Entrevista

Pepón Nieto: "Hacer ‘¡Ay, Carmela!’ es una responsabilidad, un acto político"

El televisivo intérprete marbellí regresa este viernes a Murcia, al Teatro Romea, para llevar a escena un "clásico contemporáneo", ¡Ay, Carmela!, de José Sanchis Sinisterra

Pepón Nieto, observado por María Adánez, durante un momento del montaje.

Pepón Nieto, observado por María Adánez, durante un momento del montaje. / L.O.

Natalia Sánchez

El actor marbellí Pepón Nieto (Los hombres de Paco) pisará de nuevo este viernes el escenario del Teatro Romea de Murcia como coprotagonista ¡Ay, Carmela!, un «clásico contemporáneo» de José Sanchis Sinisterra que regresa a la primera línea de la mano del director José Carlos Plaza y gracias a una coproducción de Pentación Espectáculos y Producciones Faraute. El malagueño dará vida a Paulino, mientras que Carmela será María Adánez (Aquí no hay quien viva).

¡Ay, Carmela! ha contado con varias propuestas teatrales y una mítica película de cine –de Carlos Saura– protagonizada por actores muy conocidos (Carmen Maura, Andrés Pajares, Gabino Diego...).

Es que esta obra es un clásico contemporáneo. Porque su autor todavía vive y está escrita en los años ochenta, pero es un clásico. Y sí, por Paulino y por Carmela han pasado actores maravillosos, dado que son personajes muy apetecibles de hacer (además de que están muy bien escritos); tienen un texto muy hermoso que defender y resulta todo un placer poder afrontarlo. No obstante, debo de reconocer que, en un primer momento, y después de tantas buenas versiones, te planteas qué puedes aportar tú de distinto a este montaje...

¿Y qué hace a su Paulino singular?

Cuando haces una segunda lectura de la obra te das cuenta de que los clásicos también se interpretan continuamente y que lo que diferencian a los personajes son los actores que les dan vida. Al final, mi verdad es mía y solo mía, y eso es precisamente lo que yo puedo aportar personalmente al personaje. Mi emoción es diferente a la de otros actores y eso es lo que hace que mi Paulino sea único. Habrá otros compañeros que lo hagan maravillosamente bien, pero serán unos Paulinos distintos. Cada uno aportamos nuestra verdad, nuestra emoción y nuestro punto de vista al texto.

La obra la dirige José Carlos Plaza. ¿Cómo plantea él este montaje de ¡Ay, Carmela!?

Cada director elige desde qué punto de vista ataca este texto y qué es lo que quiere contar. José Carlos Plaza quiere retratar la crudeza de la guerra, y para ello quiere que los personajes sean como muy ‘despojados’. Tenemos una escenografía estupenda, pero María y yo siempre decimos que lo podríamos hacer en cualquier sitio, sin nada, porque hay una verdad en los personajes y en esta función que no necesita atrezo. Podría ser un espectáculo desnudo y se entendería perfectamente por la emoción de los personajes y de los actores.

Y por el texto.

Efectivamente. El texto es maravilloso; es muy fuerte y es a donde nosotros, los actores y el director, nos agarramos. Además, no hay nada fuera del texto que esté en la función; hemos sido muy fieles, hemos respetado hasta la última coma de José Sanchis.

¿Qué diferencia el montaje que defienden María Adánez y usted de los anteriores?

Confieso que no he visto otros montajes de ¡Ay, Carmela! No obstante, hay algo que merece la pena remarcar: nuestra función mantiene esa parte más cómica del texto, pero José Carlos no ha querido incidir demasiado en ello; no nos ha invitado a ser muy amables, sino, más bien, en que ¡Ay, Carmela! cuenta una situación terrible y que eso debía prevalecer. Me refiero a ese miedo, a esas bombas, esa hambre o ese frío que sufren los personajes de esta obra y que están presentes en el montaje de Plaza sin ninguna cortapisa.

El texto podría estar ambientado perfectamente en el momento actual.

Sí. De hecho, lo más duro de esta función es que es muy oportuna... Es lamentable que, hoy día, haya una guerra en Europa; una guerra que nos afecta a todos y que estamos viendo en vivo y en directo. Además, este país está muy polarizado con las ultraderechas y los nacionalismos, que vuelven a aflorar. Así que hay situaciones en el texto muy reconocibles y evocadoras de la situación actual.

Como actor, defender un texto que encierra tantas cosas... ¿qué implica?

Es una responsabilidad porque es un acto político. El teatro es política. Bueno..., todo en la vida es política. Hacer o no hacer, decir o no decir es, en sí mismo, un acto político. Esta función es muy comprometida en el sentido de que contamos verdades, y lo hacemos sin paños calientes (porque así lo escribió José Sanchis). Además, aquí el meollo, el germen de la función, es la memoria histórica; lo que en el fondo es curioso porque, cuando Sanchis escribió esto en los años ochenta, todavía no existía este concepto... No estaba institucionalizado, ni se hablaba de ‘memoria histórica’. No obstante, él dice que el gran precio que hemos pagado por estar en un sistema democrático es el olvido. Hemos olvidado y no hay que olvidar lo que pasó para no volver a repetirlo. En fin... No sé, quizá lo más duro de hacer este texto es eso, el compromiso con la memoria y con los cientos de miles de personas que hay todavía enterradas en cunetas y en zanjas a lo largo y ancho de este país.

Con esta representación donde los personajes son tan crudos, ¿están consiguiendo remover conciencias?

El público que acude a verla es muy variopinto: desde gente mayor que saben perfectamente lo que fue y significó la Guerra Civil, hasta jóvenes que han oído campanas, pero que no saben exactamente qué fue lo que pasó. Es muy curiosos porque, a veces, cuando acaba la función, nos esperan chavales de 20 años –que ya sorprende que gasten dinero en un montaje así– para decirnos que se han emocionado con la historia de Carmela y de Paulino. Yo me voy muy contento cada día cuando concluye la función.

¿Por qué?

Porque veo cómo el público se emociona y cómo, de alguna manera, nuestro trabajo trasciende. Y también porque es importante decir estas palabras, porque creo que es importante hacer este texto. No es una comedia –que yo las he hecho también y muy dignamente– donde el único pretexto es divertir al auditorio y que la gente se lo pase bien y desconecte durante un par de horas de su vida, es algo mucho más profundo. A mí, personalmente, me gusta más remover; ese es el teatro en el que yo creo. El teatro tiene que cambiarte por dentro, tiene que hacer que salgas de ver una obra de una manera distinta a como entraste. Y creo que en esta función sí se logra algo así, y esto es gracias a la dirección, al texto, al trabajo y al compromiso de mi compañera y al mío con el texto y con las emociones que sienten estos personajes. Por eso estamos disfrutando mucho sobre el escenario y con lo que se pasa en el patio de butacas.

Con María Adánez había trabajado con anterioridad, pero nunca habían hecho teatro juntos. ¿Qué tal está resultado la experiencia?

María es la gestora de este espectáculo. Ella quería hacer esta obra conmigo y así me lo comentó. Nunca habíamos hecho teatro juntos, pero sí hemos trabajado en televisión y en cine juntos. Nos conocemos mucho y tenemos muy buena relación, por lo que trabajar con ella es un regalo. Eso que se dice de que tu compañero es el 50% de tu trabajo en una obra de dos, donde tenemos que estar muy conectados y tiene que existir esa complicidad, es así, yo lo siento y ella también.

Habla del teatro como un arte que debe de remover conciencias. Como espectador ¿ese es el teatro que le gusta ir a ver?

A mí me gusta ir a ver todo tipo de teatro, pero, sobre todo, me apetece que me remuevan. Me gusta ver la sociedad y ver cómo somos a través de los personajes. El teatro tiene que ponerte ante un espejo de feria que a veces te deforma la realidad y otras veces es muy claro. Debe de ser un espejo de lo que pasaba y pasa en la sociedad y te debe ayudar a crecer como ser humano, como individuo y como espectador.

¿Y encuentra propuestas que se ajustan a estas premisas?

En España se hacen muy buenas obras y hay montajes muy comprometidos. Hay un montón de autores jóvenes que escriben propuestas muy interesantes, hay muchos actores y equipos jóvenes, lo que me hace pensar que el teatro está más vivo que nunca.

Explíquese.

En estos tiempos donde reina el audiovisual, donde puedes ver una película en un móvil en un vagón de tren y en el que la información te llega por mil sitios, desde las redes sociales hasta las páginas de Internet, el teatro es la única isla de autenticidad que queda, donde las cosas no están manipuladas. Te sientas y disfrutas de un hecho único que se hace para ti y para los espectadores que te acompañan, pues al día siguiente la función será otra. El directo, único y especial que tiene el teatro, yo ahora lo valoro mucho más. Lejos de que el audiovisual nos coma, lo que nos ha hecho es ser especiales. Es como los grandes almacenes y el pequeño comercio, que subsiste cuando se especializa para que lo que compres en él no lo puedas adquirir en una gran superficie. Nosotros somos el pequeño comercio y tenemos un valor añadido.

Fecha: Viernes, 20.00 horas.

Lugar: Teatro Romea, Murcia.

Precio: 18/20/22 euros.

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