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Resurrección en Vegueta

El historiador Laforet recuerda en un artículo "escenas dantescas" que tuvieron lugar en el cementerio del barrio

Resurrección en Vegueta

Durante largos periodos de la historia, siglos XVIII y XIX, las islas sufrieron dolorosas epidemias que provocaron gran número de fallecidos. Además de tener que enfrentarse a la peste negra o a la fiebre amarilla, estas calamidades llegaron acompañadas de las consiguientes hambrunas que minaron a la población. En realidad se vivieron tiempos de zozobra en el que todos temían que el vecino les contagiara alguno de estos males. Lo que creó situaciones tan terroríficas como las que llevó a gran parte de la población en 1851 a huir al interior de la isla tratando de evitar el contagio de una de estas epidemias mortales.

Las Palmas de Gran Canaria no escapó de estas congojas y como recoge en el artículo El cementerio de Vegueta y las epidemias en Gran Canaria el historiador Juan José Laforet se vivieron "escenas dantescas, a las vez que surgieron rumores y leyendas conmovedoras que permanecieron en la memoria popular grancanaria".

Una de estas historias que circuló por la Isla relata el caso de una niña que "tras pensarse que había sido víctima del cólera fue trasladada al cementerio, donde se la dejó en una habitación para que fuera enterrada al día siguiente".

Y como relata Laforet, con el paso de las horas, "despertó del coma en el que se encontraba sumida, y tras beber abundante agua de un tonel que tenía a mano se encaminó a casa de sus padres en la calle Canónigos, en la actualidad López Botas, en medio de una noche ya de por sí bastante oscura. Su madre al abrir la puerta cayó fulminada de un infarto al encontrarse con la figura de la hija que creía muerta y enterrada".

Se abre Vegueta

Precisamente para acoger a la gran cantidad de fallecidos que provocó aquella sucesión de epidemias, en 1811 se promueve de forma urgente la apertura del cementerio de Vegueta.

Juan José Laforet señala en su artículo que las autoridades se vieron obligadas a buscar una solución ante "la acumulación de cadáveres en las iglesias y sus entornos, como el que existió en la trasera del abandonado convento de Santo Domingo" y que podían haber provocado la aparición de otras enfermedades.

De esta forma, el cementerio de Vegueta, hoy declarado Bien de Interés Cultural, no sólo acoge a personajes ilustres de la sociedad grancanaria sino que también sirvió para enterrar a todos aquellos que en época de epidemias y hambrunas sufrieron una muerte atroz.

El proyecto de este camposanto, como recuerda Laforet, al que se accedía por un camino de plataneras desde la plazoleta de los Reyes, tiene un pórtico de arquería y frontón, obra del escultor José Luján Pérez.

El primer enterramiento que se efectuó en este cementerio, que al principio se llamó San Cristóbal, fue precisamente el de varios fallecidos a causa de la fiebre amarilla. Cuenta Juan José Laforet que esta epidemia llegó a la isla a través de un contingente de prisioneros franceses que habían sido detenidos en la batalla de Bailén. Y que habían permanecido en la ciudad confinados en las dependencias del Hospital de San Martín, a partir de ahí la enfermedad se extendió sin remisión.

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