Canarismos

Por un garbanzo no se deja de hacer un puchero

El puchero es un suculento plato de la cocina isleña elaborado a base de garbanzos, carne, papas, batata, bubango (o calabacín), calabaza, habichuelas, col y piñas de millo tierno

Luis Rivero

Luis Rivero

Es común el recurso a las metáforas culinarias con el fin de expresar ideas generales que trascienden casi siempre al presupuesto alimentario al que se refiere. En este sentido, la metáfora es una herramienta que permite intuir una analogía entre cosas o ideas disímiles o, lo que es lo mismo, conecta espacios mentales diferentes pero análogos. En el empleo de la metáfora gastronómica parece ponerse en conexión el llamado «segundo cerebro» (como se le llama al estómago) con el «primero» (o cerebro propiamente dicho) que actuaría, por así decirlo, como caja de resonancia, como si mismo evocara memorias de sensaciones olfativas, gustativas, experiencias y emociones ligadas a la imagen ofrecida.

Son varios los ejemplos de dichos que se construyen sobre el tropo de una imagen culinaria para sugerir alguna semejanza con una idea general: «¡Qué dos cabezas pa(ra) un caldo (de) pescado!» que se emplea para referirse con ironía al carácter olvidadizo y poco seso de dos personas afines, comparándolo con la sustancia que las cabezas de pescado aportan al caldo en este plato de la cocina isleña (quizá referido a la aportación de fósforo y sus efectos benefactores sobre la memoria, como es creencia popular, al parecer, bien fundada); «al pan, pan y al vino, vino», se dice cuando se llama a las cosas por su nombre, esto es, decir las cosas claras, sin rodeos; «contigo gofio y cebolla» para expresar que cuando se está enamorado disminuye el interés por otras cosas; «piña asada, piña mamada», frase que aconseja acometer las tareas con diligencia y concluirlas a su debido tiempo.

Traducción

La frase proverbial «por un garbanzo no se deja de hacer un puchero» es probablemente la versión isleña del refrán castellano que dice: «Por un garbanzo no se descompone la olla», y que, en nuestro caso, se acomoda a la propia gastronomía canaria. El puchero es un suculento plato de la cocina isleña elaborado a base de garbanzos, carne, papas, batata, bubango (o calabacín), calabaza, habichuelas, col y piñas de millo tierno. El especial protagonismo que tienen los garbanzos entre los ingredientes de esta vianda es lo que justifica la construcción y sentido literal del dicho. Así este registro provoca una asociación inconsciente y automática entre la imagen que transmite y la idea conocida por el receptor del mensaje.

El presupuesto de empleo más corriente se da en contextos tales como la asistencia a una reunión social que exige nuestra presencia o bien la invitación a sumarse a una propuesta o secundar una idea que requiere la aportación o sostén de todos. Cuando se produce el abandono o la inasistencia de algún miembro, se da la ocasión propicia en la que se pronuncia la frase: «Por un garbanzo no se deja de hacer un puchero». Donde «un garbanzo» representa la individualidad, un individuo en singular o una opinión discrepante, el ausente, el que falta. «Un puchero» es genérico, todos, propósito que se persigue, pretensión, objetivo.

Ya se trate de un evento o celebración entre amigos o familiares en el que alguno, amulado, se desmarca, «se manda a mudar», «arranca la penca» o «se raja», es decir, declina la invitación u ofrece alguna excusa que justifique su inasistencia o simplemente da prioridad a otro quehacer que considera más importante. Puede tratarse también de una tarea que exige cierta dedicación, compromiso y consenso común, pero que «cuando hay que arrimar el hombro», cuando es el momento de tomar la decisión, «a la hora de la verdad», siempre hay quien «se echa para atrás». Ante estas situaciones, recurriendo al símil gastronómico «no se deja de hacer un puchero», se nos sugiere que esto no debe ser un inconveniente, pues lo sustancioso es «el puchero», lo realmente importante frente a la singularidad de un individuo («un garbanzo») es la mayoría, todos los presentes (que es «el puchero») y que, por tanto, se puede prescindir «de uno», de cualquiera. Ello para querer decir que nadie es imprescindible y que, por uno que no quiera o no pueda, no se dejan de hacer las cosas importantes.

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