Arte

El verdadero Goya, en la Fundación Mapfre Guanarteme

La sala de arte exhibe la faceta más irónica y crítica del genio aragonés en la muestra ‘Francisco de Goya. Los desastres de la guerra’

La conservadora de Mapfre Guanarteme, Leyre Bozal

La conservadora de Mapfre Guanarteme, Leyre Bozal / LP / DLP

Es el verdadero Goya. El genio que dibujaba en la libertad más absoluta, para su propia satisfacción personal, y para verter toda la rabia y frustración que le provocaba la triste realidad del momento. Un creador sin las ataduras que le implicaban ser el primer pintor de cámara de la corte y que le impedían abordar ciertos temas. Y ese Goya se puede descubrir en la exposición Francisco de Goya. Desastres de la guerra que se puede contemplar en la sala de arte de la Fundación Mapfre Guanarteme hasta el próximo 27 de enero de 2023 a través de los 80 grabados que el artista zaragozano realizó durante la guerra de la independencia entre los años 1808 y 1814 mientras vivía en Madrid. «Es un Goya irónico y crítico, adelantado a su época», señala la conservadora de las colecciones de Fundación Mapfre Guanarteme, Leyre Bozal Chamorro, que acudió a la inauguración de la muestra.

El conjunto de estampas suele dividirse en tres partes: las dos primeras constituyen los desastres de la guerra propiamente dichos, mientras que la tercera, los llamados caprichos enfáticos, son de carácter más alegórico y se entienden como una reflexión de carácter político sobre el gobierno absolutista de Fernando VII tras el fin de la guerra y la retirada de las tropas francesas. «Él no se está metiendo sólo con los franceses, sino que denuncia cómo todas las guerras y los que participan en ellas generan un malestar a todo el mundo», añade. «Para él ambos bandos son igual de malos y critica el absolutismo de Fernando VII en la última parte en la cual recuerda cómo el rey abolió las Cortes de Cádiz y volvió a instaurar la inquisición», aclara la experta.

Jerarquías

Por lo tanto, «hay muchos grabados con las altas jerarquías con orejas de burro». Unos bocetos, además, que «no podía exhibirlos porque el artista hubiese sido perseguido, sino que se los cedió a su amigo Ceán Bermúdez antes de su marchase a Burdeos en 1824 y salieron a la luz una vez muerto».

 El primer grupo, los bocetos que van del 1 al 47, se centran en los sucesos acaecidos durante los primeros años de la Guerra de la Independencia: escenas de violencia en el campo de batalla o en los alrededores. El segundo, del 48 al 64, representan el hambre que asoló Madrid tras el infierno bélico y sus consecuencias para la población civil entre 1811 y 1812.

Y en el tercero, del 65 al 80, refleja la situación tras la vuelta de Fernando VII a España como monarca absoluto realizando una crítica hacia la ignorancia y la superstición del país. Para la conservadora, estas obras «tienen una modernidad impresionantes porque expresan la crudeza de unos hechos que vivió la población española». Tanto los temas como los motivos son innovadores. Y así, por ejemplo, en el grabado ¡Qué valor!, podemos ver a una mujer empuñando un cañón en una imagen en la «que se ha querido ver al símbolo de Agustina de Aragón». Un protagonismo femenino que se repite en los dos últimos bocetos Murió la verdad y Resucitará porque, precisamente, este protagonismo femenino es de por si ya revolucionario para la historia del arte.

«En aquella época los retratos de mujeres solían ser por encargo, pero Goya las sitúa en este contexto», señala. «Aquí las mujeres no son personas individualizadas, sino símbolos de cualquier guerra. Y cuando se les ve la cara son mujeres de belleza clásica perfectamente ejecutadas, pero no se sabe quiénes son». Lo contrario a lo que hiciera Delacroixe con esa mujer que guía al pueblo y que es símbolo de la revolución Francesa.

 «Realmente, Goya está representando cualquier barbarie que haya sucedido y que sigue sucediendo», sostiene Bozal. «Hay rostros que a mí me recuerdan a los de los campos de concentración, aquellas imágenes tan horribles que grababan los aliados cuando liberaban a los judíos».

Crónica

Por eso, lo que Goya «nos está diciendo es que estos hechos deleznables han ocurrido y seguirán ocurriendo. Que quizás deberíamos aprender de ellos, aunque no es cierto que lo hagamos». La conservadora destaca, a nivel particular, tres grabados. El primero, Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer, «porque ya prefigura todo lo que va a pasar con el rostro del hombre arrodillado ante el cristo de los olivos», aclara. «El personaje mira hacia arriba suplicante, y con esa mirada, presagia el dolor y la angustia de estampas posteriores. Es como una crónica», añade. Otro grabado destacado para la experta es Caridad de una mujer, «donde se ve cómo Goya habla de las consecuencias para la población civil con el hambre que asoló Madrid, y hace una crítica irónica a los aristócratas pintando a una señora sin rostros que les da limosna a los pobres». Para Bozal la importancia de dicho grabado radica en que Goya «denunciaba la limosna ya que pensaba que era mejor enseñar a esas personas a tener su propio trabajo y ganarse la vida». Y, finalmente, la experta elogia Carretada al cementerio, donde los personajes «llevan los cadáveres al cementerio como si estuviesen en Auschwitz».

 El 17 de marzo de 1808 se produce el Motín de Aranjuez, que provocó la abdicación del rey Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII y su huida a Francia. Estos sucesos, en el contexto de las guerras napoleónicas, serán el punto de partida de uno de los peores episodios de la historia de España: la Guerra de la Independencia. A diferencia de otras estampas de la época, donde lo que se destacaba era la heroicidad de los contendientes, de las batallas, el artista aragonés se centra en el punto de vista de las víctimas, algo inédito hasta el momento dentro de la historia de la pintura. En este momento Goya tiene 62 años y está sordo. «Es una época en la que no quiere que nadie le ponga trabas a lo que hace», recuerda Bozal. Como sucedería con otras series suyas como las pinturas negras, los caprichos o la tauromaquia.

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