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Cine

Las dificultades para estrenar cine de autor en España

'Dead Slow Ahead', multipremiado largometraje coproducido por la canaria El Viaje Films, inicia hoy en Madrid y Barcelona su andadura por salas alternativas

Escenas de la película 'Dead Slow Ahead'. LA PROVINCIA/DLP

La ópera prima del director catalán Mauro Herce (Barcelona, 1976), Dead Slow Ahead (2015), producida por Nanouk Films, la canaria El Viaje Films y Bocalupo Film, inicia hoy su ruta por las pantallas españolas de la mano de la distribuidora independiente CineBinario. Será en las salas Cineteca de Madrid y Cinemes Girona de Barcelona. El filme de Herce ganó el Premio Especial del Jurado de la sección Cineastas del Presente en el festival de Locarno de 2015. Fue el primero de muchos reconocimientos, entre los que destacan la Mejor Película en el festival internacional DocLisboa y la Mención Especial del Jurado Nuevas Olas en el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Dead Slow Ahead fue premiada como el mejor largometraje canario en el pasado festival de Las Palmas.

A diferencia de lo que ocurrió en Francia con la distribuidora Potemkine, donde el filme se estrenó en salas comerciales, en España la película iniciará, tras Madrid y Barcelona, un periplo por salas que están al margen del circuito comercial. Un recorrido que, como asegura Herce, "no logrará hacer rentable la película, pero sí que se vea". Dead Slow Ahead tiene confirmado el estreno en Estados Unidos en 2017 de la mano de la distribuidora indie Grasshopper. "En París se estrenó en el circuito comercial el 6 de octubre y nos llegaron a situar entre las diez mejores de la cartelera. Aún sigue exhibiéndose, con menos pases, pero igual que cualquier otra película", explica Mauro Herce. "Pero en España las salas de cine están saturadas con películas de la industria apoyadas por un gran despliegue de publicidad. Podemos ganar festivales, obtener mejores críticas, hacer un cine que perdura más en el tiempo, pero contra los grandes vendedores de películas no podemos".

Es una nueva oportunidad para pedir que los empresarios exhibidores de cine de autor en España sean protegidos por el Estado como una de las patas imprescindibles del sector junto a la productores y la distribuidores. Protección decisiva porque contribuiría a garantizar el derecho de acceso del ciudadano a ese vastísimo y riquísimo cine en versión original que se hace en todo el mundo, pero que tiene que superar penosas dificultades para llegar al público, si es que lo hace. ¿No son financiadas con dinero público las programaciones de coliseos, museos, centros de arte, auditorios y teatros? ¿Por qué no hace lo mismo el Estado fortaleciendo las salas que programan cine de autor?

El primer artículo que escribí sobre el asunto se titulaba Más V.O. en las Islas, en este periódico en 1996. La Unión Europea lleva años protegiendo estas salas a través del programa Europa Cinemas desde principio de los 90, cuando declaró el sector audiovisual como estratégico. Sus ayudas alcanzan hoy a más de 2.500 salas. Sin embargo, en los mismos años, los sucesivos gobiernos españoles fueron inhibiéndose de manera paulatina en complementar este apoyo con líneas para la exhibición independiente local. Hoy, de las ayudas que existieron (a salas que exhibían títulos europeos y las que se encontraban en zonas rurales de menos de 50.000 habitantes), han quedado solamente las dirigidas a la organización de festivales y certámenes cinematográficos que convoca anualmente el Ministerio de Cultura. Una solución a todas luces insuficiente ya solo por lo eventual de estas citas, una semana al año. A eso hay que añadir los problemas que surgen cuando los ayuntamientos y otras entidades que organizan estas citas sufragadas con dinero público no disponen de personal cualificado.

Si el cine de autor sobrevive a duras penas en las ciudades grandes, en las ciudades medianas y pequeñas ha quedado desatendido. Las Palmas de Gran Canaria, con casi 400.000 habitantes, es un ejemplo de los efectos de esta política, sin apenas pantallas para proyecciones de cine de autor en condiciones óptimas, certámenes proyectando filmes en lugares inadecuados y una muy pobre difusión de películas actuales en el formato que deben verse, la versión original. En el marco de un plan integral que aborde también la inclusión obligada de la enseñanza audiovisual en las aulas desde la educación Primaria, tal como se da en Francia, el foco de las ayudas en España debiera dirigirse en primer lugar a fortalecer el músculo de empresarios que exhiban este cine de forma regular a lo largo de todo el año en salas.

Tras los pases en Madrid y Barcelona, Dead Slow Ahead viajará a las salas Tabakalera (San Sebastián), Museo de Arte Contemporáneo (León), Filmoteca de Andalucía (Córdoba y Granada), Universidad de Navarra (Pamplona), Cineteca (Madrid), Filmoteca de Murcia, Foco Henri Langlois (Jaén), Centro Niemeyer (Avilés), Filmoteca de Valencia y Cine Club Calle Mayor (Palencia). El estreno de un filme de autor paradigmático como este ha quedado recluido a centros de arte, museos, universidades y filmotecas. "Son casi todo presentaciones únicas, a veces acompañadas de alguna charla, parece que para este tipo de cine pequeño funciona mejor, podemos tener a 100 o 200 personas en cada pase," dice Herce. ¿Por qué en Francia o Portugal hay más público para este cine que aquí? "Porque hay un hábito que se ha creado a lo largo de décadas. Si se crea la costumbre nace la curiosidad, el debate, crece el interés. Si desatendemos completamente la cultura de la sala en los colegios y las televisiones, cada vez habrá menos público en los cines. ¿Qué pasará cuando nos tome el relevo la gente joven de ahora que no ha conocido la sala de cine como el lugar sagrado, en oscuridad y silencio, donde ser vive una experiencia colectiva? Con visionados en plataformas de Internet desde un ordenador, mientras haces cincuenta cosas a la vez, con llamadas y mensajes en el móvil, la luz encendida, difícilmente se podrá llegar a la conclusión de que el cine también puede ser un arte", concluye el barcelonés.

Aventura alucinada

La película de Herce se desarrolla a bordo de un carguero de gran tonelaje, el Fair Lady. Durante dos meses y medio, el barcelonés viajó en esta nave de bandera maltesa, con siete bodegas, ocho pisos de altura y capacidad para 76.000 toneladas de carga. El título del filme significa un tipo de velocidad de navegación, "la más lenta posible sin perder velocidad de gobierno". Como expresa la publicidad de la película, en "Dead Slow Ahead", la mirada del espectador "se adentra en la cadencia hipnótica de los engranajes, revelando el movimiento continuo de una maquinaria que devora a sus obreros".

Publiqué entrevistas con Mauro Herce y el productor canario del filme, José Ángel Alayón, días antes de que ganara el premio en Locarno, en agosto del año pasado. En ellas, Herce hablaba del Fair Lady como "un barco que no es solamente un barco, ni los marineros nada más que unos marineros, para mí simbolizan toda la Humanidad. La hélice es algo subterráneo y muy profundo que mueve las cosas. En el universo hay una especie de inercia que hace avanzar las cosas, el hombre en su pensamiento tampoco puede parar. La película no solo es la violencia que ejercemos sobre el mundo, en la medida en que no paramos de transformarlo, también es la violencia que naturaleza ejerce sobre nosotros. Esos mares inhóspitos, vastísimos, sobre los que se desliza el barco, no son bonitos, sino sobrecogedores. En la naturaleza también hay algo realmente angustiante. La película se convirtió en algo más observacional de lo que inicialmente buscaba. Ha acabado siendo una mirada sorprendida, alucinada de una aventura, pero desde una escala no humana, como suspendida a algunos metros en el aire".

En palabras del director, Dead Slow Ahead, 70 minutos de un género paradójico, el documental de ciencia ficción, "es una película que dialoga con el inconsciente, que anula la parte pensante del espectador. Y concebida de principio a fin para verse en una sala de cine". Que así sea.

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