La hondura de los versos que Pedro Lezcano Montalvo (Madrid, 1920 - Las Palmas de Gran Canaria, 2002) estibó en "la maleta", como si fuese una trinchera, comenzó a fraguarse, a mediados del pasado siglo, en el vacío de las libertades robadas en la España de posguerra. Así se forjó una de las voces más sólidas del escenario lírico insular, que abrió una zanja en el asedio político y social del régimen franquista para esgrimir "una declaración poética a favor de la libertad". "Mis palabras son de todos, / si no, ¿para qué las quiero?", proclama uno de los versos de Lezcano.

La décima edición del Día de las Letras Canarias rinde homenaje este 21 de febrero, aniversario de la muerte de José de Viera y Clavijo, a la larga trayectoria del poeta, quien también fue impresor, dibujante, micólogo, ajedrecista e, incluso, presidente del Cabildo de Gran Canaria, en 1991, pero que, antes de embarcar sus maletas en la esfera política canaria hacia los años 80, puso en jaque al poder a golpe de verso.

El Gobierno de Canarias ya ha dado el pistoletazo de salida a la agenda de conmemoraciones dedicadas a Lezcano, distinguido con el Premio Canarias de Literatura en 1989, que tiene su acto oficial en la capital grancanaria mañana en la sede de Presidencia. Este homenaje tiene como guinda la edición de una nueva antología literaria de las obras completas de Pedro Lezcano al cuidado de Antonio Becerra, Doctor en Literatura y Teoría de la literatura y docente en la ULPGC, que se publicará en formato impreso y digital. "La idea de esta antología es aproximar al lector la producción poética de Pedro Lezcano, que va indudablemente más allá de La maleta", indica Becerra. "Creo que su obra ha quedado un poco soterrada bajo este poema que tanta gente conoce, porque llegó a ser una especie de himno de Canarias, pero que ha dejado de lado una producción mayúscula, porque tal vez Lezcano fue uno de los mejores poetas de su tiempo en Canarias, y en toda España". A esta antología literaria se une la publicación de la revista divulgativa Poesía Prometida, que se distribuirá en los centros educativos.

Nacido en Madrid en 1920, Lezcano se instaló en Gran Canaria a los nueve años, emprendió los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Laguna (ULL), y culminó la especialidad de Filosofía Pura en Madrid. En el Café Gijón, entre volutas de humo y otros grandes literatos de posguerra, como Eugenio de Nora, Dámaso Alonso, Rafael Morales o Camilo José Cela, el poeta y ajedrecista fue testigo directo del andamiaje intelectual que se engrasaba en los círculos de Gran Canaria y de Madrid. Y sobre esto, el poeta escribió: "Mi generación de posguerra se halló en la orfandad en cuanto a magisterio y objetivos literarios. [...] Diez años después de acabada la guerra, la poesía española no cumplía ninguna de las dos misiones que le he atribuido: ni conectaba con la sociedad ni abría nuevas rutas en que realizarse".

Esa nada, sitiada por las jerarquías del Régimen, fue el germen de una poesía de crítica social en Canarias que alumbró una joya combativa bautizada como Antología Cercada (1947), que unía un conjunto de voces poéticas integrado por Lezcano, Agustín y José María Millares Sall, Ventura Doreste y Ángel Johan. Aquella fue una publicación de tirada corta, tanto por motivos económicos como, sobre todo, para burlar la censura de Las Palmas de Gran Canaria y esquivar la de Madrid. "Los cinco poetas de Antología Cercada quisieron enmudecer los oficiales relatos de la Historia que les estaban haciendo, porque no era la suya", resume el catedrático de Lengua Española y Literatura, Nicolás Guerra, en su estudio preliminar sobre la reedición del Cabildo de Gran Canaria por su 62º aniversario (1947 - 2012) de Antología Cercada, que rescató del ostracismo.

Este quinteto lírico se nutriría del lenguaje de la tríada modernista canaria de Saulo Torón, Tomás Morales y Alonso Quesada, y de la estética de los poetas surrealistas franceses, como Louis Aragon y Paul Éluard. Pero estos poetas trascendieron las tribulaciones existencialistas de su paisaje interior para abrirse al signo de los acontecimientos de la calle y "desalambrar los horizontes". Así se enhebraron las voces de Antología Cercada, que incardinaron la poesía en un nuevo marco social y combativo en el que confluían los ideales estéticos, identitarios, políticos y humanos de los poetas para sobrevolar la amargura, pobreza y miseria de las circunstancias. "Queda prohibido terminantemente / morir en calles céntricas", escribe Lezcano en Edicto.

Aquella constituyó la primera manifestación de la poesía social española de posguerra, que se adelantó siete u ocho años a Cantos iberos, de Gabriel Celaya y Pido la paz, de Blas de Otero, que fueron enarboladas -erróneamente- como los primeros gritos poéticos de corte social en la literatura española. "Y aquella primera muestra de poesía rebelde sorprende en la Metrópoli. Osadía canaria, favorecida acaso por la lejanía entre las islas y el aparato represivo", apuntaba Lezcano.

Para entonces, el poeta ya se había estrenado en las tablas con su obra teatral Desconfianza (1945), que le valió el Premio Nacional de Teatro del Ateneo, pero que nunca fue representada. En esta década, Lezcano publicaría numerosas series poéticas, embebidas de su pensamiento y compromiso político, en revistas intelectuales como Garcilaso o Espadaña. Y en los años siguientes, afianzaría sus coordenadas poéticas en publicaciones sucesivas hasta finales del siglo XX, que sintonizó siempre con las preocupaciones de su tiempo y pinceladas de la ínsula. Entre sus obras desfilan poemarios como Cinco Poemas (1944), Romancero canario (1946), Romance del tiempo (1950) y Paloma o herramienta (1989), así como los populares poemas La Maleta (1962), publicado en el contexto histórico del ingreso de España en la OTAN, y Consejo de Paz (1965), donde dispara contra el militarismo y las injusticias sociales del Régimen. Fue en la década de los 80 cuando Lezcano inició, además, su carrera como candidato político independiente en la coalición Unión del Pueblo Canario hasta llegar a la presidencia del Cabildo de Gran Canaria, en 1991. "Pero eso es otra historia".

"Como subrayamos en el prólogo de la antología, Pedro Lezcano confiesa que la poesía es necesaria para combatir los males y las injusticias del mundo", afirma Becerra. "Su pensamiento le dicta que, aunque el poeta no pueda hacer nada, y aunque tal vez la poesía no cambie el mundo, hay que intentarlo porque, si el poeta calla, estaría permitiendo que las injusticias se perpetuasen". "Siempre hay que tener en cuenta el contexto en el que surge la poesía de Lezcano, que es la posguerra española pero, también, el horror de Auschwitz. Creo que fue Adorno quien decía que la poesía después de Auschwitz no tenía sentido, pero Lezcano defendió siempre que sí", concluye.

El vuelo del poeta culminó el pasado 2002 y sus versos han sido materia de sueños y de canciones, de la mano de múltiples compositores y bandas canarias, como Mestisay. "Volar, arder, soñar, / cantar y morir", fueron sus principios del vivir, como refleja en su Canción de Empédocles.