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Crítica Auditorio y Sociedad Filarmónica

Javier Camarena, el alma de la voz

Javier Camarena, el alma de la voz

"La voz tiene alma", dijo el tenor mexicano al público que abarrotaba el Auditorio, evocando la maestría de Afredo Kraus como referente máximo de su arte. El alma de su propia voz se volcó en un programa largo, difícil y emotivo, decimoquinto de los dedicados anualmente a Kraus en su ciudad y, a la vez, conmemorativo de los 20 años del Auditorio que lleva su nombre. Todos cantamos el Cumpleaños feliz con Camarena y la orquesta. El artista, en feeling absoluto con la sala, proclamó repetidas veces su gratitud al mítico antecesor grancanario dirigiéndose a la audiencia o a sus cuatro hijos, presentes en un palco, de manera especial a Rosa, presidenta de la Fundación Canaria Alfredo Kraus. La cálida afectividad y la simpatía natural del mexicano son memorables; y el canto, tan magistral como en su debut canario del pasado marzo con la 50a Temporada de Ópera de Las Palmas.

Pocas veces podremos gozar de un concierto como éste. Camarena no sólo está en el momento glorioso de su voz única: es además un artista que utiliza creativamente el don. Las ocho arias y romanzas del programa, seguidas de dos bises, tumbarían a cualquiera. No a él, que emite con el mismo frescor hasta la última nota. Su timbre y color son muy bellos y versátiles; aligera el peso en el repertorio belcantista (arias de Puritani y Lucia), se adensa en Verdi (Rigoletto y Traviata), frasea de manera idónea el romanticismo decadente (Werther) y vocaliza las esencias de la lírica española ( Francisquita, Trust de los tenorios, Gavilanes y Tabernera).

Un homenaje al repertorio de Kraus, cuya imagen, caracterizado para cada una de esas obras, presidía el escenario en una gran pantalla. Va de suyo la intensidad con que el canto nos devolvía la técnica y el estilo krausianos.

La voz de Camarena, tan elegante como cálida y llena, reúne la extensión portentosa, el fiato que nunca cesa ni se debilita en magníficas legaturas, armónicos para dar y regalar, puntaturas en el "do" y el "re" sobreagudos, atacadas sin apoyos, no siempre escritas (los tenores de antes las hacían en falsete, Camarena a voz) y extendidas en calderones de poderosa redondez; fraseo a media voz, filados pianísimo como susurros, largos reguladores del volumen y un impresionante arsenal de matices expresivos. Lejos de alardes circenses, todo es musical, refinado, perfecto. La inspiración artística se sobrepone siempre a los registros físicos de un superdotado cercano, comunicativo y sin pose. Aclamado y braveado en cada página, cantó como propinas El día que me quieras y una espectacular Granada de su compatriota Agustín Lara.

Dirigida por Karel Mark Chichon, la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria sonó materialmente pegada a la voz, e intercaló brillantemente populares páginas de Rossini, Verdi,Bizet, Chapí y Giménez.

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