Nora Navarro

Esto es un viaje en el tiempo, en el que el calendario se deshoja en sentido contrario hasta 2007. Diez años atrás, en vísperas de consolidarse la sociedad de la (¿des?)información, las nuevas tecnologías se acomodaban en los hogares y las salas de cine resistían a duras penas sus embates. Y en esa brecha digital afloraba con timidez una generación de cineastas españoles que, lejos de plegarse a los cánones del cine industrial, exploraba sus posibilidades creativas en el formato vídeo, el documental experimental y el vídeo-arte desde nuevos espacios de producción.

Entonces, el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria celebraba su octava edición y Antonio Weinrichter, miembro del equipo del certamen capitalino desde su fundación, junto con Josetxo Cerdán, ambos profesores en la Universidad Carlos III de Madrid, identificaron a una generación subterránea de cineastas rebeldes que desafiaba los corsés narrativos y estéticos del séptimo arte con sus propias herramientas. "Entonces era difícil encontrar producción española para el Festival de Cine, porque el material era escaso", recuerda Weinrichter. "Pero nos pusimos a buscar y encontramos muchos trabajos en la sombra de creadores que experimentaban en los márgenes, sin dinero, y que ahora son cineastas muy famosos, como Isaki Lacuesta".

Se trataba de una generación que concebía un tipo de películas en vídeo, en formato largo y corto, sobre temas cotidianos u oníricos, y bajo una perspectiva documental, experimental y artística. "Entonces, la digitalización de los medios había reinventado el alcance del cine de no ficción y esta generación experimentaba con el vídeo porque era más barato, claro, pero la clave del concepto estaba en la libertad creativa que les brindana y en la búsqueda de una mirada no definida por los cánones comerciales", señala el docente.

Aniversario

Así nació el ciclo D-Generación, inspirado en la letra "D" en un sentido doble: de digital y de documental, y a cuyos protagonistas apodaron de forma cariñosa los "degenerados". Entre aquellos jóvenes cineastas, a los que el Festival de Cine abrió una puerta de exhibición, desfilaron Isaki Lacuesta, Fernando Franco, Virginia García del Pino y Elías León Siminiani, quienes, 10 años después, han regresado al certamen capitalino para programar, dentro de la sección Panorama España, su propia selección de este "otro cine español", en homenaje al aniversario de un ciclo pionero en España.

Además, los cuatro cineastas han impartido clases magistrales y talleres en torno a las distintas facetas de la creación cinematográfica, que registraron llenos absolutos en el Palacete Rodríguez Quegles. Pero esta retrospectiva no nace desde la nostalgia, sino con una vocación conmemorativa y también con proyección de futuro.

"Este año no hicimos un ciclo nuevo, porque ya no sería original, pero quisimos conmemorar este acontecimiento con cuatro cineastas veteranos para que programaran las películas de los degenerados de este año, y para que, además, nos contaran cómo les ha ido desde entonces, en qué proyectos están y qué creen que ha pasado en el cine durante estos 10 años", revela Weinrichter. "El resultado fue muy bonito y los encuentros fueron muy interesantes, casi más que las propias proyecciones, porque era como asistir a una clase sobre cómo se puede hacer cine sin dinero, sin productor o sin guión".

Las sesiones programadas por Lacuesta, Franco, García del Pino y Siminiani se programaron bajo el epígrafe de "carta blanca", porque cada uno trazó libremente su propia selección al abrigo de Panorama España. A estas cuatro sesiones se sumaron otras dos: Trabajos Escolares, que reúne piezas experimentales de neófitos; y Cine Expandido, basada en obras de video-arte o "cine de museo". Este último bloque incluyó dos películas canarias: Quemar Pajarracas (Eva Lilith) y Montañas ardientes que vomitan fuego (Samuel Delgado, Helena Girón), ganadora del premio Richard Leacock a Mejor cortometraje en esta edición.

"Este concepto de hacer cine, tanto ahora como hace 10 años, sigue siendo novedoso y sorprendente", manifiesta Weinrichter. "Pero estos cineastas se adelantaron en un momento en que este tipo de cine no existía en España y nosotros cartografiamos ese proceso, lo pusimos en el mapa y, sin saberlo, estábamos marcando un camino que ahora es común".

El docente recuerda que "el primer ciclo de D-Generación fue espectacular, porque no existía ningún festival o centro donde se hubiesen expuesto estos trabajos conjuntamente". "Los propios cineastas se conocieron en esa primera edición y muchos, como María Cañas, no habían estado nunca en un festival de cine. Por eso, fue un descubrimiento y funcionó muy bien como grupo". Además, el Instituto Cervantes compró el ciclo D-Generación y lo exhibió en sus sedes internacionales en Dublín, Praga o Estocolmo. "Creo que fue de los primeros ciclos que exportó el Festival de Cine de Las Palmas, así que tuvo un recorrido".

Con todo, Weinrichter señala que "ahora es más común ver este tipo de cine porque hay muchísima gente que joven que trabaja al margen de la industria y coopera". "Además, muchos festivales como el D'A [Festival internacional de cinema d'autor de Barcelona], ya trabajan con este concepto llamado el otro cine español".

Y desandando el viaje hasta el momento presente, en que los medios digitales son la nueva forma de diálogo y las salas de cine siguen echando el cierre, Weinrichter señala la ironía: "Lo que ha cambiado para este tipo de cine es que, si bien las salas de cine se han ido cerrando, estas películas tampoco se exhibieron en salas entonces, porque no las querían. Por tanto, esa crisis no la viven, porque siempre han tenido un circuito distinto, como ha sido este festival".