El fútbol ni es una ciencia exacta ni es una disciplina que atienda a razones lógicas. A veces, en esto del balompié, no gana el equipo que mejor juega. Tampoco el dinero, para poder reclutar a los mejores futbolistas, garantiza alcanzar el éxito. Incluso, en más de una ocasión, figurar sobre el terreno de juego con superioridad numérica no vale de mucho. Y ahí, en lo inexplicable, en asuntos tan indescifrables que se salen casi siempre de lo común, reside parte del encanto de este delicioso juego inglés.

Ganó ayer la Unión Deportiva Las Palmas al Real Valladolid (2-0) porque así lo sentencia el marcador, por detalles que jamás se convertirán precisamente en doctrinas, leyes o conocimientos de una ciencia exacta. Ni siquiera siguió el sentido común. No pregunten por qué, ni siquiera cuestionen cómo lo hizo para atrapar una victoria que se resistía. 105 días después, tras 14 jornadas de ruta por un páramo desapacible, el equipo amarillo venció. Valen como aclaración, para detallar el triunfo, algunos trazos de brocha gorda: las facultades de Mariano Barbosa para contener al adversario, la candidez del propio Real Valladolid, las roscas que describe Pedro Vega desde la banda izquierda, la ubicuidad de Josico y un chispazo lleno de talento de Armiche.

Con poco, pero con todo merecimiento, ganó la UD Las Palmas. Resulta indiscutible, eso sí, la victoria de un equipo que, por primera ocasión en lo que va de curso, fue capaz de mantener su portería imbatida en un encuentro disputado en el Estadio de Gran Canaria, dominio en el que -hasta ayer- cualquier equipo era capaz de marcar desde la ley del mínimo esfuerzo. Daba igual el pelaje del rival. Todos mojaban ante un conjunto, el amarillo, que apuntaba a ruina total desde su endeblez a la hora de proteger su propio arco.

Crece, se levanta, la Unión Deportiva de Juan Manuel Rodríguez desde atrás, desde la defensa, que no es poco. Una línea de cuatro futbolistas por delante de Barbosa, con pocas alegrías para los laterales, marca el paso de esta UD Las Palmas no muy lejos de la frontal del área con un desafío muy evidente: no convertir la espalda de los centrales en campo de cultivo para los atacantes del contrincante de turno. Y en esa tarea, la de sujetar el impulso ajeno, colabora el resto del once. Bregan los elegidos para el doble pivote -Josico, Vicente, primero, y luego Pollo-. Remaron en las bandas los extremos -Sergio, Pedro Vega y Armiche-. Y pelearon en la presión los delanteros -mucho Javi Guerrero y poco un pesaroso Jonathan Viera-.

Gol esclarecedor

Así, encogida hasta recular unos cuantos metros, se deslizó la UD Las Palmas más de 40 minutos de juego mientras el Real Valladolid, en plan cacique, dominó como le vino en gana la pelota. Movió el balón el equipo pucelano de banda a banda, al toque y en desplazamiento largo ante el equipo amarillo que, bien encorsetado, no dejó ni un solo hueco por el que permitir que el rival le metiera mano.

Todo -pelota, ritmo y tiempo- se agitó al son que fijó el Real Valladolid hasta que, de manera incomprensible, una simple jugada, una sencilla ráfaga de aire, un solo movimiento bien coordinado por la UD Las Palmas, desbarató la escena por completo. Ruymán vio un hueco y soltó hacia allí el balón, donde lo recogió Pedro Vega para, acto seguido, soltar un centro tan perfecto que Josico, de excursión imprudente, remató con tanta violencia como acierto para batir a Javi Jiménez (1-0).

El gol fortaleció el método de la UD Las Palmas, que multiplicó sus esfuerzos en parapetar a Barbosa e improvisar para lanzarse hacia la meta del Real Valladolid. Ayudó en la tarea la entrada en circulación de Pollo, tan generoso en el esfuerzo que permitió a Vicente Gómez neutralizar a Nafti en la medular.

Durante mucho tiempo, durante una cantidad ingente de minutos, no pasó nada en el Estadio de Gran Canaria. En el empeño de trasladar y tocar la pelota del Real Valladolid, la UD Las Palmas gozó desde el orden y el sosiego. Justo hasta que Armiche cogió el balón, perfiló un destello electrizante para dejar atrás rivales en el área y cruzar, en la salida del guardameta, la pelota hasta cobijarla en la raíz de la portería pucelana.

No hubo más, sólo detalles, anécdotas de un ritual. Pero vale para que la UD Las Palmas gane. Son las cosas de Juan Manuel Rodríguez. Esto es fútbol.