La hazaña de la reina de los mares cumple veinte años. Patricia Guerra Cabrera, regatista grancanaria de la Clase 470, que conquistó el oro en los Juegos de Barcelona 1992, junto a Teresa Zabell -patrona-, sigue figurando como la única campeona olímpica en la historia del deporte canario. La gloria, que conquistó como tripulante hace dos décadas, podría ser igualada por la competidora de Arguineguín Tara Pacheco, actual campeona del mundo de 470 y gran favorita al oro en la cita de Londres.

De Guerra a Pacheco. Un viaje en silencio por un deporte que ha brindado siete títulos al Archipiélago. Guerra, que debutó en Seúl 1988, junto a Adelina Mimi González -y donde firmó el décimo puesto- evoca con emoción su tesoro. "Han pasado tantos años que lo contemplo con admiración. Los Juegos de Barcelona fueron muy estresantes; diez días de tensión y en donde te jugabas el esfuerzo de ocho años de trabajo. El premio de la medalla fue bonito para un deporte como la vela, que no cuenta con un gran seguimiento. Barcelona fue muy especial, salió todo perfecto y eso que empezamos con problemas -fueron descalificadas en el primer día de competición por fuera de línea-. Tras 20 años lo aprecias y recuerdas con cariño; aunque hubo años en los que no quise pensar en el tema".

Al igual que Pacheco, que afronta los Juegos de Londres como actual campeona del mundo de la Clase 470, Patricia Guerra tuvo que convivir en Barcelona con la presión de ser la favorita a la corona. "La vela pasa desapercibida en los años previos a unos Juegos. Federaciones y autoridades se acuerdan porque al final da medallas. Llegamos a Barcelona tras tres años espectaculares. Fuimos como campeonas de Europa y del mundo. Teníamos esa presión de ser las mejores. Aparecen los periodistas y la presión mediática. Es algo a lo que no estás habituado".

A la hora de dar consejos a Pacheco, Guerra apunta como determinantes la calidad de los materiales y competir con frialdad. "Que sigan enfocadas; con la mente clara y que ahora decidan el material. Lo importante en vela es adquirir velocidad y regatear bien. Si no, las rivales te comen en Weymouth ", concreta.

Para la campeona olímpica en Barcelona 1992, las opciones de Pacheco, que compite junto a Betanzos, y la pareja grancanaria Onán Barreiros y Aarón Sarmiento -también en 470- son notables. "Es clave llegar en buen momento. Y que te acompañe la suerte. Son muchos días de competición; una regata por jornada te exige lo mejor. Se merecen ganar y quedar bien. Llevan cuatro años de trabajo durísimo. Y claro que soy optimista. Creo en ellos".

Sin reconocimiento

Guerra cuestiona la repercusión de su conquista. "He satisfecho todas mis expectativas y cuento con el consuelo de haberme dedicado con pasión y llegar al máximo (...) No se ha valorado suficientemente. En otras comunidades se le ha dado más relevancia. Hemos pasado desapercibidos, yo desde luego".

Sobre si considera que su oro es silencioso, Guerra responde con contundencia. "Pues sí, totalmente. He tenido reconocimientos pero en otro nivel -institucional-. Se dice y con acierto que nunca sabemos valorar lo que tenemos en casa", manifiesta en su residencia familiar.

Su participación en Seúl y en Barcelona ha dejado un álbum eterno y en tres dimensiones. La reina de los mares los detalla con una memoria fotográfica. El más importante, se forja en el Estadio Olímpico de Seúl y en la ceremonia de inauguración. "Fue un momento increíble, la conexión de la vela con el público es cero y aquello sí me llegó. El estadio se te venía abajo, una imagen difícil de olvidar. En Barcelona, recalco el ambiente familiar de la Villa. Vivías al lado de la zona de regatas, sin tener que pasar por la locura de la ciudad".

De 'Mimi' a Zabell

Dos citas olímpicas y con dos regatistas diferentes. Guerra analiza sus etapas de competición con nostalgia. "Fueron diferentes pero con la misma ilusión. En Seúl, fue la primera vez que el 470 femenino era olímpico y venía de navegar con Mimi en 420 como amigas. Íbamos primeras y destacadas en 470; lo afrontas como la primera olimpiada y te impresiona. Pero pagamos la novatada. La Federación no tenía la inyección económica que luego sí hubo para Barcelona (...) Luego Mimi decidió no seguir navegando y a mí me apetecía ir a otros Juegos. Coincidí con Zabell y la dedicación ahora sí fue exclusiva. La beca ADO fue la gran diferencia. Antes de 1992, las ayudas eran mínimas".

Luis Doreste y Roberto Molina abrieron el camino de oro en Los Ángeles 1984. Josele Doreste, Seúl 1988, Luis Doreste y Domingo Manrique, Barcelona 1992, y Fernando León, Atlanta 1996, conforman el podio junto a Guerra. Olimpo de gloria con siete títulos. Un continente en el que reluce el coraje eterno de la reina de los mares. Diosa con relevo. "Confío en Tara", sentencia.