La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Abril de 1925, en crucero

El barco atraca en un muelle donde hay mucha gente. Cajas apiladas para el envío. Un gran dique detrás del que rompe el mar. A veces salpica a los que miran desde arriba. Magnífico el muelle con los fardos y la multitud. A la derecha del puerto hay un paseo amplio y sombreado. Los que no trabajan se apoyan en la pared.

La ciudad surge entonces de pronto. Colores planos y vivos, pero sobre todo planos. En la Plaza de la Constitución se venden hermosos paños chinos, hermosas cosas hindúes.

Vamos en coche con los Schnirlins y Froböses a La Orotava, al otro lado de la isla. Un chófer joven conduce de maravilla. No bebe. Está alerta, atento, tranquilo. Vemos camellos por primera vez. El viaje por el interior, hasta las alturas, es espléndido. Paisaje maravilloso. En La Villa, frente a La Orotava, el orfanato, donde las madres acuestan a sus hijos en una camita limpia, junto a la puerta, como en París. Después el torno gira hacia adentro y las monjas acogen al niño. Casas con muy bellas tallas en madera, de tipo morisco.

Hermosos patios por todas partes, donde viven las familias. La fuente está ahí, se bebe vino, flores, una galería recorre la parte superior de la casa.

La Orotava, cerca del mar. Vi el Jardín Botánico en el camino de vuelta. Trayecto largo junto al mar.

Al día siguiente en un autobús repleto de campesinas con cestos, hacia La Laguna. Desde allí caminé un poco hacia el interior. Una claridad del aire, un brillo, que recuerda al Alto Engadin. Un hermoso niño pide limosna. Karl lo acaricia y pregunta. «¡Chico, no debes!», dice Karl. El niño no se va y pide de una «manera tan tierna» (como dice Karl), que por supuesto le acaba dando algo.

Fui a un pueblo de pescadores con los Schnirlins. Gran pobreza aquí también, pero no tan terrible como en Câmara de Lobos, en Madeira.

El Pico de Tenerife, a menudo nublado. Cuando el día está claro, resplandece magnífico. Así me imagino el monte japonés.

Madeira con Funchal - Tenerife - los puertos, lo extraño oriental en el color - la belleza de la gente - la vegetación - todo es muy emocionante. A veces me siento como si estuviera borracha. Completamente. A ello se suma el vino, estupendo. Se olvida el hogar, se vive en lo nuevo. Gran deseo de que el viaje “a la India” pueda llegar a ser algo. Karl también suele estar borracho, por no hablar de los Schnirlins.

Salida desde Santa Cruz. Maravillosas estas salidas de los barcos, esta música, las ovaciones mutuas, la multitud en el muelle, la multitud arriba en el barco, este hola hacia arriba y hacia abajo, agitando pañuelos –y después de nuevo hacia adelante.

Compartir el artículo

stats