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Música

Excelentes cameristas de la mítica Concertgebouw

Una imagen del concierto de la Camerata RCO en el Festival de Música de Canarias.

El capítulo camerístico del Festival Internacional de Música de Canarias ha brillado con la Camerata RCO, siglas que ocultan el nombre de la Real Concertgebouw Orchestra de Amsterdam.

Mientras no me demuestren lo contrario, es para mí una de las cinco mejores del mundo, junto a las Filarmónicas de Berlín y Viena, la Staatskapelle de Dresde y la Sinfónica de Chicago; todas ellas protagonistas de grandes acontecimientos en la 38º edición del Festival canario.

El joven grupo que ahora nos visita es de plantilla aleatoria, cuarteto, quinteto y noneto. Todas alcanzan un sonido admirablemente cohesionado en los timbres y rico en los contrastes, como si llevasen mucho tiempo trabajando las formas de cámara. Y lo consiguen en las piezas con mayor peso de los arcos, de los vientos, o de ambos a la vez. Esta versatilidad les permite afrontar cualquier obra de repertorio, cosa que hacen con impecable maestría.

Abrieron programa con un aperitivo muy sabroso, el Cuarteto en la, de Mozart, para flauta y cuerdas. Breve y muy concentrado, curiosamente iniciado por un andante con variaciones, recibió una ejecución ejemplar del conjunto y muy rico en ideas del solo a cargo de la flautista Julie Moulin, auténtica virtuosa.

Interesante por su ambiente popular y rústico, muy ágil y directo, un punto folklórico, con el Quinteto para oboe y cuerdas del inglés Arnold Bax lucieron una excelente cantabilidad, y la imaginación idónea para una pieza melódica y colorista, con otro solo de gran nivel a cargo de la brillante oboísta Miriam Pastor Burgos.

Finalmente, con el extenso Noneto para cinco vientos y cuatro cuerdas de Nino Rota, volvió el Festival la música alegre, desenfadada y un tanto banal, del famoso autor italiano de bandas sonoras para el cine. Tan evidente como ligera es la técnica virtuosa aplicada en este caso a una pieza de concierto muy exigente, cuyos nueve ejecutantes «resumen» la plantilla sinfónica con dominio total de los equilibrios de la cuerda y el viento, así como inspiradas alternancias de los acentos en la culta elección formal desarrollada en cinco tiempos claramente lúdicos.

El éxito reflejó al final una profunda complacencia del público, esta vez convocado en el Teatro Pérez Galdós.

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