Igualdad

Derribar estereotipos de género a ritmo de bachata

La profesora Rocío de la Torre promueve en sus talleres de baile dinámicas inclusivas en las que «no hay hombres ni mujeres» para desvincular el rol del baile del género

En Gran Canaria, cada vez son más las mujeres que optan por aprender a liderar en lugar de a seguir en los bailes latinos

Martina Andrés

Martina Andrés

En los bailes latinos como la bachata o la salsa, la tradición ha marcado que sea el hombre el que guíe y la mujer la que se deja guiar. En Gran Canaria, hay bailarines y profesores que están yendo más allá y están cambiando estos roles, para que las mujeres, si así lo desean, puedan ser las que llevan y los hombres los llevados. Un cambio que muestra como los avances sociales en materia de género también están calando en disciplinas artísticas como el baile.

En las clases de bachata de Rocío de la Torre «no hay hombres ni mujeres, hay leaders y followers». Líderes y seguidores. Esta terminología, que cada vez es más habitual en academias y talleres de baile, ha aterrizado de forma reciente en Gran Canaria. Donde antes solo se hablaba de «chico» o «chica» —siguiendo la tradición de los bailes latinos en los que el hombre manda y la mujer es mandada—, ahora se utilizan estos términos genéricos a los que les es indiferente el género. Ahora la mujer puede liderar y el hombre dejarse llevar. Y viceversa, claro.

Los roles de género están evolucionando en muchos aspectos de la sociedad (los cuidados, las profesiones, las relaciones de pareja) y el baile no se queda atrás. Todavía hay muchos estereotipos que derribar, tal y como indica De la Torre, pero poco a poco se va avanzando gracias a iniciativas como la que promueve en sus talleres.

Ella empezó a desafiar las costumbres establecidas gracias a una amiga a la que le daba vergüenza bailar y le dijo que «le hiciera de líder», rol que por lo general asumen los hombres durante el baile. Ahí se dio cuenta de que hacer de líder se adaptaba más a su forma de expresarse: «Yo soy un poquito bruta y hay un estereotipo de las chicas que bailan bailes latinos que es que tienen que ser súper femeninas, súper finas... Y yo soy todo lo contrario. Ahora se han abierto más puertas en ese sentido. Ahora ya no es que seas más femenina o menos, sino que lo que importa es que hagas una buena técnica con tu propia esencia. Pero cuando yo empecé no había tanta variedad. Y aquí en la Isla menos», cuenta la profesora y bailarina de bachata, a la que en su momento le costó mucho atraverse a sacar a mujeres a bailar en los sociales por el miedo al rechazo.

Los sociales de baile

Los sociales son esos encuentros en los que, en una rueda de canciones, se alternan la bachata, la salsa y la kizomba (baile proviniente de Angola) y decenas de cuerpos bailan al son de la música. Ya sea en el Hotel Occidental, en el bar terraza del Museo Elder, en la discoteca TAO o en el Kopa (antes de que cerrase), muchos son los adictos y adictas que no fallan a la cita y aprovechan para ir a bailar cuando el sol comienza a caer y las jornadas laborales también llegan a su ocaso.

En estos encuentros es el hombre el que, por lo general, saca a bailar a la mujer. Y después es él el que la guía a ella durante el baile. Esta era la esencia de la bachata en sus comienzos, cuando en la periferia de los bares y los burdeles de Santo Domingo (República Dominicana), allá por finales de los años 60, surgió este derivado en el que hay influencias del merengue, el bolero o el son cubano. «La de los bailes latinos es una cultura muy machista», indica De la Torre, que añade que «siendo una persona del colectivo y feminista, no podía con eso. Un maestro no te enseña solo técnica y conocimiento, también te enseña valores y estilos de vida, y el baile es un estilo de vida».

La historia de la bailarina Carlota García es similar a la de Rocío de la Torre. Cuando estaba empezando a bailar, se dio cuenta de que era incapaz de dejarse llevar. Y cuando aprendió lo necesario para ir a un social, también le daba vergüenza sacar a bailar a las mujeres. «No se veía, ¿una chica sacando a bailar a otra chica? Imagínate», relata. Y añade: «Hablar de líderes y followers en lugar de chico o chica es un cambio muy reciente, de un par de años. Ahora sí está más normalizado, se ve mucho más. Antes era una persona, dos, contadas. Ahora la gente se anima, pero antes ni se lo planteaban».

Carlota García bailando bachata en un social de baile.

Carlota García bailando bachata en un social de baile. / Pablo Ríos

Liderar para enseñar

A la canaria Belinda Robaina, profesora de bailes latinos, la opción de hacer de líder le llegó, como ella misma indica, «por obligación», para poder enseñar. «Hacía de líder para dar las clases y poco a poco me fue gustando. Yo disfruto y conecto con la música de una manera y cuando bailamos de follower tenemos que hacer lo que el líder indica. Al hacerlo como líder, indico yo la musicalidad que quiero. Te da libertad de movimiento y libertad de expresión», reflexiona.

Gracias a la existencia de modelos a seguir y a los avances sociales, las dinámicas dentro del baile están cambiando. Cada vez es más habitual ir a un social de baile y ver a dos mujeres o a dos hombres bailando juntos. «Hay una idea preconcebida con los bailes latinos», explica De la Torre, «como ya tenemos una idea prefijada, vas a hacer lo que socialmente se espera de ti y no entra otra idea en tu cabeza hasta que llega otra persona y te inspira a hacer algo diferente».

Tanto De la Torre como Robaina y García recalcan la importancia de desvincular el rol que se elige a la hora de bailar del género o de la sexualidad. Y en la misma línea discurre el discurso de Omar Méndez, bailarín y profesor canario afincado en Madrid que desde hace años hace de follower. «No hay que asociar el rol de bailarín o bailador con un género o una orientación sexual determinadas. Conozco a hombres heterosexuales que hacen de follower y a chicas heterosexuales que hacen de líder divinamente».

Méndez, al igual que De la Torre, destaca que suele ser a ellos a los que les cuesta más cambiar el rol. Entre términos como patriarcado o masculinidad frágil, el bailarín y profesor explica como «los hombres asocian el dejarse llevar como algo que pertenece al género femenino». En este sentido, De la Torre recalca que «no hay muchos hombres que hagan de follower», aunque lo intente en su talleres. «Pero vuelvo a lo mismo, es el estereotipo, es ese pensar 'si hago de follower, significa que soy gay'», añade. Robaina coincide: «No hay hombres que hacen de follower porque todavía está ese prejuicio de que si hacen de follower, significa que son gays, cuando simplemente es dejarse llevar y dejarse guiar por el otro».

Omar Méndez bailando bachata en un social de baile.

Omar Méndez bailando bachata en un social de baile. / Pilar Romina

A pesar de todo —la vergüenza de los comienzos, las miradas incrédulas, los comentarios de haters en redes sociales— De la Torre se muestra optimista, más aún viendo el panorama fuera de la Isla, donde la neutralidad de líderes y followers es cada vez más asumida. «Fuera de la Isla sí veo que hay más personas que se animan a eso, hay más profes que sí enseñan líder y follower y no hombre y mujer. También veo que en los sociales cada vez hay más chicas liderando».

A pesar del innegable aspecto tradicional de los bailes latinos en lo que a cuestiones de género se refiere, la evolución está llegando gracias a los avances sociales en otros ámbitos y, sobre todo, gracias a las personas que se acercan a los talleres y a los sociales a poner sus cuerpos en manos de desconocidos para disfrutar juntos de tres o cuatro minutos de expresarse y moverse al ritmo de la música.

Esta apertura es la que destaca Belinda Robaina a modo de colofón: «Casi todo el mundo que conozco en el baile tiene una mentalidad bastante abierta, bailamos todos con todos y tenemos ese concepto de disfrutar del baile de otra manera», concluye.