La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Neruda y Rousseau

Neruda y Rousseau

Pablo Neruda casó con María Antonia Hagenaar Vogelzang, su primera esposa, y madre de su única hija, Malva, que nació con hidrocefalia y fue abandonada por su padre Neruda. La carta de su esposa abandonada: "Mi querido cerdo: es realmente imperdonable tu negligencia hacia nosotras, especialmente con tu bebé. Hoy 18 de noviembre de 1938 no he recibido tu dinero. El primero de este mes tuve que pagar los gastos de alojamiento de Malva Marina por el mes de octubre. Con mi salario sólo pude pagar una parte?". Es información de Paco Rego, de Crónica, desmentida por la Fundación Neruda, claro. La madre se tuvo que emplear hasta en limpiar suelos y quedó a cargo de su hija hidrocéfalica, como corroboran otras fuentes informadas. Isabel Vicente recuerda que el propio Neruda admitió haber violado a una criada ("Neruda a la Papelera", 18 de marzo 2018), aunque, dice, que no por ello va a dejar de leerlo, de la misma manera que tampoco va a dejar de ver las pinturas de Picasso, oír la música de John Lennon o visionar las películas de Woody Allen, otros redomados machistas "ad hoc".

Isabel Vicente distingue entre la obra y la moral del autor de la obra. Amparo Zacarés, del "Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género Purificación Escribano", se fija en Jean Jacques Rousseau, en Immanuel Kant, con sus conocidas consideraciones de la mujer como animal doméstico, y en Friedrich Nietzsche, y su reconocida misoginia. Desarrolla el caso de Rousseau y su libro Émile, ou De l'éducation, de 1762, donde explica cómo debe educarse a las mujeres. Como dice Zacarés: "El filósofo que había defendido la igualdad de los hombres, entendía a las mujeres como complemento de la naturaleza masculina", y por tanto, hechas con menor talento que los hombres, hechas para agradar, consolar, serles útiles, educar a los hijos y cuidar a los ancianos. Ante esta gruesa obligación natural, el programa educativo para las mujeres ha de ser reducido: lectura (con sólo dos libros, Las aventuras de Telémaco, de Fénelon y Las cuentas hechas, de Barrême), escritura y cálculo, para poder afrontar la economía casera. Es conocido, asimismo, que este filósofo abandonó a sus hijos, justificándose con que no disponía de dinero. Zacarés opina: "Es una simplifi-cación excesiva eliminar a Rousseau, Kant y Nietzsche de los planes de estudio. Si el criterio es el sexismo y el machismo, no salvaríamos a nadie porque las relaciones sociales se han construido históricamente desde la desigualdad entre los sexos", y recomienda: "Por todo ello considero que explicar la filosofía de Rousseau, junto a sus consideraciones sexistas en un presente que las considera inaceptables, forma parte de la función pedagógica del feminismo aplicado a las aulas".

En el mismo sentido, una feminista como Lidia Falcón, ensayista de izquierdas y fundadora del Partido Feminista, expresa que: "No quedaría un artista, ni un científico, ni un filósofo en pie si nos dedicáramos a la crítica moral. Otra cosa es que hay que explicar las cosas. Si Lolita es una gran novela, que se lea, claro que sí, pero que no sirva para que la pederastia nos parezca una cosa muy graciosa, muy mona, como ha pasado durante tanto tiempo". Isabel Vicente y Amparo Zacarés, reaccionan así a la propuesta de dos autoras feministas, Melani Penna y Yera Moreno, quienes, en una revista sindicalista, de CCOO, propusieron prohibir en las escuelas que se enseñara a Rousseau, Kant, Nietzsche o Neruda, y también barrieron de paso por Arturo Pérez Reverte y Javier Marías, se entiende que en estos casos por inquina política.

Esto nos lleva a la correlativa acción antipatriarcal, de también prohibir las pinturas que muestran a mujeres desnudas, por tener su origen en el mismo desequilibrio cultural, cuestión que tendría la misma solución respecto al pasado y respecto al futuro que señalan Zacarés, Vicente y Falcón, o Aloma Rodríguez, editora en la revista Letras Libres, que respecto a la imposición de cuotas para equilibrar esta circunstancia, dice: "Mi opinión sobre las cuotas es que son un error pero que funcionan. Otra cosa es que esas cuotas las apliquemos sobre el pasado. Ahora somos muchas las mujeres que escribimos, es normal que pidamos una igualdad en la oportunidad de ser leídas. Antes no ocurría así". Lidia Falcón, hizo un buen ejercicio de investigación: "Cuando los fastos del centenario del Noventa y Ocho, no apareció ni una sola mujer. Me pareció el colmo. Me puse a investigar y encontré en que 1898 había 260 mujeres escribiendo en España. Yo lo hice, ¿por qué no investigan en la Real Academia? Llevan medio siglo de retraso".

Aloma Rodríguez añade una observación importante, para conseguir la neutralidad: "Más que imponer cuotas, me parece interesante hacer lo que Mary Beard en Mujeres y Poder, un manifiesto. El libro cuenta que la mujer ha estado vetada del discurso público con una excepción: las mujeres sólo hablaban para denunciar que son víctimas. En el fondo, aún no nos hemos liberado de eso... Bueno, pues yo creo que ahí es donde hay que incidir, eso es lo que hay que explicar". El camino para que los equilibrios se restablezcan pasa, pues, por ir abandonando el victimismo, especialmente con intereses políticos, como único contenido (cosa que no conviene ni al feminismo ni a ningún ismo), e investigar, como en el caso de Lidia Falcón, en el número increíble de obras escritas, pintadas, inventadas, descubiertas por mujeres y que no han salido a la luz, y han sido desechadas por una sociedad patriarcal que ya no lo es, o al menos se siente idiota si lo es.

Compartir el artículo

stats