Entrevista | Pedro Pastor Cantautor

Pedro Pastor: «Nos está tocando vivir tiempos muy individualistas que traen muchas hostilidades»

El artista llega a Gran Canaria el 15 de septiembre con un concierto en la sala Alboroto

Antes la gira hará paradas en Lanzarote, Fuerteventura y Tenerife

El cantautor Pedro Pastor.

El cantautor Pedro Pastor. / LP/DLP

Martina Andrés

Martina Andrés

El cantautor Pedro Pastor Guerra (Madrid, 1994), llega al Archipiélago junto a Los Locos Descalzos, con los que lleva ocho años tocando, para cuatro conciertos en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife y Las Palmas. Hijo de Luis Pastor y sobrino de Pedro Guerra, la música está en su vida desde que nació. A su vuelta de las Islas volverá a meterse en el estudio para preparar su próximo disco.

¿Con ganas de venir a Canarias?

Pues claro, imagínate. Hace un año que no paso una semana con la abuela. Ya solo sea por eso... Uno siempre tiene muchas ganas, y poder tocar donde uno ha crecido y ha pasado parte de su vida es especial. Con la dificultad que siempre tiene.

¿Por qué tiene tanto protagonismo el Archipiélago en la gira?

Tiene que ver con la búsqueda y el empeño por nuestra parte de llevar el repertorio a Canarias, teniendo en cuenta que asumimos la dificultad que supone el mar de por medio a la hora de poder movilizar un concierto propio y autogestionado. Uno siempre tiene que estar muy atento, muy pendiente, y en este caso surgió la oportunidad, a través de New Event, que nos han invitado a hacer estas cuatro islas por primera vez con la banda. Supone un reto muy especial y, de alguna manera, un objetivo cumplido, algo que llevaba mucho tiempo queriendo hacer: poder ir a las Islas con todo nuestro repertorio, con la banda al completo y con todos nuestros instrumentos.

El último sencillo que ha publicado es Sacar La Rabia, en la que hablan de como a veces duele el mundo. Entiendo que usted saca esa rabia a través de la música. ¿Qué diría que le produce más rabia?

Yo creo que los seres que tenemos nuestra sensibilidad a flor de piel tenemos que lidiar con ello y hacerlo presente. Porque hay muchas cosas que nos enfurecen, que nos duelen, que nos debilitan, pero casi siempre el mecanismo de autodefensa es hacer que eso no pasa, esconder la sombra o esconder la oscuridad y los dolores. La canción lo que se refiere es a eso, que si tenemos cierta sensibilidad y, por tanto, compromisos sociales, es importante que también intentemos evacuar la rabia por algún sitio, conseguir liberarnos de ella, porque eso se va haciendo bola dentro y al final estalla y mancha. Más vale ir intentando gestionarla. ¿Qué es lo que más rabia me da? Hombre, muchas cosas. Nos están tocando tiempos muy individualistas que traen muchas hostilidades. El individualismo tiene mucha hostilidad porque supone el abandono de muchos territorios, de muchas poblaciones y de muchos sectores de la población en la que vivimos, que tienen que sufrir la precariedad hasta límites que rozan la falta de derechos humanos. Es muy difícil convivir en este mundo y tener esa sensibilidad intacta, no dejarte invadir por todas las cosas que nos suceden y que vemos que suceden a los que tenemos alrededor. 

Hablando de este compromiso social, usted tiene una faceta también activista. ¿Cree que el arte siempre tiene que estar vinculado a la denuncia?

Yo elevo la respuesta: creo que todas las personas deberían tener clara su responsabilidad civil. El mero hecho de coexistir en este planeta y en una sociedad creo que tiene una responsabilidad ineludible. A partir de ahí, cada uno se implica hasta donde quiere y cada uno tiene sus causas. Por supuesto que está buenísimo que tengamos distintas maneras de ver y pensar los territorios y la vida. Luego, con los pensamientos que son intolerantes con los demás, creo que la línea es más delgada. Pero claro que los artistas, al tener un altavoz y un micrófono y poder comunicarse con muchas personas de una sola vez en sus conciertos, en sus canciones, en sus obras artísticas, sean cuáles sean, en sus redes sociales, en sus plataformas de distribución... Yo creo que esa responsabilidad civil simplemente se amplifica, se hace mayor. Hay que ser consciente de eso. La puedes utilizar o no, yo ya ahí no me meto. Si un artista no quiere utilizarla está en su derecho de no hacerlo. Pero por lo menos hay que ser consciente de que tenemos ese privilegio y que hay otra gente que no lo está teniendo porque lo tenemos nosotros. Estamos ocupando un espacio.

En una entrevista a El Salto, decía que posicionarse políticamente de forma abierta le ha traído más alegrías que desgracias. ¿Sigue siendo así?

Lo que me hace es dormir bien por las noches. Creo que al final es lo más importante. Que uno esté contento y tranquilo con las decisiones que toma, con las palabras que utiliza y ser lo más coherente posible. Yo tengo unos pensamientos que se van transformando y cambiando, por suerte, porque soy una persona flexible en algunos puntos. Y dentro de ese vaivén he tenido bastante clara mi posición social en muchos aspectos. Si yo tuviera que esconder eso cada vez que alguien me pregunta o si yo tuviera que cortar ese flujo natural cuando me inspiro a la hora de componer canciones, si yo tuviera que anular esa parte de mí, dormiría muy mal por las noches. Sería una persona mucho más infeliz. A partir de ahí, que sea mejor o peor estrategia de marketing, pues yo tengo mis dudas. Obviamente, también es un nicho de público. También es dirigir tu mensaje. Pero cuando uno se moja políticamente está acotando su capacidad de llegar al público. Aunque el público es muy grande como para ponerse a pensar en eso. 

Hablando de inspiración, a la hora de componer, ¿quiénes son sus principales referentes musicales? 

A la hora de componer lo que más me inspira son las cosas que vivo, que me suceden en vivo, en persona. Musicalmente también. Me inspiro mucho en mis viajes. Ahora he estado cinco meses de gira en Latinoamérica y he compuesto la mayoría de las canciones de lo que va a ser el siguiente álbum, que estamos a puntito de grabar. En cuanto volvamos de Canarias, vamos a entrar al estudio. Las canciones ahí me han nacido viviendo la música. Es decir, por ejemplo, estoy en Uruguay y durante una semana veo a músicos tocar candombe que es un folclore uruguayo, el folclore principal que tiene que ver con la música afrolatinoamericana. Entonces yo escucho ese candombe y compongo un candombe. O en esas semanas, estoy escuchando mucha samba, porque en Uruguay escuchan mucha música brasileña. Entonces la estoy viviendo, ni siquiera la estoy eligiendo, me está llegando. Y a partir de ahí me surge la curiosidad de poder hacer algo parecido, con aires de samba brasileña. Mis vivencias van por ahí. Más que consumir artistas en mis auriculares y componer desde ahí. Nafta, que es una banda argentina absolutamente desconocida en Europa y que me encanta, aunque no tiene nada que ver con mi estilo, cuando yo me vuelvo loco con una banda así y trato de componer desde ahí, no me sale. Hay algo que no fluye naturalmente. Así que creo que es algo que tiene más que ver con el choque, con vivirlo, con experimentar la música. 

Hablando de géneros, ¿hay alguno que quiera explorar y todavía no lo haya hecho? 

Pues supongo que hay cientos pero creo que no los conozco. Por ejemplo, el candombe era un género pendiente pero nunca había intentado componer un candombe, aunque siempre he sabido que lo quería hacer. La verdad es que no lo intento hasta que no me encuentro con una persona que me enseña a tocarlo. A partir de ahí ya viene solo. Creo que mi búsqueda es al revés: se abre un camino y entonces lo toco. Creo que respeto bastante esa exploración natural de la música. Compositivamente, si tú estás forzando, es más difícil que te quedas satisfecho con el resultado. Hay que estar pendiente, siempre estudiando, siempre atento, siempre leyendo, siempre conversando, siempre llenando esa gaveta de ideas que cuando las necesites van a estar ahí, siempre alimentando esa fuente. Que el agua no deje de correr e intentar que surja de una manera natural y espontánea. 

¿Qué es lo que más disfruta encima del escenario? 

Es una experiencia inmersiva completa, es un ritual. No sé si hay algo más, pero lo que sí sé es que disfruto muchísimo encima de un escenario. Tengo esa suerte. Tengo compañeros y compañeras de oficio que son absolutamente talentosísimos pero que no disfrutan encima del escenario. Entonces eso dificulta mucho consolidar una carrera a largo plazo. Por pánico escénico, por repetición, por aburrimiento, por inseguridades, por todas esas cosas. Porque al final somos personas y cuando estamos encima de un escenario, por mucho que tengamos un personaje que defender, nuestras cabezas están ahí. Y si no somos capaces de controlarlas, es posible que nos haga no pasarlo tan bien. Esto pasa muchísimo. Yo por suerte, desde que lo probé muy muy pequeño, siendo un niño, me he sentido cómodo, muy cómodo. A veces incluso que más cómodo que en el escenario de la vida misma. Es verdad que muchas veces te abordan los pensamientos de que uno no es tan bueno...

El síndrome del impostor. 

Sí, yo también lo tengo, por supuesto. Pero realmente me siento bastante cómodo. Lo disfruto muchísimo. Con Los Locos Descalzos hace 8 años que tocamos, somos del mismo barrio de una ciudad de 80.000 habitantes, o sea que nuestra unión es absolutamente natural, nos llevamos muy bien y disfrutamos mucho juntos. Además hemos construido un público bastante amable. El hecho de ser una banda autogestionada desde el principio hace que las personas que se acerquen a tu contenido, de alguna manera, profundicen en él. No tenemos que pelear contra nada, no tenemos que convencer a nadie. Hemos llegado a tener a 200 personas en esta ciudad que pagan por vernos y eso es un milagro, es un regalo. 

¿Tiene algún ritual para antes de salir a dar un concierto?

Por supuesto. Pero no te lo puedo confesar porque es nuestro ritual (risas). Por supuesto que lo tenemos y es muy bonito. Nada, es una concentración que hacemos. Hermosa. Muy comunitaria. Intentamos salir muy cerca unos de otros energéticamente y emocionalmente. Eso se nota infinito. Cuando uno ha tenido un mal día con el otro, porque es normal, porque en ocho años pasa de todo en los viajes, la precariedad de las giras... Cuando hay algo que uno no ha sabido comentar o trabajar, se nota muchísimo. Quizá el público no lo nota, pero nosotros sí. Entonces es muy importante tratar de salir lo más juntos y conectados posibles. Hacer música en grupo es exactamente eso: estar todos en el mismo lugar, tocar al mismo tempo, con la mismas sutilezas y dinámicas... De eso se trata la música, de ponerse de acuerdo constantemente, segundo tras segundo.