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Filip Custic sacude la escena artística

El creador del momento en el panorama internacional es canario, se llama Filip Custic y se lo rifan grandes marcas y los museos de referencia - La edición española de la revista ‘Forbes’ le incluye entre los 100 personajes más influyentes

Reinterpretación del retrato de Giovanna Tornabuoni (Domenico Ghirlandaio), para el Museo Thyssen en 2019. | FILIP CUSTIC

Cuando un artista de 28 años combina en su discurso creativo a Leonardo da Vinci, Tik Tok, Domenico Ghirlandaio y la inteligencia artificial genera, cuanto menos, cierta dosis de curiosidad. Pero si además el creador en cuestión es canario, su obra se exhibe en ciudades y museos de referencia de medio mundo y, como colofón, su nombre acaba de ser incluido por la edición española de la revista Forbes entre los 100 españoles más creativos en el mundo de los negocios el capricho de realizar un reportaje sobre Filip Custic (Santa Cruz de Tenerife, 1993) se convierte en toda una obligación. Rosalía, Palomo Spain, Gucci, Louboutin, Kenzo, Dior o Balmain se han rendido al universo de este joven creador que ha hecho realidad la simbiosis entre Instagram, el arte y la tecnología en sus fotografías, performances, vídeos y esculturas humanas. El próximo 5 de noviembre, además, inaugura en la galería BIBLI de Santa Cruz de Tenerife una exposición.

Custic habla su propio idioma, algo ya de por sí interesante en una sociedad clónica donde todos y todas desean ser igual que otros y otras más populares, más bellas o más fibrados. Y ahí, de nuevo, vuelve a destacar otro lado del prisma personal de este canario croata que juega tanto con la vanguardia como con la banalidad pero que, de repente, te cuenta que quiere construir un doble mecánico a su imagen y semejanza. Y quien le escucha ni siquiera parpadea, porque se lo cree no sólo por el uso que de su físico hace Filip en sus obras sino porque la mecánica (igual que los píxeles, una marioneta, una tijera o una pieza de ropa interior) forma parte de sus herramientas creativas. Unos emplean pinceles o escoplos; Filip utiliza la vida.

Nada se le ha puesto por delante a este chiquillo que desde niño adoraba jugar con el arte. Cuenta que con 14 años descubrió que quería hacer fotos pero quienes le conocen dicen que la fotografía como soporte no podía abarcar todo el universo que ya se ordenaba, como si de las fichas de un Tetris se tratara, dentro de la cabeza de Filip Custic, un artista que en palabras del historiador y crítico español Ricardo Ramón Jame, director de los centros Culturales de España en varios países de Caribe y sudamérica «es un bombazo», «el Almodóvar» del futuro, añadía este especialista en referencia al tinerfeño.

La vida, sin embargo, parecía dirigir la actividad profesional de Custic hacia otros derroteros y cuando se traslada a Madrid comienza a estudiar la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas. Más que una equivocación, para Filip aquello supuso información suficiente para crear con el material del cual están hechos los sueños y las ideas otro nuevo engranaje dentro de su privilegiado cerebro.

Mientras tanto, el muchacho ya se estaba formando de manera autodidacta visitando museos a donde acudía como un vehículo de aprendizaje. «Los artistas han sido mis maestros y siento que en estos últimos años ya he hecho un recorrido del mundo del arte como para entenderlo como bloque, al igual que la ciencia, por eso ahora que tengo toda la información recopilada me toca sacar adelante el trabajo final de curso: mi conclusión de todo eso», explica en una entrevista poco después de acabar el periodo más duro del confinamiento al que nos obligó la pandemia de la Covid-19, una situación que impidió -por el momento- llevar a cabo un importante proyecto urbano para Santa Cruz de Tenerife en colaboración con los periódicos El Día y La Provincia junto a Clapso Producciones y los ayuntamientos de Santa Cruz de tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.

Visto ahora con distancia, además de un genio creativo este chicharrero tiene un punto de visionario porque en esa intervención que resposa dentro de nuestros cajones -los suyos y los de los responsables de ambos periódicos- hay un discurso que hoy es muschísimo más actual que cuando nos lo presentó a finales de 2019. Esa no fue, sin embargo, su primera vinculación con ambas cabeceras: en diciembre de 2018 Filip Custic ocupaba la portada de la revista Con Estilo, que se distribuye con La Provincia y El Día.

En aquella entrevista de 2018 recuerdo enfrentarme con respeto y cierto temor al tinerfeño Filip Custic sin conocerlo de nada, pensando que el pelotazo que acababa de dar como autor de la imagen del disco de Rosalía (a quien conoce a través de Instagram), El Mar Querer, me pondría delante a un joven presuntuoso y estirado. «Miguel, no sabes la emoción que me hace que alguien en mi tierra quiera conocer mi trabajo», me respondió cuando no llevábamos ni un minuto de conversación. Yo descubrí que estaba equivocado: me topé con un tío humilde, educadísimo, súper sensible... Un año después, y espero que Filip no se moleste porque lo cuente, en otra llamada de teléfono, después que la exalcaldesa de Santa Cruz de Tenerife, Patricia Hernández, aprobara el proyecto de Custic para la capital tinerfeña, tanto él como yo nos emocionamos. «Es tan necesario llenar de arte nuestra tierra...», me confesó feliz. Luego vino la maldita pandemia y...

Convencidos todos, y en especial a raíz de la Covid 19, de que en este planeta llamado Tierra lo más local resulta, asimismo, lo más global, en 2019 es la Fundación César Manrique el primer gran centro de arte de Canarias -ya había participado en la colectiva Inspíreme en el Espacio Cultural CajaCanarias de Tenerife- le encarga una obra donde ya se aprecian las que a partir de entonces son algunas de sus características creativas: él como modelo y la mecánica como herramienta para articular un discurso poliédrico o, cuanto menos, multifacial o multiespacial. Para su colaboración con el museo/centro artístico de Lanzarote dentro de la exposición El desafío inmediato del presente: una humanidad contemporánea del futuro, programada dentro de los actos por el centenario del nacimiento del artista conejero, el tinerfeño se sumergió en el universo de Manrique.

«Me puse a investigar sobre César y me di cuenta que nuestro discurso estaba muy conectado», comenta. La obra de Filip Custic está conectada a la tecnología, pero el joven creador precisa que, gracias a Manrique, ha «empezado a escuchar más a la naturaleza, porque da mucha información que el humano está omitiendo y en ella se puede sacar mucha inspiración. Tecnología y naturaleza suenan antagónicas, pero realmente podemos darle la vuelta a ese planteamiento y hacer que vayan cogidas de la mano sin que una destruya a la otra», propone. Del creador de los Jameos del Agua asegura sentirse atraído por la filosofía en la que predica que el arte «no debía destruir la naturaleza para crear arte, sino que este se debe integrar en la naturaleza». Si César levantara la cabeza no podría estar más feliz de como otro canario toma el relevo de su diálogo con el entorno natural que nos rodea, un discurso que tiene mucho que ver con su idea para la intervención urbana en su ciudad natal y en la cual tenían mucho que ver sus compañeros y amigos, piezas fundamentales muchos de ellos como referentes en redes sociales para difundir su mensaje creativo.

Esa es otra de las características del universo (y la personalidad) de Filip Custic: su entorno son parte de su creación. Mientras que muchos artistas son incapaces de abrirse al mundo Filip entiende el proceso creativo como una suma de todas las partes. Su entorno más cercano, entre las que destaca, por ejemplo, la actriz grancanaria Lola Rodríguez (Veneno), cumplen tanto el papel de colegas como el de modelos. «Yo sólo quiero poder trabajar con más y más colaboradores para hacer cosas mayores», explica este tinerfeño «Quiero moverme, conocer y ver», contaba hace unas semanas. «Quiero más gente y más equipo. Quiero un espacio en el que la gente pueda visitar mi mundo. Quiero crear objetos-escultura», añade antes de responder hace unas semanas durante una entrevista que para él «hacer arte es hacer lo que te apetezca todo el rato».

Fruto de su tiempo, es evidente que la exploración que desarrolla el tinerfeño sobre el impacto de las tecnologías digitales en la conciencia humana y el sentido de identidad mediante esas herramientas están presentes en todo momento en su obra pero también es cierto que cualquier etiqueta va a restar protagonismo a otras facetas de este joven artista que es tan bueno como escultor como editor de imágenes de moda, algo que ha demostrado para marcas de lujo o publicaciones especializadas como Vogue, Fucking Young!, GQ UK, Esquire o Visionare Magazine, entre otros. Sin olvidar que ha sido incluido por la edición española de la revista Forbes entre los 100 españoles más creativos en el mundo de los negocios de 2021 junto a chefs, científicos y empresarios. «La creatividad es más necesaria que nunca», dicen. «Por eso, nuestra ya tradicional lista de ingeniosos españoles del año está repleta de personas que se han movido con rapidez para aportar soluciones a la pandemia, hacer la vida más fácil a la gente y dejar claro el tremendo potencial disponible para afrontar los desafíos».

Este creador multidisciplinar de 28 años puede presumir ya de haber expuesto su obra en lugares como el Museum der bildenden Künste de Leipzig (Alemania), el Museo de Arte Contemporáneo de Zagreb (Croacia), la Miami Art Basel (Estados Unidos) o el Festival Internacional de Manchester (Reino Unido), entre otros lugares.

Mola, además, leer como le definen en esos países (y en el nuestro también) distintos especialistas en arte: «creador surrealista», «mago», «artista hiperrealista», «representante del objetivismo», «científico», «modelo»... Son tantos los adjetivos que al final tiene uno la sensación de que sólo hay dos palabras que abarquen todas esas descripciones: Filip Custic. No more.

Mi memoria de un Filip que ya apuntaba lejos


Siempre fue pura pasión, sensibilidad e inteligencia. Desde muy joven tenía clarísimo que no iba a ser alguien del montón -puede que por eso a ninguno nos sorprenda ver hasta dónde ha llegado-. Él era diferente, se salía del patrón común que como si de una fórmula matemática se tratara seguíamos todos al pie de la letra. Pero él no, y eso es precisamente lo que tan especial le hacía.

Viene de una familia elegante, trabajadora y encantadora, unos rasgos que, por supuesto a él le definen a la perfección. Recuerdo ver siempre a Darko y a Deri, su padres, llevando a Filip y a Marta, su hermana pequeña a la que por cierto tenéis que ver cómo juega a tenis, al Colegio a las ocho de la mañana vestidos siempre de punta en blanco y saludando a todo el mundo con una sonrisa de oreja a oreja en esas mañana en las que el frío y las pocas ganas de soportar una ardua jornada de seis horas en las aulas hacían que la tuya ni estuviera ni se le esperase. Pero él sí, la tenía siempre rebosante de alegría. 

Y no piensen ni por asomo que era ningún incomprendido. Era amigo de todo el mundo, tenía el grupo más nutrido, amplio y compacto de todos y, al menos yo, nunca le vi llevarse mal con nadie. Los profesores le querían, era de esos niños que siempre querías tener en tu grupo de trabajos colectivos porque sabías que todo iba a ir de maravilla (y porque también sabías que él iba a asumir la mayor parte del trabajo y podías relajarte un poco más). 

A mí de esto último he de reconocer que me tocó bien poco (así me ha ido), pero, sobre todo en los últimos dos años que compartimos en el Colegio, sí pude disfrutar mucho de él. Y me alegro porque es de esas personas que te abre la mente. Él era de los pocos que estaba preparado para salir a caminar al mundo real, ese en el que no hay una sobreprotección paternal ni una vigilancia intensiva de un profesor. Y a los hechos me remito. 

Echó a andar antes que nadie, partió con ventaja y la supo aprovechar. Estoy seguro de que siempre supo que llegaría a esto. Y estoy seguro de que hoy sabe que llegará a mucho más. No tiene explicación, simplemente es alguien con unas capacidades que van más allá y ante las que el resto sólo podemos aplaudir. Con 28 años es alguien, tiene un nombre que conoce todo el mundo y sus exposiciones están más cotizadas que el Bitcóin. De hecho, el 5 de noviembre tiene una bien chula en Tenerife que nadie se debería perder.

Filip Custic Braut. Qué bonito nombre para un artista, ¿verdad? Pues he de decirles que esa habilidad ya la tenía desde pequeño. Dibujaba de vicio, escribía como los ángeles y poseía un rasgo fundamental: siempre ayudaba a todo el que lo necesitara y no necesariamente en lo estrictamente estudiantil. | Alberto Catalán Simón

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