El humor canario pierde a su maestro

Crónica a carcajadas de la canariedad

Manolo Vieira ha sido un cronista de la realidad del Archipiélago, incluso de la más dura, que relataba a través del humor y todos hemos asumido como propia

El emotivo homenaje a Manolo Vieira

Miguel Ayala

Miguel Ayala

Manolo Vieira logró convertir en risas las situaciones a priori más dramáticas de la realidad de Canarias, especialmente las vividas en los barrios humildes de todas las Islas. A carcajadas recibíamos las historias del vecino putero y borrachín; del hijo mariquita y artista; del otro que era un mariguanado; de la vecina mal hablada que le metía jaladas a sus hijos con la chancleta; de la tía solterona y josicúa que se las sabía todas o el cambullonero reconvertido en butronero porque de alguna manera había que seguir alimentando a sus ocho chiquillos... Leído así puede resultar una brutalidad y más ahora, en estos tiempos de lo políticamente correcto, pero lo cierto es que este señor de La Isleta que anoche nos dejó ha sido un cronista de la realidad del Archipiélago que relató a través de carcajadas.

Manolo lo fue todo en el mundo del espectáculo, un ámbito en el que se movió durante más de cuatro décadas como pez en el agua. Sus directos son míticos y no hubo hogar en la Canarias de los años 80 del siglo XX donde no hubiera una cinta de casette (hasta discos se publicaron) con los chistes de Manolo. Pero su éxito es de aquellos fraguados entre cubatas y el humo de los bares de las históricas noches del Puerto, en Las Palmas de Gran Canaria, unas veladas únicas que también reflejaban la mataperrería de una ciudad golfa pero noble; divertida y respetuosa pero sumamente socarrona. Es decir, una ciudad que reflejaba al propio Manolo.

¿Qué fue antes, la gallina o el huevo? No sabríamos ahora decir cuánto hay de situaciones reales en lo que Manolo Vieira contaba enfundado en su eterno chaleco negro pero la verdad es que sus historias las hemos asumidos como propias varias generaciones. Recuerdo compartir risas de niño con mi abuela en el salón de su casa; luego repetirlas con mi madre ya siendo un adolescente y más tarde partirme de risa con mis amigos de juventud. Y el hilo conductor de tantos buenos momentos era precisamente este señor de buen pelo y bemba prominente.

Es comprensible por tanto tener la sensación de que este miércoles todas y todos los canarios hemos perdido a un miembro de la familia. A uno de los nuestros. Así que por todo eso, gracias Manolo.