Honor es un término en desuso. Un concepto que nos retrotrae al siglo XVII cuando los mosqueteros de la corte de Luis XIII luchaban contra la tiranía del cardenal Richelieu. Valentía, autoconfianza, disciplina, esas eran algunas de las características para formar parte de los Mosqueteros del Rey, la legendaria compañía de infantería francesa que fue magistralmente llevada a la literatura por Alejandro Dumas a través de personajes mágicos como Athos, Porthos y Aramis y, por su puesto, D'Artagnan.

El célebre "todos para uno y uno para todos" no es sino el reflejo del FC Barcelona actual. Pep Guardiola ha hecho un equipo de autor. Ha aplicado con acierto los valores de los mosqueteros a un equipo de fútbol y lo ha convertido en el mejor del universo del balón.

Este Barça va más allá de lo que se ve sobre el terreno de juego, trasciende la técnica y la táctica exquisitas. Para lograr éxitos además de un líder eficiente hacen falta cualidades que lo hagan excepcional. Y los azulgrana se apoyan en otra característica en desuso, el altruismo. Muchos convendrán que los futbolistas de Guardiola se parecen mucho más entre sí que los jugadores del Real Madrid. Esa normalidad en las relaciones, esa ausencia de ornamento público, también los hace únicos. Convierte a Leo Messi, el mejor jugador del planeta, en un correoso defensa o permite que Xavi Hernández se remangue en cada acción para robar la pelota.

El Barcelona, al igual que los valerosos mosqueteros, juega por honor. Porque quiere mantener intacta la idea de juego que han abrazado desde edad embrionaria en La Masía. Porque en el fútbol sí importa el espectáculo además del triunfo. Porque defiende el axioma holístico: todos juntos somos mejores que cada uno por separado.