Cuaderno de viajes

De Timanfaya a Sion, el camino iniciático

El periplo desde Lanzarote a Suiza se presenta como una iniciación en el conocimiento de una materia que permanecía celada

Paisajes de Sion. | | LP/DLP

Paisajes de Sion. | | LP/DLP / Luis rivero

Luis Rivero

Luis Rivero

Sin dar crédito a las opiniones sesgadas del Wikipedia, acabaría por leerme enterito a Zecharia Sitchin. Después cayó en mis manos algún libro de Mauro Biglino y asistí a algunas de sus conferencias. Pero esto sucedería más tarde. Todo empezó por Italo Cillo, de cuya existencia sabríamos de manera un tanto singular. Estábamos de vacaciones en Lanzarote y durante una de las excursiones al Parque Nacional de Timanfaya, conocimos a Stefano, un italiano afincado en la isla. Stefano se revelaría como una suerte de mensajero que nos indicó el camino, nos proporcionó las coordenadas a seguir, como quien acompaña al no iniciado hasta el umbral de la puerta del templo en el rito de iniciación.

Fue como si se abriera ante nosotros una brecha en medio de los volcanes. Nos transmitió una sutil, pero valiosa información. Nos abordó en el pasillo del centro de interpretación como si nos estuviera esperando. Nos habló de una «dualidad» aparente del mundo (por existencia) y de las implicaciones que ello conlleva en la relación entre los individuos y entre estos y los fenómenos externos. Siendo aparente esta «realidad dual», en donde todo se nos presenta como separado, hay que trascender a ella. «¿Qué es el mundo tal como lo conocemos?, es una ilusión. Una ficción construida y alimentada por miles de años de falacias, donde todas las mentiras confluyen y derivan en/de una mentira universal. A lo que yo llamo: ‘la mentira originaria’ que tiene que ver con la ‘lógica escolástica’ que explica desde la cosmovisión y los mitos de origen de la raza humana hasta los mitos fundacionales de las distintas tradiciones. Todos los libros de todos los sistemas académicos tienden a dar una visión tendenciosa o distorsionada de la realidad y de la historia del mundo. Sobre ello, acaso puede arrojar luz la visión trascendente de las cosas y la propia mitohistoria. La valentía –continuo su razonamiento– está en preguntarse por la verdad sin temor a lo que se puede llegar a descubrir con la respuesta. Estas ideas que subyacen en esta visión ‘ilusoria’ del mundo se ha conformado con el tiempo en ideología dominante sobre la que se erige el frontispicio de las estructuras del sistema de poder».

Así fue como, en Lanzarote, comenzó nuestro peregrinar iniciático. Stefano nos habló de un tal Italo Cillo, un estudioso del budismo con una gran preparación filosófica. Italo era uno de los muchos exiliados italianos que huyendo de los saqueos del fisco a los pequeños emprendedores, se había refugiado en Malta. Cillo mantenía una comunicación continua con sus seguidores a través de la red donde colgaba diariamente un podcast sobre argumentos diversos de los que no hablaban otros bloger. Con gran sensibilidad y clareza hacía de ello una práctica dirigida a desvelar los entresijos y embustes que formaban parte del velo del sistema que encubría la otra verdad. Escuchábamos cada tarde el pódcast que publicaba Cillo, que seguía una frenética actividad de investigación para poner al descubierto una versión de la historia jamás contada.

Ya de regreso, continuamos la búsqueda por propia cuenta. Fue aquí donde tuve conocimiento de los trabajos de Mauro Biglino (autor del que, por uno de esos caprichos del destino, años más tarde me convertiría en traductor de su obra al español). Pero todavía me rondaba en la cabeza una idea fija: viajar a Sion. Sentía una extraña fascinación por lo que se ocultaba detrás de aquel nombre.

Sion no es la última plaza fuerte que ha quedado sobre la Tierra en la que se refugian los rebeldes en la trilogía Matrix, de los hermanos Wachowski. Ni tampoco es solo el nombre de una de las colinas que se alzan en torno a la vieja ciudad de Jerusalén. En medio de los Alpes suizos, en el valle del Ródano, hay una pequeña ciudad que lleva por nombre Sion. De esta había oído hablar a un emigrante ecuatoriano que trabajaba en la capital del cantón de Valais, en la Suiza francófona. Lo conocí en un viaje en barco desde Gran Canaria a Huelva. En las largas travesías en navío sucede algo extraño con las personas, tan pronto se muestran abiertas con perfectos desconocidos como dispuestos a contarte sus vidas. Quizás sea la cercanía del mar la que nos predispone y nos une como seres vivos compuestos de alrededor de un 60% de agua, lo que facilita que las relaciones fluyan superando la dualidad, la separación, a fin de cuentas estamos hechos de una misma sustancia. Desde entonces el nombre de Sion me siguió acompañando durante un tiempo.

Algo me decía que tenía que ir allí. De manera que un fin de semana, atravesamos los Alpes por el puerto del Simplón (Suiza) y nos fuimos hasta el Valais. Sion es una población a escala humana dominada por un viejo castillo medieval y una iglesia que cual centinelas parecen vigilar el devenir diario de la ciudad que se extiende a sus pies. El viaje a Sion lo recuerdo como si fuera un sueño. Como si todo, el hotel, la recepcionista, la camarera del restaurante, las comidas, las tiendas, las calles, los coches y los transeúntes, todos los elementos materiales que conformaban la realidad cotidiana, fueran irreales. Como si se percibieran a través de una pantalla con la imagen difuminada. Como si nosotros, como observadores, estuviéramos ausentes o asistiéramos a un espectáculo cinematográfico donde los actores, en realidad, no existen, sino que son una proyección de algo.

El castillo en lo alto de la colina de Sion junto a una iglesia plagada de espíritus se alzaban como una metáfora cuya lectura nos dejaba entrever una «fuerza» dominante apoyada en un doble pilar basado en la coacción, del imperium o poder terrenal, cuya larga sombra alcanza todo y se cobija en la Iglesia, en la teología que da cobertura ideológica a su imposición. Presentándose como un simbolo de la relación histórica de privilegio entre los «dioses» y la realeza al objeto de perpetuar su poder terreno. Este «sistema» piramidal trasciende a cualquier forma o estructura de gobierno, incluso a las formas «alternativas», puesto que la dualidad es solo aparente y todo es lo mismo. Las estructuras gubernamentales obedecen, con más o menos concesiones, a un mismo interés: el del auténtico poder a la sombra.

Ya de regreso a casa, se sucedieron las lecturas de Mauro Biglino, las Crónicas de la Tierra de Zecharia Sitchin y otros autores, seguidas de interesantes reflexiones y debates. Desde la perspectiva que da la distancia en el tiempo, el periplo recorrido desde Lanzarote a Sion se presenta como una suerte de iniciación en el conocimiento de una materia que hasta entonces había permanecido celada. Las consecuencias inmediatas fueron el desplome del frontispicio en que se sustentaba el núcleo ideológico y los fundamentos de las creencias se hundieron bajo nuestros pies, pero, afortunadamente, la búsqueda de la verdad sigue siendo como un pack de supervivencia.

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