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Taller de palabras

Josefina Betancor y Manuel Padorno en Punta Brava (1089).. |

Parecía perentoria, desde hacía unos años, la necesidad de una publicación conjunta, y como se merece, de toda la obra de Manuel Padorno. Una producción tan amplia y de tal calidad, que fue apareciendo en su momento de manera tan peculiar trufada de periodos de silencio y editada, en ocasiones, en formatos o en editoriales minoritarias, reclamaba a gritos su publicación en unas obras completas. Esta deuda editorial parecía saldada con los dos tomos que salieron en 2016 y 2017 pero con este que ahora presentamos, que hace el tercero, y que suma los textos inéditos del poeta, parece ya definitivamente satisfecha.

Todo esto ha sido posible, en primer término, por la clarividencia y el tesón de Álvaro Marcos Arvelo. Sin él, sin la gestión que desarrolló en la fundación de la Caja Canarias, estos libros no habrían visto la luz o no, al menos, en el exquisito formato y continente de la valenciana Pre-Textos. En segundo lugar, si el libro llega a las manos de ustedes con todo su rigor y profundidad es gracias, una vez más, a la familia del poeta: a Josefina Betancor, quien de alguna manera es coautora de toda la obra del poeta, y a sus dos hijas, Ana Teresa y Patricia. Gracias, también, a sus nietas Raquel y Silvia, que han trabajado y cuidado de la obra de su abuelo poeta. Pero la dedicación y el empeño de Patricia ha sido tal que su nombre ocupa el lugar que le corresponde en las cubiertas de este tercer tomo de inéditos.

Se ha dicho con insistencia que Manuel Padorno es el poeta de la luz. Ciertamente, este elemento material y mítico abunda a lo largo y ancho de toda su poesía. Pero también parece cierto que otra elemental presencia se enseñorea de sus textos: la del agua, la de ese mar que se desborda en su Canción atlántica. Ello da cuenta, quizá, de la insólita cualidad del verbo padorniano, decantado en la síntesis de símbolos tan antagónicos como solo puedan serlo el fuego y el agua. Así mismo, esta dicotomía podría explicar los contrastes y contrarios que, felizmente, quedan conjugados en su palabra, culta y popular a la vez, clásica y posmoderna, social y pura. Más que el poeta de la luz o el del agua, o el de cualquier otro de los elementos míticos o simbólicos que podamos hallar en su obra, debiéramos ver en Manuel Padorno al poeta del optimismo, el profeta del entusiasmo. En este sentido, su creación resulta aún más única por cuanto pocos han sido los autores, de ahora y de antes, que hayan cantado con tal perseverancia el lujo de estar vivo.

La publicación conjunta de esta magna obra supone un valioso documento para el lector de poesía en general, así como para el conocedor de la obra padorniana. Pero también, y muy en particular, para los futuros estudiosos del poeta, a los que aguardamos, claro está, con los brazos abiertos. Antes de dedicarme plenamente al estudio de la poesía de Manuel Padorno, me planteaba hacerlo sobre la de Juan Eduardo Cirlot, autor que, aunque no lo parezca, presenta numerosas coincidencias con el nuestro. Para empezar, ambos fueron dos grandes solitarios en su creación. Si al final acabé navegando en los mares padornianos ello fue porque estos se hallaban menos surcados, para mi fortuna, que los del autor de Bronwyn. En aquellos estudios que se tradujeron en una tesis doctoral, traté de ofrecer una panorámica general de Manuel Padorno y su poesía, con lo cual puede decirse que aún queda espacio para otras. Como, por ejemplo, la que interpretara satisfactoriamente qué es eso del otro lado padorniano; o la que estudiase la gestación de su palabra y explicase en ella los periodos de silencio; o la que explicara el vasto, rico y complejísimo componente métrico y fónico de esta lírica; o la que diese cuenta satisfactoriamente de la relación entre la pintura y la poesía de Manuel Padorno, entre lo verbal y lo visual. Estas Obras completas, y muy en particular el tercer tomo de los inéditos que tenemos el placer de ofrecer ahora, suponen un punto de partida, de considerable valor para los futuros autores de trabajos sobre el verbo padorniano que, seguro, han de llegar. Los estamos esperando.

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