Tenis

El boicot que hizo temblar Wimbledon

Se cumplen cincuenta años de la edición más gris del torneo londinense cuando una sanción al croata Pilic derivó en la renuncia a participar de casi todos los cabezas de serie y grandes favoritos a la victoria

Nikola Pilic.

Nikola Pilic.

Juan Carlos Álvarez

Cincuenta años se cumplen de una de las rebeliones deportivas más importantes de la historia, de uno de esos momentos que cambiaron las cosas para siempre y han conducido al deporte a lo que es hoy en día. Sucedió en Wimbledon en 1973, provocó la edición más descafeinada del legendario torneo, pero consiguió su objetivo de que el tenis no volviese a ser lo mismo..

El origen de todo hay que buscarlo en 1968 cuando se inicia la era open en el tenis. Cuatro años después nace la Asociación de Tenistas Profesionales (la mundialmente conocida como ATP) para unir a los jugadores en una plataforma común que se preocupe por defender sus derechos y acabar con muchas de las arbitrariedades que existían. Hasta ese momento los torneos tenían el absoluto control a la hora de configurar sus cuadros y en muchos casos prevalecía la fama o las relaciones personales para jugar en determinados lugares más que el estado de forma o los resultados conseguidos a lo largo de los últimos meses. Existían las clasificaciones de tenistas pero eran diversas e incluso contradictorias. La ATP entre otras cosas pretendía unificarlo todo alrededor de una clasificación que fuese indiscutible y aceptada por todos los estamentos tenísticos (jugadores por supuesto, torneos y la Federación Internacional que gobernaba con mano de hierro el tenis). En agosto de 1973, poco después del Wimbledon de la discordia, nació al fin la clasificación mundial unificada que tuvo en principio un formato mensual y no semanal como la conocemos ahora.

Pero la ATP, además de la clasificación mundial, tenía otros objetivos. Ese mismo año, el famoso 1973, se había creado en Estados Unidos una especie de Liga que trataba de emular el sistema de competición que funcionaba en otros deportes profesionales. Lo llamaron el World Team Tennis y tuvo una vida corta aunque ayudó a alterar el escenario en el que se movía el tenis en ese momento. Era una liga de dieciséis equipos formados por seis jugadores cada uno que se disputaba a lo largo de cinco meses del año. La ATP tampoco es que lo viese con demasiada alegría porque podía suponer una importante amenaza para los torneos de toda la vida, los grandes clásicos del calendario, cuya fortaleza pretendían cuidar. Pero el principal problema era la Federación Internacional de Tenis, con sede en Wimbledon, que cuidaba de forma celosa de los intereses de las federaciones nacionales y de los torneos y estaba lejos de ser una institución dialogante.

Nikola Pilic en 1975.

Nikola Pilic en 1975.

La llama la prendió Nikola Pilic, un jugador croata, que advirtió de que priorizaría una competición con incentivos económicos que una cita para defender a su selección. Avisó de que si avanzaba en un torneo de dobles que se disputaba en Montreal se negaría a participar en la eliminatoria de la Copa Davis que debía enfrentar a Yugoslavia contra Nueva Zelanda. Y así fue. Pilic renunció a jugar para su país que perdió aquel enfrentamiento disputado en Zagreb. Aquello hizo estallar de furia a su propio tío, Dusan Kovac, que era el presidente de la Federación Yugoslava. En aquel momento para jugar los torneos de Grand Slam debías estar a buenas con la Federación Internacional y con la de tu propio país porque eran ellos los que formalizaban las inscripciones. Esa era precisamente una de las cuestiones arbitrarias contra las que quería luchar la ATP. La Federación Yugoslava sancionó a Pilic con nueve meses sin disputar torneo alguno. Eso no le impidió acudir a Roland Garros –donde llegó a la final contra Nastase–, porque ya estaba inscrito pero en París comenzaron los truenos que acabarían en tormenta en Londres poco después. La Federación Internacional ratificó la sanción y la ATP se puso en contra de forma radical porque defendía el derecho a que los tenistas eligiesen su calendario y tuviesen la potestad de renunciar si así lo consideraban a disputar eliminatorias de la Copa Davis. En el fondo también pretendían establecer ellos mismos sus propios órganos disciplinarios para que los castigos no dependiesen también de las federaciones.

Una vez finalizado Roland Garros comenzó el fuego porque Pilic, uno de los mejores jugadores del mundo en ese momento, no podía jugar en Wimbledon y la recién creada ATP decidió que era el momento de dar un golpe en la mesa y hacerse respetar. Su presidente Cliff Drysdale y el extenista Jack Kramer eran sus cabezas visibles y no tardaron en mostrar su solidaridad con Pilic. Anunciaron que boicotearían la edición de Wimbledon de 1973 si no se levantaba el castigo al jugador croata. Aquello era un órdago muy serio porque atacaba a las viejas estructuras del tenis en su lugar más emblemático, en el centro de todo su universo.

Durante la semana previa al comienzo de Wimbledon se vivió un absoluto terremoto, con los hoteles de los tenistas siendo testigos de multitud de reuniones de los protagonistas. El jueves anterior, ante la negativa de la Federación Internacional a levantar el castigo a Pilic, el consejo de la ATP se reunió para decidir si iban adelante con su boicot a Wimbledon. Eran siete miembros entre los que se encontraban dos de los mejores jugadores del momento: Arthur Ashe y Stan Smith (que debía defender el título logrado en 1972 y que no era partidario del boicot aunque dejó claro que acataría la votación del consejo de la ATP). La votación incluía también a los británicos Mark Cox y John Barret y al estadounidense Jim McManus. Los ingleses y Stan Smith votaron en contra; Ashe, McManus y Kramer lo hicieron a favor. Con empate a tres la decisión quedaba en manos del presidente de la ATP, Cliff Drysdale, que se abstuvo sabiendo que el empate significaba que la moción era aprobada. El boicot iba adelante y Wimbledon se enfrentaba a una crisis mayúscula.

Pilic, a la izquierda, junto a Ashe y Stan Smith conversan con Jack Kramer en las reuniones previas a Wimbledon.

Pilic, a la izquierda, junto a Ashe y Stan Smith conversan con Jack Kramer en las reuniones previas a Wimbledon.

Durante los dos días siguientes a la votación de la ATP un total de 81 jugadores anunciaron su renuncia a jugar esa edición de Wimbledon. Doce de los dieciséis jugadores que habían sido anunciados como cabezas de serie dijeron que no y dejaron el torneo completamente devaluado. La ATP sancionó con multas económicas a los pocos miembros de su recién creada asociación que decidieron jugar el torneo. Uno de ellos fue el rumano Ilie Nastase que alegó haber recibido órdenes directas del dictador Ceaucescu pero eso no le libró de ser castigado. Los cuatro primeros cabezas de serie, tras la acelerada reconversión del cuadro, fueron Nastase, Kodes, Roger Taylor y Alex Metreveli. Para completar el cuadro la organización tuvo que incluir a los veintiocho jugadores que salieron de la previa y cincuenta “lucky losers” es decir, jugadores que habían sido eliminados en la previa pero que encontraron un hueco en el cuadro final del torneo. Una situación terrorífica. Encontraron hueco un joven que no formaba parte de la asociación llamado Bjorn Borg (primera presencia en Wimbledon), viejas glorias como Petrangeli o Fraser y jugadores que representaban a países del este de Europa para quienes no existía elección a la hora de pertenecer a una asociación de jugadores profesionales.

El torneo contó sin embargo con un fuerte apoyo popular. Los ingleses, tan suyos y azuzados por la prensa del país, vieron en el boicot una amenaza a sus esencias más sagradas. Los jugadores, etiquetados de peseteros en los tabloides, ponían en riesgo uno de sus tesoros, uno de los acontecimientos que les hacen sentir orgullosos y acudieron en masa a las pistas de Wimbledon y fueron especialmente cariñosos con los pocos jugadores de la ATP que se habían saltado el boicot. Pero a la hora de la verdad el espectáculo fue muy discreto, el peor que se había visto en Wimbledon. Solo Borg, que llegó a cuartos de final, le dio un aire ilusionante al torneo. Sin los grandes especialistas, el checo Jan Kodes, un jugador de tierra, se llevó la victoria tras imponerse en la final a Metreveli. Poco después la Federación Internacional hizo oficial que reducía la sanción de Pilic a solo un mes para evitar que se viviese una escena parecida en el Open USA que se jugaba al final del verano. Reforzada por lo sucedido en Wimbledon la ATP no tardó en llegar a un acuerdo con la Federación Internacional para establecer las reglas que gobernarían el tenis para siempre. Cincuenta años se cumplen este año de aquel boicot aunque Wimbledon, tan cariñoso y ceremonial con los aniversarios redondos, es posible que no tenga ganas de recordarlo.

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