Literatura

Cerveza de grano rojo

Por su juego literario, su concepción del lenguaje y su estructura, la novela de Rafael Arozarena es hermana de obras como ‘Rayuela’, de Cortázar y ‘Larva’, de Julián Ríos

Cerveza de grano rojo

Cerveza de grano rojo / Javier Doreste

Javier Doreste

Javier Doreste

He aquí una de las principales novelas de la literatura canaria y, si se me permite, de la literatura en español. Por su juego literario, su concepción del lenguaje y su estructura es hermana de obras como la Rayuela de Cortázar y la Larva de Julián Ríos. Artefactos poéticos, narrativos, cargados de símbolos, divertimentos culturales, irreverentes la más de las veces, que llevan al lector más allá de lo que su supone debe ser una novela. Creo que se puede afirmar que esta novela es la máxima expresión de lo que el grupo de Fetasa, como se llamaban esos iconoclastas tinerfeños, entendía como arte. Surgieron a mediados del siglo pasado, víctimas de la barbarie cultural franquista. Crecieron en el páramo cultural que significaba la dictadura, sin vinculación directa con el pasado artístico de la isla, excepto por sus contactos, estrechos, con Westerdahl, Minik y García Cabrera. Algunos han llamado a esta generación la del bache y, otros, la generación escachada.

Pues eso significó el inicio del genocidio de 1936, el aplastamiento, escachamiento, de la cultura en las Islas y en el resto de España. Miles de enseñantes fueron expulsados de las escuelas, institutos y universidades españolas. Encarcelado, purgado, asesinado y forzado al exilio según los casos, el cuerpo docente y científico español se deshizo como un azucarillo. El peso de la iglesia, autentica vencedora cultural de la guerra, aplastó, escachó, cualquier iniciativa disidente o renovadora en el ámbito de la cultura, mientras ejército, policía y falange eliminaban a la clase obrera. Ni que decir tiene el retroceso brutal para los derechos de la mujer que significaron los 40 años de dictadura.

En este opresivo ambiente Rafael Arozarena, Isaac de VegaAntonio Padrón, Francisco Pimentel y Antonio Bermejo con algún otro forman el grupo Fetasa como tertulia y grupo de trabajo en torno al arte, la literatura y la cultura en general. El nombre, el propio Arozarena lo explicó varias veces, no significaba nada en concreto. Era una palabra fuera del léxico, inventada, con el objeto de no tener nada que ver con la cultura oficial, la dominante.

Publicaron poesía, cuento, pintaron y dibujaron completamente ajenos a los circuitos oficiales de la cultura insular. Dieron la espalda a la siniestra realidad del momento. Esto no implica que se consideraran por encima del mundo. Todo lo contrario. Buscaban el mundo real, el de los pescadores, los campesinos, la gente normal, que con sus miserias, su trabajo y sus alegrías constituían un universo diferente por completo al pregonado desde las atalayas oficiales, los juegos florales y los coros y danzas del movimiento. Lo hicieron con riqueza de léxico, imaginación y rigor filosófico.

Como Arozarena explicaba en una entrevista: Dentro de un universalismo rechazábamos el regionalismo recalcitrante y manejábamos más el surrealismo y la abstracción, pero con una fuerte carga humana. Al contrario de lo que algunos han interpretado, se trata de obras muy cercanas, nada elitistas pero, eso sí, exigentes con el lector.

Y de repente Arozarena publica Mararía, novela poética en su escritura pero tremendamente real en lo que describe. Obra que arremete contra el machismo y el racismo circundante, que reivindica el papel de la mujer más allá del de simple musa del artista, en lo que se diferencian de los surrealistas y novela de éxito que pone en primer plano a su autor. Lo pone en el centro del huracán de la cultura y hace que todos hablen de él y su obra. Todo ello dentro de la lógica de la excelencia como novela que significa Mararía.

Tiempo después Arozarena publica Cerveza de grano rojo, título sacado de El libro de los muertos, y que ni en su estructura ni en su léxico tiene nada que ver con la anterior. Es como si el autor diera un salto, que no una pausada evolución, en su concepción del arte de narrar. Y no deja de ser, asimismo, lógico. Mararía es una novela con historia y argumento, con una estructura clásica de novela. Planteamiento, nudo y desenlace. Maravillosamente escrita, casi un hermoso poema en prosa, pero, a pesar de todo clásica. Rupturista con el costumbrismo al uso tanto por su contenido como por su forma pero, clásica. Y como fetasiano, Arozarena se da cuenta que puede caer en la complacencia y renunciar a la libertad absoluta del creador. Entiendo que Cerveza de grano rojo es la reacción del creador para no caer en la complacencia a la que el éxito puede arrastrarle y para seguir reivindicando esa libertad de creación.

Es una novela que no se supedita al tiempo ni a la historia. Contiene varias historias que se van entrelazando, variopintos personajes que circulan entre los dos protagonistas principales, si puede decirse así, Isatus y Ra, trasuntos de los propios Isaac de Vega y Rafael Arozarena. Personajes que cambian de nombre a lo largo de las páginas.

Obra cargada de metáforas hermosas: Observé un rebaño de nubes aborregadas; balayos de uvas rebosantes de preciosa pedrería… conversaciones literarias y filosóficas entre los dos amigos; con la presencia oscura de Santa Cruz de Tenerife y La Laguna opuesta a la luminosa de Igueste de San Andrés que aparece con el nombre de Sonora o Salmor según los casos. Con situaciones producto de sueños, alucinaciones y delirios producidos por el alcohol, mezclando realidad soñada con vivida y recordada. Pero que se lee una y otra vez, disfrutando del dominio del lenguaje, la destrucción de la literatura manida y manoseada, obligando a retroceder algunas veces, pues el torrente creativo del autor hace que en algún momento tengamos que detenernos para tomar aliento.

Pese a lo que parece complicada e idealista, Cerveza de grano rojo es una obra con los pies en la tierra, vinculada a los hombres y mujeres de la isla. No solo por hablarnos de las poblaciones que hemos mencionado, sino porque se mete con alguno de los iconos de la cultura popular como cuando ridiculiza al almirante Nelson o la paz de los cementerios en la retaguardia durante la guerra: Lo que te digo. Es una suerte que la cosa nos haya pillado en estas islas de paraíso. Aquí la guerra es nada. / “Toda posguerra es así, más innoble aún que la propia guerra”. O también: El cura pidió el oro de las aldeas cercanas y aparecieron centenes de Cuba y soles del Perú. Había que ganar la guerra y el cura recogió las prendas de las esposas de los pescadores y hasta los dientes de los indianos. (…) A ellos, los feligreses, explicarles como el mar, que es azul, jamás olvidaría aquel rasgo y en el futuro estaría de peces a rebosar. La guerra y la posguerra recorren sus páginas, anclando la obra entre nosotros.

Nadie puede acusar a Cerveza de grano rojo de obra elitista, quizás de difícil para la lectura habitual, como puede ser difícil la lectura de las mencionadas Rayuela y Larva o el Ulises de Joyce. Pero eso lo único que hace es dotarla de más valor y el esfuerzo narrativo de Arozarena debe entenderse como el esfuerzo de crear una obra que rompiera con los límites de la cultura oficial abriéndonos puertas de libertad en la lectura. Ese esfuerzo dio un magnifico fruto y por eso volvemos de vez en cuando a leerla y por eso se la recomendamos.