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Baloncesto Eurocup

Un intento de revolución

Eulis Báez enrachó 12 puntos casi consecutivos en el tercer cuarto para soñar con acercarse al Khimki

Eulis Báez bota el balón. QUIQUE CURBELO

Hubo un momento donde el CB Gran Canaria creyó. Unos minutos donde el Herbalife se quitó los complejos, miró a los ojos al Khimki, un equipo fabricado para ganar esta competición, y encaró frente contra frente el partido. Convencidos de que tutear a los rusos era posible, el Herbalife Gran Canaria reaccionó.

La encarnación del espíritu del Gran Canaria, ése que le ha llevado durante todos estos años a tachar retos en su lista, como acceder a las semifinales de la Copa del Rey y de la Liga Endesa o colarse en la final de una competición europea, volvió a estar presente en la cancha. El símbolo que encarnó los valores más añejos del Granca, arropado por casi 10.000 personas que nunca dejaron de lado al Herbalife, fue el dominicano Eulis Báez. Los dos equipos volvieron del descanso separados por una distancia de seis puntos. Una ventaja a favor del Khimki que se redujo nada más empezar el tercer cuarto. Ahí apareció Báez para lanzar un triple desde la frontal, un clásico del jugador caribeño y reducir la distancia en el marcador a sólo tres puntos. O lo que es lo mismo, un ataque amarillo. Fue la mecha de un arreón que permitió soñar al Herbalife Gran Canaria. Una explosión que envalentonó el corazón del Gran Canaria Arena.

Empezó entonces un tramo donde el dominicano, con el orgullo por bandera y la confianza que puede aportar colar en un aro tan peleón como el del Khimki un triple, voló con todo el equipo en la espalda para sostenerlo. Un paracaídas que sostuvo el ánimo de doce jugadores. Porque el Khimki demostró que en un pestañeo te pueden sacar del partido y, por ende, de una final. La cantidad de recursos que maneja su entrenador, Rimas Kurtinaitis, es tan profundo que pueden hacer de cualquier intento de reacción una mera quimera.

Aún con esas cartas sobre la mesa el Granca aguantó el tirón sostenido en Báez. Todo fajándose con dos hombres enormes en la zona, tanto en sus características físicas como en sus condiciones como jugadores: Paul Davis y Sergei Monia. En ese momento de furor, donde todo estaba de cara para Báez, no supuso mayor problema. En la cara de Davis, un pívot que ayer se mostró intratable con una superioridad casi infinita, Báez machacó el aro ruso. En el intento de cortar esa canasta se llevó la falta de Davis. El Herbalife seguía en el partido con Báez en plena exposición de recursos. El tiro libre no fue un problema. La racha del ala-pívot continuaba. Mantener el acierto que el Khimki exponía en el parqué del Gran Canaria Arena se antojaba demasiado complicado.

Sin embargo, ahí estaba otra vez Báez con ocho puntos casi consecutivos en un par de minutos que permitían al Herbalife creer en que alcanzar en el marcador al Khimki era una posibilidad factible, un anhelo que pasaba por el acierto, la defensa y esa ayuda casi divina que se precisa para que interfieran en los lanzamientos de un rival de la entidad del Khimki.

Un salvavidas

La distancia del partido seguía en tres puntos (43-46). Un tanteo en contra que permitía al Herbalife seguir en el partido. El flotador de Báez seguía ahí para evitar que el Granca se ahogara ante la eficacia que no paraba de mostrar el Khimki. Otro mate más. La marea amarilla del Arena, compungida con cada lanzamiento del Khimki, también se agarraba a Báez, uno de los privilegiados de la plantilla que junto a Brad Newley y Tomás Bellas, han vivido las mejores cotas del Herbalife en su historia, con las semifinales de ACB y Copa del Rey más esta final en su vitrina de grandes momentos.

El aguante del dominicano se mantuvo una canasta más. Otros dos puntos para sumar 12 en el tercer cuarto casi de forma consecutiva -sólo interrumpidos por una canasta de Kyle Kuric-. 12 puntos que contrarrestaron el poder ofensivo del Khimki y mantuvieron con esperanzas a todo un equipo, a toda una afición y a toda una Isla que vivía pendiente de su Herbalife. Con el 47-49 en el electrónico, la mínima diferencia de la que disfrutó el Khimki durante el partido, Báez cerró el grifo.

El dominicano, con la seguridad de que iba a anotar cada una de sus canastas, se fue camino del banquillo. Enrachado, el entrenador amarillo, Aíto García Reneses, decidió sacarlo de la pista. Una decisión que descolocó al Arena. Su momento acabó y también el intento de revolución amarillo, que se abocaba sin remedio a la férrea dictadura del general Khimki.

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