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Fantasía urbana de los 70

La cantante estadounidense St. Vincent filtra la música con la que creció su padre, con ecos de ‘soul’ y sonoridades orgánicas, en ‘Daddy’s home’

Imagen promocional de St. Vincent..

La música que gustaba a tus padres de jóvenes se ha situado tradicionalmente a las antípodas de lo que se supone que deberías escuchar, pero quizá las cosas cambian cuando tú has crecido, eres un artista con inquietudes y descubres que ellos fueron adolescentes en los primeros años 70. Aquellos tiempos en que cada semana aparecían álbumes hoy considerados el no va más. Hacia allí ha querido mirar Annie Clark, St. Vincent, en Daddy’s home, un disco en el que filtra a su manera la vibración musical de esos tiempos, fijándose sobre todo en el intimismo orgánico de ciertas producciones y en la voluptuosidad de la música negra.

Fantasía urbana de los 70

Fantasía urbana de los 70 Jordi Bianciotto

El movimiento tiene su origen en un descalabro: la detención, hace una década, de su padre, condenado a 12 años de cárcel por una maniobra del mercado de valores poco acorde con la noción de legalidad. Clark se vio firmando autógrafos en la prisión cuando iba a visitarle, como canta en el tema que da título al disco sobre una cadencia funky mundana, con coros ululantes y ecos de Steely Dan (uno de sus grupos favoritos). La casa de papá es así un espacio flotante en el que proyecta sus fantasías sobre una era que no vivió, envuelta en voluptuosas músicas de extracción urbana y en un glamur de los bajos fondos, tal cual luce ella en la portada del álbum.

La música de los 70 está en su bagaje y ahora aflora de un modo en que nunca lo había hecho, pero evitando tanto el pillaje como el revival, y fundiendo las resonancias del pasado con su manera de hacer: en Pay your way in pain, el tema de apertura, casa reflejos glam con una tensión robótica muy de su estilo. Luego, Down and out downtown es el pórtico hacia el territorio nocturno que domina la obra, con una línea de bajo que deleitaría al Gainsbourg de Histoire de Melody Nelson y voces femeninas dignas de Young Americans, de David Bowie (como ...At the holiday party). ¿Manda el influjo de la música negra hecha por blancos? No solo: se respiran los fantasmas de viejos vinilos de Stevie Wonder y Sly & TheFamily Stone, la intimidad de un Donny Hathaway.

Pero Daddy’s home, coproducido, como la anterior entrega, Masseduction (2017), por Jack Antonoff, no se explica solo por sus referentes. Es un disco cubierto por una capa de viscosidad, que serpentea insalubre, concibiéndose como un todo (esos interludios color sepia), enredándote en sus giros sensuales y combinando la tensión kitsch con la delicadeza melódica: de Down a Somebody like me. St. Vincent crea su propio mundo y su sonoridad exclusiva, con acentos excéntricos (esos toques de guitarra-sitar) y ocurrencias como My baby wants a baby, donde sablea (acreditándolo) el estribillo del hito ochentero 9 to 5, de Sheena Easton. Pillando de aquí y de allá, pero sonando siempre a ella.

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