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Ciencia

La ‘figura’ de la tierra

Desde los tiempos de los griegos clásicos distintas observaciones afirmaban que el mundo en que vivimos es una esfera | Los cálculos de Eratóstenes y Ptolomeo sirvieron para que Colón y Magallanes se equivocaran en sus viajes a marítimos

La ‘figura’ de la tierra

«Las observaciones por sí solas no pueden conducirnos a la verdadera figura de la Tierra, y, por tanto, es necesario combinarlas con el principio de la gravedad universal», (Pierre Simon de La Place en ‘Memoire sur la Figure de la Terre’, siglo XVIII).

Que la Tierra puede pasar por plana es algo evidente. Sin embargo, desde los tiempos de los griegos clásicos distintas observaciones nos decían que el mundo en que vivimos es una esfera. Para Platón, por otra parte, no podía ser de otra manera ya que ese era el sólido perfecto: la Tierra estaba obligada a ser una esfera. A partir de ahí, y con muy poca evolución de fondo, Eratóstenes en el siglo III a.C. o Ptolomeo, algo después, calculan el tamaño del mundo, lo que servirá para que Colón o Magallanes se equivoquen en sus viaje a las Indias o a las Islas de las Especies. En todo caso, este asunto se resolvió por la vía de los hechos a lo largo del siglo XVI.

En las primeras décadas del siglo XVIII, hace por tanto 300 años, una preocupación que ocupaba el tiempo de los mejores científicos europeos era sobre cuál sería la forma real de la Tierra. Por una parte la visión de Júpiter a través de los telescopios que nos daba una imagen no perfectamente esférica, por otra la incipiente mecánica de fluidos y, por último, la teoría de la gravitación universal enunciada por Newton (Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, 1687), habían convencido a la mayoría de los sabios de la época que la Tierra no era esa esfera perfecta de la que hablaba Platón. Nuestro mundo tenía que estar algo achatado por los polos debido a las fuerzas centrífugas producidas por el giro del planeta, Huygens (1629-1695), o bastante por las fuerzas gravitatorias introducidas recientemente por Newton. Los ingleses, apoyaban desde el comienzo a Newton un científico hermético pero potentísimo en sus descubrimientos.

Para complicarlo más, Cassini II (1677-1756), director del Observatorio astronómico de París y persona del máximo prestigio en su época, escribió en 1713 que la Tierra es como una elipse cuyo eje mayor es el eje de la Tierra y su eje menor el diámetro en el Ecuador. Es decir, nuestro planeta es un esferoide achatado en el Ecuador, como un melón apoyado en uno de sus dos extremos. Lo contrario de lo que pensaban Huygens y Newton. Cassini imponía la fuerza de las observaciones al mundo de la física teórica. Los científicos franceses estaban próximos a Cassini.

Para solventar el asunto, que tenía poca importancia práctica pero era fundamental para entender el universo que es en lo que se distraen los sabios, la Academia de Ciencias de París decidió medir para poder comparar un grado de meridiano en distintos lugares de la Tierra, así sabríamos si estaba achatada por los polos (mucho: Newton o poco: Huygens), por el Ecuador (Cassini y otros muchos, sobre todo franceses) o si era una esfera perfecta (Platón y multitud de gentes). El terraplanismo ya había pasado a la historia.

Se tenían medidas del arco de meridiano que pasaba por París, a los dos lados del paralelo a 45º norte, realizadas por Cassini, padre del anterior citado, para la construcción del mapa de Francia encargado por Luis XIV, pero no eran suficientemente exactas para los fines que ahora se pretendían y habría que repetirlas. Y también había que averiguar cuánto mediría el grado de meridiano en el ecuador y en el polo para saber como era el elipsoide que querían calcular.

Para eso la Academia propuso dos expediciones que pagaría el Estado (algunos a eso lo llaman «método científico»), una a Laponia, lo más cerca que se podía ir del polo, y otra a Sudamérica para acercarse al Ecuador. También era importante conocer el comportamiento del péndulo en esos lugares, cuyas propiedades físicas habían sido estudiadas con detalle por Huygens, ya que manteniendo constantes los tiempos de batida su longitud nos daría a conocer la gravedad del lugar, lo que indicaría de forma indirecta y solo aproximada la distancia al centro de la Tierra y, por tanto, el achatamiento de la misma, algo, por otra parte, poco práctico por los inevitables errores que se cometían. En cualquier caso, las dificultades científicas y prácticas se adivinaban enormes. Los instrumentos no eran lo suficientemente precisos para las medidas tan exactas que se buscaban, el tratamiento matemático de los errores estaba en pañales (esperando a Gauss) y la financiación de los trabajos no era el problema menor. La Ciencia siempre ha demandado recursos, que se le niegan de lo que luego nos arrepentimos. A los hechos me remito.

Expediciones a La Laponia y Perú

En 1734, se aprobaron las dos expediciones. La que se dirigió a Laponia, el norte de Suecia, en 1736 fue mandada por Maupertuis y fue en éxito científico y social, pues numerosos suecos adinerados se sumaron a ella y acompañaron a los expedicionarios. Sabemos que fueron más de treinta personas en total, que comían salmón, jamón y lenguas de reno y que vivían entre humaredas para alejar a los molestísimos mosquitos veraniegos de la zona de los cuales yo mismo puedo dar fe. Las únicas dudas sobre sus resultados provenían del excesivo newtonismo de los componentes que hacían pensar en que se podían « los resultados para apuntalar esa teoría (hay un escrito de Bernouilli que lo pone de manifiesto). Este grupo llegó a la conclusión de que el grado de meridiano que corta al círculo polar era de 57 437 toesas (una toesa equivale a 1,949 metros) frente a las 57 060 toesas del medido a 45º en las cercanías de París. Esa diferencia establecía claramente que la Tierra era achatada por los polos, y más de lo que se creía: Newton tenía razón, Huygens derrotado, Cassini y sus afirmaciones ¡a la hoguera!

Mientras tanto se había puesto en marcha la expedición al Virreinato de Perú que exigió un acuerdo con España. La elección de Quito, que fue la ciudad de donde partió, se debe fundamentalmente a una exclusión del resto de los territorios ecuatoriales: África estaba sin explorar y Sumatra o Java se encontraban demasiado lejos. Para los españoles fue la oportunidad de sumarse a una investigación científica de primer nivel cosa que aprovecharon incluyendo a dos guardiamarinas, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, que con el tiempo llegaron a ser referentes de la Ciencia en España. En esta expedición pasan cerca de las Islas Canarias y determinan la diferencia de longitud entre Cádiz y el pico del Teide que cifran en diez grados y treinta minutos.

Al mando iba La Condamine, científico de mucho prestigio pero que quizá por su carácter no supo liderar ni conducir la expedición como convenía. Hubo muchísimos desacuerdos en el grupo y las cosas fueron más difíciles de lo que se preveía. Pasaron por mil vicisitudes que incluyeron enfermedades, privaciones por falta de dinero que dejó de llegar desde París, peleas entre los componentes, soportar una guerra de España con Inglaterra, ascender a los Andes cargados de pertrechos pesadísimos, etcétera. En total nueve años (1735-1744) de trabajos para resolver una cuestión que ya había dejado atrás Maupertuis en Laponia.

Bien es verdad que realizaron multitud de observaciones astronómicas, geográficas y de otras índoles. De hecho Voltaire, escribe en 1745 (tomado de Lafuente y Mazuecos): «… la misión del Perú, por el vasto programa de observaciones que tuvo el doble mérito de inaugurar y realizar, ha quedado como un modelo para todas las expediciones científicas que vinieron después…». Por contra, no todos quedaron conformes con los resultados ya que éstos ofrecían dudas de exactitud y hubo quien dijo que la forma de la Tierra era más confusa ahora que antes de medir el meridiano. Después a la Tierra le han descubierto otras protuberancias y singularidades debido a la diferente distribución de las masas terrestres, la desigual carga de los glaciares, la evolución tectónica del manto, etc. La podemos ver y medir con precisión desde el espacio y , sin duda, es mucho más compleja de lo que se suponía en aquellos momentos. Platón se habría quedado asombrado, pero nosotros sabemos desde hace tiempo que el mundo no es perfecto en casi nada.

Se puede añadir, para ser positivo, que la geodesia como disciplina científica avanzó muchísimo en estas investigaciones y que también lo hizo la Geografía, la Geología y otras ciencias. Resolver dificultades teóricas y prácticas es lo que hace que cada persona saque lo mejor de sí y aporte su grano de arena para hacer mejor al conocimiento. Newton decía «si he llegado tan lejos es porque he caminado a espaldas de gigantes». Todos los que aparecen en esta historia, incluso Platón y Cassini, son los gigantes.

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