas de Anne Clark hasta los primeros Ultravox de John Foxx y que gustará a los nostálgicos.

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