Teatro

'¡Ay, Carmela!'...para recordarlo todo

Intuimos que no estamos tan lejos de estos dos personajes que nos invitan a revivir nuestra historia para no caer en el error de ignorar lo que está ocurriendo

Una escena del montaje ‘¡Ay, Carmela!’ que se representó el pasado fin de semana en el teatro Cuyás .

Una escena del montaje ‘¡Ay, Carmela!’ que se representó el pasado fin de semana en el teatro Cuyás . / LP / DLP

En un modesto escenario de un teatro vacío, decorado con telones, cuadros y enseres comienza la interpretación un inmenso Joaquín Notario dando alma a Paulino, un pobre actor itinerante, vestido casi con harapos, que tras un trago de vino de garrafa cree estar viendo una alucinación. Contempla como entra Carmela, interpretada por una chispeante María Adánez, vestida con un discreto traje de calle. Así comienza la acción en la versión de ¡Ay Carmela!, que se representó el pasado fin de semana en el teatro Cuyás.

En la guerra Civil española, esta pareja de actores republicanos decide pasar al bando nacional para comprar morcillas. Son detenidos y forzados a actuar ante el ejército nacional, «formado por moros, italianos y alemanes», dice con sorna Carmela. Uno de los números es una burla a la bandera republicana. Aparecen a la derecha del escenario las siluetas de seis milicianos de las brigadas internacionales. Van a ser fusilados mañana y como gracia se les permite asistir al espectáculo. 

Carmela no puede soportar la desazón de contemplar a los condenados y boicotea la actuación. Entona junto a los milicianos la popular canción republicana El paso del Ebro y despliega la bandera tricolor alrededor de su cuerpo desnudo evocando la imagen de la República. Algarabía, pasos marciales, voces de mando y disparos. Carmela es fusilada junto a los milicianos. En el epílogo aparece un Paulino solitario y derrotado, barriendo el escenario, que para sobrevivir lleva una camisa azul, y limosnea al alcalde un puesto de conserje. Pero se produce el milagro, el fantasma de la alegre Carmela se le aparecerá siempre que el teatro esté vacío. ¿Y para qué?. Para recordarlo todo.

¿A quién? A nosotros... y a los que vayáis llegando... Recordarlo todo. Gracias a Carmela, que viene del lado de allá, conocemos que allí casi no hay nada, que lo poco que hay es de secano, árboles hay pocos, y todos mustios, los ríos secos, hay gente, pero no hacen nada, solo se rascan, que aquello es muy grande, se habla muy poco, lo que se dice es «Mal año», «Vaya con Dios» y «Menudo culo». Que cuando estemos allí no nos dolerá nada, porque se nota uno como adormilado, besos no se dan, los muertos no se besan, y lo más importante, que allí no manda nadie.

No se siente envidia, ni rabia ni miedo, a lo sumo se siente algo de pena. Que aquello es como un cruce de vías de tren, sin estación, tan solo una caseta en medio de un descampado. Y Allí uno se va borrando con el paso del tiempo, lentamente, hasta desaparecer. 

Una descripción del otro lado genial, con connotaciones surrealistas a lo Antonio Tabucchi, observado por la noche a través de unas gafas de sol con las lentes sucias y ralladas. En la obra se utiliza de manera muy efectiva la contraposición. El bando nacional contrapone al republicano. Carmela representa la valentía, Paulino la cobardía. El apoyo de Alemania e Italia contra las brigadas internacionales. El Romancero gitano de Federico García Lorca frente al Romance de Castilla de Federico de Urrutia. Las canciones populares de ambos bandos. Se enfrentan las banderas, la tricolor republicana aparece al comienzo, pequeña, casi un trapo, agujereada, y la usa Carmela para abrigar a Paulino. Le sigue una enorme bandera nacional, con el águila de San Juan, el yugo, las flechas y el non plus ultra, flanqueada por dos grandes banderas, la Italiana y la nazi. Acaba con una bandera Republicana que utiliza Carmela como vestido.

También prolifera la utilización de elementos, El membrillo, símbolo del amor y la fecundidad, y el conejo de buena suerte y prosperidad. Referencias lorquianas como la aurora, el sueño, hormigas, blanco y agonía. Carmela canturrea aparentemente con inocencia «¡Ay, mamá Inés! ¡Ay, mamá Inés! Todos los negros tomamos café». Café es el acrónimo de Camaradas Arriba Falange Española, palabra en clave que utilizó el General Gonzalo Queipo de Llano, ordenando «dar café, mucho café» a Federico García Lorca, cuya presencia no se ve pero se siente en la obra. ¡Ay, Carmela¡ es un texto vivo, con ritmo y velocidad, que mantiene la atención y tensión en todo momento.

Presenciamos la dureza e incertidumbre de la vida de los actores, intuimos que no estamos tan lejos de estos personajes, se reivindican como nuestro pasado, nuestra historia, y desde allí, del otro lado nos invitan a recordarlo para no caer en el error del enfrentamiento o de ignorar lo que está ocurriendo. 

Sigue teniendo vigencia a pesar del paso del tiempo y casi cinco décadas de democracia.

Suscríbete para seguir leyendo