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Las cartas del mayordomo Silvestre Izquierdo

La Laguna conserva las cartas que envió a su patrón entre 1769 y 1786, en donde daba cuenta de lo que sucedía en el caserío

A diferencia de otros medianeros, Silvestre Izquierdo demuestra tener una gran capacidad de descripción además de mostrarse capaz de responder con cierta sorna al que entonces fue propietario de los terrenos del caserío de Las Palmas en el macizo de Anaga, Juan Bautista de Castro.

En la obra Cartas de medianeros de Tenerife (1769-1893) de José Manuel Hernández se recogen estas 138 misivas. Escritos tan sorprendentes como ricos por su vocabulario y por la manera en la que este hombre de campo, nacido en la Victoria de Acentejo, logra dibujar la realidad de unas familias sin demasiados recursos.

José Manuel Hernández, gran conocedor de estos fondos documentales, que permanecen en el Archivo municipal de La Laguna, considera que las cartas de Silvestre resultan mucho más amenas y entretenidas, además de representar una imponente aportación del vocabulario del español de Canarias que se hablaba en esa época con términos que se siguen utilizando.

Izquierdo no sólo le cuenta al señor la cantidad de cereales, o si ha estado bien la cosecha de cañas de azúcar. También se detiene en aspectos tan concretos como los nuevos tipos de papas o de peras que aparecen en los terrenos.

Como simple ejemplo hay que reseñar las notas que envía el 3 de noviembre de 1769, donde menciona dos tipos de variedades de peras: la de buen cristiano y la parda: "[?] lleva mi antonio 6 dosenas de peras de buen christiano de las quales son una dosena delomo de la palma q. manda tio perera y los otras sinco dosenas son de la cañada de lo q. hase mi compadre Salvador y los demas q. ban pardas son las q. degaron en la breña [...]".

Pero ahí no queda todo, sorprende la manera en la que Silvestre Izquierdo le responde a su señor, cuando éste le dice que por qué no aumenta las plantaciones y entonces Izquierdo le contesta de manera irónica y certera que ya le gustaría a él, porque aumentaría su parte, pero que aquello no da más.

Al tratarse de un medianero, en realidad él recibía la mitad de la cosecha, por lo tanto no tiene el menor inconveniente en hacerle saber a Juan Bautista Castro las dificultades de hacer lo que le pide.

También resulta llamativa la carta número 133, en la que el mayordomo lamenta que el "amo" les haya enviado un chico para que les lleve determinados encargos y Silvestre le responde lamentando que la situación en el caserío es tan mala que no tiene ni para darle de comer al muchacho que el señor acaba de enviar con sus recados.

La realidad es que a través de estas 138 cartas de este mayordomo de Las Palmas de Anaga se puede entrever la circunstancias de una vida dura, en medio de un espacio alejado y que sólo gracias a la maestría de Silvestre se puede ver, como en un catalejo, cómo era la vida en el siglo XVIII en los medios rurales de Tenerife, y seguramente de Canarias.

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