Las imágenes resultan añejas, demasiado folclóricas, tan típicas que ahora, con el paso de los años, rechinan, como si ya no formaran parte de la realidad. Cada una de estas viejas postales que guarda el Museo del Traje de Madrid sobre Canarias se parecen a esos desgastados álbumes de fotos antiguas que siempre terminan perdidos en algún cajón. Al abrir estas páginas, primero llega ese aroma dulzón y penetrante como si alguien hubiera esparcido bolitas de alcanfor sobre estas fotografías coloreadas. Después, casi de inmediato, a medida que se van pasando las hojas se percibe esa mezcla de nostalgia y de vergüenza ajena, como si aquellas poses, aquellas chicas en biquini que se tiraban sobre la arena dorada de Maspalomas no formaran parte de la historia del turismo en el Archipiélago.

El historiador Gabriel Betancor del Archivo de Fotografía Antigua (Fedac) del Cabildo de Gran Canaria recuerda que el negocio de las postales existe en Canarias desde el siglo XIX. Mediante esta serie de imágenes sugerentes se trataba de dar a conocer las peculiaridades del Archipiélago, una tierra lejana y ciertamente desconocida que podía llamar la atención de los más avezados europeos dispuestos a visitar y quedarse en este territorio de la ultraperiferia. Como hicieron durante un largo periodo los británicos, dejando en islas como Gran Canaria y Tenerife su enorme influencia desde la arquitectura al deporte.

El turismo

Tanto en los fondos de la Fedac como en los archivos de imágenes históricas que guardan en Memoria Digital de Canarias y de Lanzarote aparece una rica y variada colección de fotografías con las que se recupera en cierta medida ese pasado lejano y reciente, sobre todo si se tiene en cuenta que algunas de las postales que se encuentran en los fondos del Museo madrileño, que depende del Ministerio de Cultura, fueron adquiridas a mediados de los ochenta del siglo XX.

El Museo del Traje de Madrid también acoge al centro de investigación del patrimonio Etnológico de España. Esta área se encarga de recuperar y enumerar los espacios, construcciones e instalaciones, objetos y documentos de toda índole, actividades y manifestaciones inmateriales que alberguen o constituyan formas relevantes de expresión de la cultura y modos de vida. En el caso de Canarias aparece esta colección de postales, adquiridas por la entidad entre los años sesenta y principios del siglo XXI y que representan sin duda una especie de memoria visual de aquellas imágenes que rondaban por el mundo y que exportaban esa realidad editada y ciertamente exótica que se ofrecía de las islas. Al final se trata como señala Gabriel Betancor de "satisfacer la mirada del otro, se le da lo que quiere ver". Entonces lo que más atraía de aquel Archipiélago, situado entre tres continentes, y cercano a África, era ofrecer el sueño de poder vivir la gran aventura, entre desiertos dorados, animales exóticos y la posibilidad de disfrutar del sol de una manera muy liberal, de ahí, la aparición meditada de esas chicas en biquini.

Con la llegada de los primeros visitantes de forma especial a Gran Canaria y Tenerife, sobre todo a las zonas turísticas de Maspalomas y el Puerto de la Cruz se produce el gran despegue del sector. En esas poblaciones, el turismo y sus derivados se convierten en la piedra angular. Se olvida o se deja a un lado otros modos de vida. El trabajo esencial, el que se vislumbra como el más prometedor y fructífero tiene que ver con las grandes ventajas de atrapar a los visitantes, que decidan quedarse unos días y sobre todo que lleguen a desear volver a Canarias contando aquella realidad de postal.

A los europeos del norte les atrae la luz, lo exótico, aquello que parece diferente. Y así aparecen en la mayor parte de postales los camellos, como animales que invitan a la aventura, a realizar excursiones extravagantes. Entre todas las tarjetas que conserva el Museo destaca la de las dos chicas en biquini que descansan plácidamente sobre la arena del desierto de Maspalomas. Y junto a ellas, los dos camellos y el señor, totalmente vestido, con su ropa habitual de faena, incluido el sombrero, ajeno a la diversión, mirando al horizonte. Como el más fiel y serio de los guías.

Betancor llama la atención sobre lo que deja entrever esa imagen, Canarias se vende como un paraíso, de dunas interminables, y las chicas que toman el sol, casi como un decorado más de todo lo que el visitante puede encontrar en ese viaje. Resulta un anuncio habitual de aquella época, que aún hoy se repite, con ese trasfondo machista, "mira todo lo que te espera en las Islas", señala Gabriel Betancor, "a través de las postales se trata de ofrecer lo que el visitante espera encontrar".

Aunque con el paso de los años, las fotografías que inundan los estancos y que los extranjeros compran como recuerdos o para enviar a su familia y amigos tiene poco que ver con la realidad de las islas. El historiador Gabriel Betancor recuerda una imagen que hay en los archivos de la Fedac, "aparece lo alto de la loma desde el que podía verse el viejo Estadio de la UD Las Palmas, pues ahí también colocan un camello, la imagen es potente, aunque no era real".

También sorprende que en el Puerto de la Cruz se hicieran excursiones en camellos por el centro del pueblo. Da la impresión, que estos animales, que durante años se utilizaron para el campo, sobre todo en Lanzarote, después con la llegada de los turistas permanecieron en las postales, y no dudaron en colocarlos donde fuera. Y así en esta colección no dejan de aparecer, a veces sin motivo aparente.

Lo típico, lo folclórico se estira sin miramientos. Aunque esa realidad editada tenga ya poco que ver con la sociedad insular. Tal vez entre las postales que guarda el Museo del Traje llama la atención y provoca cierta nostalgia la que recoge la fotografía de un pescador delante del dedo de Dios en Agaete. Además, la imagen aparece coloreada en tonos azules, y así la instantánea retoma una visión más tenue, más dulce. En cierta medida esta postal representa un viaje a través del tiempo. Resulta un descubrimiento impagable sobre todo para los grancanarios, que nunca olvidarán aquella tarde del 28 de noviembre de 2005, cuando la tormenta tropical Delta arrancó su uña de cuajo, dejando al Roque Partido sin una parte esencial de su silueta.

En el caso de los fondos del Museo del Traje existen problemas a la hora de establecer la fecha exacta de cuándo se realizó la instantánea, sobre todo porque en líneas generales la adquisición de este material, que llega a través de la compra en subasta o por el propietario que la ofrece a Cultura, es siempre muy posterior.

Otra de las postales que resultan más sorprendentes es la que recoge la imagen de doña Valentina Hernández, la de Sabinosa en compañía de unos danzarines. La voz de Valentina forma parte de la historia del folclore de las islas. Natural de Frontera, gracias a ella se impulsó la música herreña que se dio a conocer en el resto de Canarias, e incluso en el resto de España. Su nana, esa manera especial y particular de cantar ese arrorró ha quedado para siempre en la memoria de muchos.

Dedicatorias

En esta lista de postales que conserva el Museo del Traje, y que se pueden ver, previa petición, también hay que detenerse en las dedicatorias de la gente que compró y envió estas misivas. En general siempre se quedan maravillados con las islas. Durante los años sesenta y también setenta, la mayoría del turismo peninsular venía de vacaciones a Gran Canaria y a Tenerife y desde ahí se hacían excursiones de un día o dos a otras islas. Sobre todo a Lanzarote y a La Gomera, hay que recordar que en aquellos años el gran problema era los medios de transporte. Después, con la irrupción de Manrique y la llegada de las desaladoras, la isla de los Volcanes se convirtió en un destino aclamado por la mayoría.

Además, de destacar la belleza, uno de los grandes atractivos de viajar a Canarias era la posibilidad de comprar manteles, tabaco, y todo aquello que les resultaba más barato y que también al venir de las islas tenía ese halo de exótico, de distinto. Y así informan a sus amigos de los regalos tan estupendos que podrán ver a su vuelta.

Afortunadamente con el paso del tiempo, las imágenes que aparecen en estas postales típicas han dejado paso a otras. Ahora sobre todo se ofrecen escenas del Roque Nublo o de la Playa de Las Canteras y en Tenerife del Teide. Resultan tan contagiosas, que hasta los propios canarios si tuvieran que quedarse con un lugar, en muchos casos, señalarían una de estas fotografías de postal.