Literatura

Archivo de invierno

Acerina Cruz se adentra en otra forma de hacer poesía distinta a ‘El pez limpiafondos’

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Archivo de invierno / Javier Doreste

Javier Doreste

Javier Doreste

Con El pez limpiafondos, Acerina Cruz nos deslumbró por la carga poética de sus textos y la pureza de sus versos. En todo el libro latía un profundo sentimiento poético. Pero con este nos ha sorprendido. Abandona el camino que abrió con el anterior y se adentra en una forma de hacer poesía distinta. Dividido en cuatro partes, el volumen nos cuenta la estancia de la autora en Salamanca, ciudad a la que se ha desplazado para estudiar.

La primera parte, titulada adecuadamente Meseta, describe el enfrentamiento con el nuevo paisaje, llano, mesetario, frio, distante; y sobre todo, sin mar. Ese mar cuya presencia nos es tan necesaria a los canarios: …por la mañana no sale sol/ mojado e inextinguible desde las olas/ sino incendiario y multiplicado/ sobre los trigales. O también: …en la sombra desvestida/ de los árboles/ entre las olas de frío/ que pasan en los trigales/ sin retroceder. En los dos poemas la figura de las olas se impone como un anclaje de la poeta a su realidad.

La imagen se refuerza por ese «sin retroceder» de las olas en los trigales. El mar siempre retrocede en las orillas. Acerina marca distancia entre su territorio y el que le es ajeno, la Castilla de las llanuras y, sobre todo en otoño e invierno, la del frío. Las partes segunda (El baile perpetuo) y tercera (Aguanieve) tratan de la vida de la autora en la ciudad universitaria. Borracheras, resacas, vómitos, amores efímeros, algún poema escatológico: No retener la orina/ de la decepción/ en la frialdad de la noche/ sentir la ardiente catarata/ erosionando la piel/ empapando los pantalones /… / Nada igual nada más gélido/ he sentido viva o estos otros: Sigo bebiendo más/ vino de cartón con cola/ entro en un bucle musical/ me lleno de humo/ el cubo de la basura no cierra/ el condón se derrama/ en el suelo pegajoso/ siento la lluvia en el río/ me aprieto y devuelvo en el retrete de rodillas/ duele deshacerse del vómito que pertenece al mundo. La cuarta y última parte (Al fondo y a la izquierda) encierra dos magníficos poemas, a modo de despedida: El último recuerdo que tengo/ es un puzle de mil piezas/ novecientas noventa / y nueve están perdidas / no sé qué voy a hacer hoy/ no sé qué voy a hacer aparte/ de hacerme realidad.

Puede que sientan ustedes cierto rechazo ante tanta escatología y citen como precursores a Verlaine o Rimbaud o al conde de Lautremont o incluso a Henry Miller, Joyce, Durrell. Autores que escribieron con desenfado sobre las noches de alcohol y sexo, sobre la bohemia. Pero no se habrán dado cuenta de que solo citan hombres.

Pues el mérito de Acerina Cruz es darle la vuelta al patriarcado e invadir las áreas típicas y tópicas de la masculinidad. El alcohol y el sexo efímero. Al escribir: Sumando todas las noches sueltas fuimos una pareja duradera. Una de las que más se amó. Yo te amé / sin amor y sin mi propio consentimiento. Se ataca directamente el amor romántico, como se habla sin tapujos de un aquí te pillo: El sexo sin tacto/ un golpe de vodka/ la noche irreversible/ una compañía fácil… Si estas cosas las escribe un hombre las vemos de otra manera.

Puede incluso que sonriamos y alabemos el desenfado o la sinceridad o la forma de escandalizar a los bien pensantes, que los autores lograron con sus obras.

Pero al ser una mujer quién escribe con esa brutal sinceridad nos estamos encontrando con una autora que toma el lenguaje y las ideas dominantes del patriarcado y les da la vuelta como a un calcetín, enfrentándonos con nuestras propias contradicciones y forzándonos a entender que las cosas han cambiado, que Acerina Cruz arrincona por este procedimiento de apropiación la doble ética, una para hombres y otra para mujeres. Un hombre que tiene un amor cada noche es un ligón, digo de ser admirado, una mujer es simplemente una zorra.

Contra esa visión nuestra poeta construye otro mundo, con las mismas palabras y formas de expresión tradicionales, pero dotándolas de un nuevo significado: Tu lengua y la mía / se probaron como se prueba/ un triángulo de queso/ en los puestos del mercado/ ¡Que pronto/ dejé de existir/ en tu boca! O todavía: Nunca te amé/ salvo dos horas/ ciento veinte minutos/ en que te mordí una herida.

Por supuesto que no es una precursora en esta operación de trastocación. Cecilia Domínguez, Tina Suarez, Macarena Nieves y otras han caminado por estos senderos. Tomar el lenguaje dominante y darle la vuelta. Lo que hacen los dominados con el lenguaje de los dominadores. Lo que reivindicaba Fernández Retama cuando hablaba de Calibán.

Pero con la brutal sinceridad, alejada de cualquier estereotipo de la feminidad, que lo hace entre nosotros Acerina Cruz, no creo que haya nadie. Es una operación poética que nos enriquece a todos. Se ajusta a lo que Ana de Miguel en su Ética para Celia reivindica: las cualidades son humanas, pero las reforzamos según la clasificación sexual. Mujer no se nace, nos hacen, de Simone de Beauvoir resuena todavía. Y ello es porque en los tiempos que corren, se hace más necesaria que nunca una ética no tan solo de resistencia sino también de combate por las ideas de la igualdad y la libertad. Carlos Marx afirmaba que el estado de democracia y libertad se podía medir en cualquier sociedad por la situación de sus mujeres. No es que fuera un adelantado feminista sino que pretendía la liberación de todos los seres humanos.

Acerina Cruz ha construido un poemario, más allá de sus intenciones, que reivindica la libertad de las mujeres, más allá de estereotipos, obedeciendo, quiéralo o no, a lo que Adrianne Rich definía como poesía: La poesía trastoca nuestras ideas sobre nuestras vidas mientras avanza a la par con otros empeños humanos.

Pero también nos conecta con quien somos: la memoria, las asociaciones, lenguajes olvidados o prohibidos. Y eso es lo que logra plenamente nuestra poeta. Trastocar nuestras ideas, las preconcebidas, las tópicas, conectándonos a la vez no sólo con nuestra memoria sino, sobre todo, con el lenguaje y con nuevos significados. Ayudándonos en el empeño humano de avanzar. Y con todo eso le da una bofetada al patriarcado que le agradecemos.