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CONTRA LOS PUENTES LEVADIZOS

La Biblia de Lincoln

Dijo Sigmund Freud que los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad

La Biblia con la que el presidente Abraham Lincoln juró su cargo en 1861. LP

La semana pasada Donald Trump juró el cargo de 45º presidente de los Estados Unidos sobre la Biblia que utilizó Abraham Lincoln para su toma de posesión como decimosexto presidente en 1861. Fue Barack Obama, en su investidura en 2009, quien recuperó la Biblia de Lincoln, que forma parte de la colección de la biblioteca del Congreso, para la ceremonia presidencial. El que Trump eligiera jurar su cargo sobre la misma Biblia que esgrimieron dos de los presidentes de los Estados Unidos que más han luchado por los derechos civiles no puede sino interpretarse como una broma de mal gusto. Este es otro de los gestos que permiten ver al magnate americano como un payaso arribista sin escrúpulos, es como si en 1933 Adolf Hitler hubiera jurado su cargo de canciller imperial y führer -líder- de Alemania sobre la Torá judía.

A ver cómo digo esto sin que suene raro: me gusta Trump, pero no me gusta lo que le está haciendo al mundo. Me gusta Trump, como me gusta Medea, Yago, Lady Macbeth, la Marquesa de Merteuil, Drácula, Long John Silver, Mr. Hyde, Kurtz, la Bruja del Oeste, el capitán Ahab, el profesor Moriarty, la señora Danvers, Annie Wilkies, Patrick Bateman, Lord Voldemort, Jaime Lannister. Quiero que Trump sea como es, pero que nadie más lo sea. Dijo Platón, o al menos eso es lo que dice Sigmund Freud en La interpretación de los sueños, que los buenos son los que se contentan con soñar aquello que los malos hacen realidad. Nada me gustaría más que estuviera equivocado.

Trump parece una criatura que debería haberse extinguido hace mucho, antes de que el héroe de la aviación Charles Lindbergh cruzara en solitario el océano Atlántico, uniendo el continente americano y el continente europeo, en un vuelo sin escalas en 1927. Veo en Trump todas las peores cualidades de Lindbergh, pero ninguna de las buenas. Lindbergh, condecorado por Göring en nombre del III Reich con el Águila Alemana, recurrió a su popularidad e influencia para tratar de mantener a los Estados Unidos fuera de la Segunda Guerra Mundial en la que afirmaba no tenía nada que hacer. En octubre de 1940, Lindbergh fundó en la facultad de Yale el comité América Primero (alocución utilizada por Trump en su investidura) para oponerse a las políticas intervencionistas y promover el aislacionismo americano.

Hay pocos aspectos de la vida de Trump que puedan clasificarse como poco aireados, por lo que, aunque prometa sobre la Biblia de Lincoln que "mi juramento es un juramento de fidelidad para todos los estadounidenses", en ese "todos" sabemos que no entran los musulmanes, los inmigrantes hispanoamericanos, los refugiados bosnios y sirios, y, sobre todo, los afroamericanos, a los que discriminó durante años en los negocios de su familia. Pero lo que verdaderamente molesta de Trump no es la discriminación, es la mentira. Durante la campaña presidencial trató de convencer a los votantes negros de que la propuesta aperturista de Hillary Clinton en materia de inmigración era un grave problema para ellos, porque ponía en riesgo sus puestos de trabajo, dando por hecho que toda la comunidad negra no tiene estudios y vive en la pobreza. Si fuera éste un buen momento para el lanzamiento de "escuelas políticas", Trump podría ser el punto de partida de una nueva escuela: la estupidez sin esfuerzo.

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