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Crítica | 'El último viaje de Galdós'

El teatro, la casa de todos

Actores y actrices de 'El último viaje de Galdós

La belleza del Laboratorio Galdós podría resumirse en que se trata del ejercicio de amor y compromiso con el hecho teatral por antomasia: un proyecto concebido como una trilogía de creación, investigación, experimentación y participación democrática en torno al espacio escénico, que, en este caso, gravita sobre la vida y obra de Benito Pérez Galdós, con motivo de las efemérides de su nacimiento y de su muerte desde su isla natal.

Cada montaje del proyecto, Ana (también a nosotros nos llevará el olvido), El crimen de la calle Fuencarral y El último viaje de Galdós, es el resultado artístico de un laboratorio o terreno de juego que abre sus ensayos a la ciudadanía para descubrir las costuras del proceso creativo y, como en la polis griega, someterse a la crítica y el diálogo con ese público asistente para ahormar la obra final hacia la mejor versión de sí misma. Por tanto, cada vez que una obra sube el telón culmina un sendero compartido de vivencias comunes de ensayo-error en torno al ejercicio teatral.

Y todo esto sucedía en el Teatro Pérez Galdós, desde el primer ensayo hasta el estreno absoluto de cada pieza, de modo que el reto de poner el broche a la trilogía con el último montaje en este convulso 2020, centenario de la muerte del escritor grancanario, solo podía redondearse abriendo todas las puertas del teatro de punta a punta, desde la defensa de este emblemático espacio público como la casa y el patrimonio de todos.

El director del Laboratorio Galdós, Mario Vega, fundador de Una Hora Menos Producciones, ya arriesgó con un montaje fragmentado en cinco espacios escénicos con El crimen de la perra Chona, coescrito por Alexis Ravelo y Antonio Lozano, en 2014. En esta ocasión, a partir de un texto de los dramaturgos Laila Ripoll y Mariano Llorente, la acción se centrifuga por distintas rincones del Teatro Pérez Galdós, desde el foso de la orquesta al gallinero, poblados por personajes reales y ficticios de la vida y obra del autor, que revelan distintos episodios, recuerdos, obsesiones, rebeldías y romances de Galdós y que restallan al unísono en los entresijos del teatro al que presta nombre.

Con un elenco coral en estado de gracia, integrado por Marta Viera, Ruth Sánchez -ambas en los tres montajes del laboratorio-, Lili Quintana, Alicia Ramos, Maday Méndez, José Luis Massó y Rubén Darío, la trayectoria de Galdós revive en las voces de todas las mujeres de su vida, desde su madre Dolores a su prima Sisita, Lorenza Cobián -madre de su única hija-, Emilia Pardo Bazán, Concha Morell y, por último, Francisco, que lo acompañó en su último viaje hasta su muerte, un siglo atrás. Pero el gran personaje de la última parada de este viaje iniciado en 2018 es el teatro como la casa de todos. El recorrido por sus arterias desemboca en el patio de butacas ante una imponente escenografía diseñada con 25.000 telegramas bajo el sello único de Vega, que asciende a lo largo de los 40 minutos del segundo acto como metáfora de la propia elevación del teatro, desde el vértigo de su recoveco más remoto a la levitación propia del arte teatral, que debemos proteger en estos tiempos grises en que tanto añoramos el encuentro y el espejo del otro. Y de eso trata el teatro.

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