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Crítica

‘Doña Francisquita’, un lujo canoro, escénico y humorístico

Ensayo de la zarzuela Doña Francisquita José Carlos Guerra

Después de muchos años sin ver la obra maestra de Amadeo Vives, la nueva producción presentada por la Fundación Auditorio/Teatro en colaboración con los leales directivos de las temporadas anuales de Amigos del género, que celebran su 30º edición, me ha seducido por el concepto visual, las calidades vocales y corales y el sentido del humor que actualiza algunos de los diálogos y escenas desfasadas en esta especie de «singspiel» de tan larga tradición española.

La escenografía descansa en un solo contorno sólido y retroproyecciones en dos planos que señalizan las intenciones estéticas y/o irónicas del director teatral, Francisco Montoya. Como ejemplo entre otros, los cacareos sopraniles en notas picadas de la Canción del Ruiseñor mueven a la vez la fonación de la soprano y el videopico del propio pájaro, un efecto cómico de gran efecto. Los detalles escenográficos son muy ricos y expresivas las atmósferas en torno a un elenco vocal que cumple su parte con brillantez.

La buena música no envejece como el texto y el contexto visual, pero la desenvoltura lúdica y humorística es en este caso una certera puesta al día. El director musical, Rafael Sánchez Araña, ha marcado un ritmo muy ágil en el foso (la Sinfónica de Las Palmas) y en la escena. El Teatro Pérez Galdós, lleno hasta la bandera en la segunda y última función (desplazada por la tormenta tropical del domingo al martes pasados) disfrutó en todo momento de esta producción excelente.

Se anunció antes de subir el telón que el internacional tenor lagunero Celso Albelo, gran estrella del cast, estaba acatarrado pero no suspendía su intervención. Fue una suerte, porque estuvo espléndido. Su hermosa voz lírica, que ha ido ganando cuerpo y poder sin merma del color, sonó admirablemente en toda la obra, tanto en las partes cantables como en el recitativo seco de los diálogos. Es un instrumento completo, de gran densidad y alturas desafiantes hasta el sobreagudo más valiente. En cualquier caso, sonó intacto, con una musicalidad muy expresiva en las romanzas. Junto a él, el tenor lanzaroteño Francisco Corujo, sirvió a la perfección el rol de amigo intimo del protagonista, muy ágil en la voz y actor consumado.

También lanzaroteña, Belén Elvira coronó una interpretación idónea en voz y acción escénica, junto a un elenco extraordinario en las partes habladas y cantadas. Especial mención de la soprano Ruth Terán, y aportación protagónica que explica el éxito incontestable de toda la producción, con segundos papeles de mucha altura y un nivel general de excepción que abarca al Coro y las bailarinas. En resumen, un pleno celebradísimo. que marca el modelo a seguir para la más digna restauración del teatro musical español.

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