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Biografía del poema 'Viviendo' de Domingo Rivero

En la celebración del centenario de las dos primeras estrofas

Biografía del poema 'Viviendo' de Domingo Rivero

El original del poema Viviendo lleva una doble fecha: debajo de los cuartetos aparece "1916"; al pie del último terceto, "1924". Es esta la transcripción del manuscrito:

"Mi oficina da al mar. Desde la silla / donde hace treinta años que trabajo, / las olas siento en la cercana orilla / de las ventanas resonar debajo.

Y mientras se deshacen en espuma, /en la playa al batir, constantemente, / yo en mi triste labor muevo la pluma / y crecen las arrugas en mi frente.

1916

A veces sobre el mar pasa una nave / que se pierde a lo lejos como una ave / que empuja el viento del Destino esquivo?

Son emigrantes. ¿Volverán? ¡Quién sabe! / Cuando su lucha por la vida acabe / yo trabajando seguiré, si vivo.

1924"

Es una composición escrita en dos momentos; en el de los cuartetos ultimados cuando el poeta cuenta sesenta y cuatro años se evoca que en el mismo despacho, con ventana hacia el mar rumoroso, trabaja desde hace tres décadas, pues ha venido ocupando aquel lugar desde 1886, en que fue nombrado Relator de la Audiencia Territorial y, posteriormente, hasta su jubilación, Secretario de gobierno. De esos ocho primeros versos apenas participa lo biográfico; en apariencia, lo recordable se silencia; lo que podría ser escrito al respecto (y acaso no reparamos en que en verdad se escribe) subyace en el trazo que el poeta deja en los papeles propios de su actividad profesional. El ir y venir de olas y callaos y los desplazamientos de la pluma entre los márgenes del papel se alojan en el movimiento de un monótono mecanismo cósmico. Don Domingo está afrontando, desde perspectiva distinta, nuevamente, su asunto único, teñido de su decir existencial: no el de ser tiempo ni del tiempo, sino el de ser en el tiempo, y sabe que mienta esa inequívoca realidad de finitud con palabras tan evanescentes como espuma, pero tal vez perdurables. Aquí cierra (o abandona) y data -1916- los dos cuartetos. Desconocemos si fue entonces cuando Rivero puso título al poema. Viviendo es forma verbal que si bien con valor de presente se ubica entre un pasado y un futuro, no indica que medie entre ellos una relación de equidistancia o de equilibrado desgaste corporal; no duda que ha consumido más pasado que futuro, y que ha le ha correspondido ser parte o testigo, entre dos siglos, de acontecimientos de distinta repercusión, colectivos y familiares: emancipación de las provincias de Ultramar; transformación de la ciudad de Las Palmas, nacimiento de los nietos? Digo esto porque creo que ha de tenerse en cuenta que de un verso a otro, al escribir, pasa también aquello que el poeta piensa, aunque carezca de un enunciado explícito: no deja de ser consciente de que él vive -la llamada Gran Guerra está en pleno desarrollo- mientras millones de seres mueren violenta y anónimamente.

Para don Domingo, publicar sus poemas era una consecuencia imprevista; ellos no eran producto destinado a la circulación pública, al menos durante el desarrollo de sus funciones profesionales, desempeñadas, como dice Jordé, con "indiscutible rectitud y competencia", aunque por su sensibilidad y carácter "era lo más opuesto a los procedimientos y prácticas curialescas"; mientras tanto, lo verdaderamente importante es escribirlos y, en particular, acceder en el proceso de escritura y fundirse en el conocimiento de las cosas que conforman su intimidad y mundo en redor: hacerse con el ilusorio objeto de la identidad. Los cuartetos se preservaron en ineditez.

Ocho años más tarde retoma el manuscrito con las dos estrofas y, en combate con el verbo, el poema deviene en un soneto. (¿Pero es realmente un soneto? El por qué de esta pregunta lo abordaré más adelante.) Los tercetos responden al mismo contexto implicador, pues como observó Jorge Rodríguez Padrón, el poeta no deja de buscar y focalizar lo sustantivo del contorno: oficina, mesa, silla, legajos? Es el mes de junio de 1924, y con setenta y dos años, ha llegado su jubilación. Para entonces, Rivero ha escrito algunos de sus más importantes poemas: Yo, a mi cuerpo, El humilde sendero, A mi viejo barbero, Piedra canaria? Miguel de Unamuno, del que es devoto lector desde la aparición de Poesías (1907) y Del sentimiento trágico de la vida (1911-1912), lleva confinado en Fuerteventura desde hace tres meses; sin duda ya elabora un soneto con el que quiere transmitirle su solidaridad? E imaginamos sus pasos y actos previsibles en aquella "oficina"; allí un día le visitó -como dice en otro poema- el ya desaparecido Tomás Morales, al que confesó "la mezquina labor" que había extenuado su existencia "en una lucha estéril", apartadora de su ideal; recoge sus objetos personales; se acerca a la ventana y mira el mar, evocador de la Eternidad y la Nada, surcado ahora, como en otras ocasiones, por una nave que, presumiblemente, entre los pasajeros, transporta emigrantes, víctimas de un Destino esquivo (tal vez como el suyo), que intentan la aventura de otro modo de vida, un cambio como el que aguarda al poeta? mientras viva. En estos seis versos tampoco hay la retrospectiva iluminación de los hitos de un acontecer, sólo un encadenamiento de acallados sucesos iluminados por la angustia. Cada cual prosigue la lucha que le dicta su existir. Y esa carencia de distingos personales es el secreto imantador de su poesía, la razón por la que el lector con ella se identifica humanamente.

Quien sólo tenga en cuenta la datación última del poema -1924- objetará que don Domingo -así lo pensamos muchos- incurre en un lapsus, pues su trabajo en la Audiencia (y en aquel despacho) no fue, como precisa en el verso 2, de "treinta años", sino de casi cuatro décadas, treinta y ocho años; cuando publiqué su Poesía completa (1994) transcribí como un soneto -así habían procedido los divulgadores anteriores del mismo- la composición, y al pie puse las dos fechas. No reparé en que muy bien don Domingo pudo haber concebido el conjunto como una unidad poética fragmentada en dos partes; don Domingo no erró; quería presentarlo en la forma en que ahora lo hacemos, dos bloques de versos respectivamente marcados por su cronología, y la más ajustada interpretación del texto exigía restituir las datas a su lugar.

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