150 aniversario de un descubrimiento legendario

El tesoro de Príamo

Una colección de 259 piezas, fundamentalmente joyas, encontradas en las excavaciones de Troya, se exponen en el museo de Artes Plásticas Pushkin de Moscú

Rusia ha rechazado su devolución a Turquía y Alemania aludiendo a los más de 40.000 objetos de arte que perdió durante el conflicto bélico con Hitler

El tesoro de Príamo tal y como se expone en Moscú

El tesoro de Príamo tal y como se expone en Moscú / La Provincia

El 14 de junio de 1873, hace justamente 150 años, Heinrich Schliemann y su esposa Sofía Engastromenos paseaban entre las obras de la excavación de la acrópolis de Troya cuando el arqueólogo creyó ver un prometedor recipiente de cobre en un agujero que fortuitamente se había abierto en una de las paredes. Mandó a sus obreros a casa y a solas con su mujer desenterró joyas, monedas, botones, armas..., de lo que iba a constituir el llamado «Tesoro de Príamo». Tenía un valor añadido ya que aseguraba a ojos de Schliemann que estaba excavando la «verdadera Troya». Creyó que la estancia donde se halló correspondía con el palacio de Príamo según la descripción que hacía Homero en la Ilíada (Ilión era el nombre de la ciudad en ese momento). Se demostraba así, pensó él, que Troya era real no una ficción del poeta.

Heinrich Schliemann había nacido en 1822 en la ciudad alemana de NeuBukow, acudió a la escuela hasta los 14 años y aunque él ansiaba continuar estudiando tuvo que ponerse a trabajar. Intentó marchar a Venezuela pero su barco naufragó y se estableció en Ámsterdam. De allí pasó a San Petersburgo, donde se dedicó al comercio de pieles y posteriormente emigró a California en donde creó un banco. Hay que decir que era un hombre sobredotado para los idiomas llegando a ser un políglota excelente. Aprendió holandés, francés, español, italiano, inglés, ruso, griego moderno y antiguo, árabe, persa, indostaní, sánscrito, dedicando al estudio de cada uno de ellos unas seis semanas. Todo eso lo hizo rico y decidió, antes de los cuarenta años, entregarse a su afición favorita: el descubrimiento de Troya. De pequeño había leído la Íliada, y aquella historia, contada por Homero, de la cólera de Aquiles contra Agamenón, uno de los muchos sucesos que habían ocurrido durante el ataque de los aqueos contra Troya, le había marcado para siempre.

Casado en segunda nupcias con una griega, que conoció a través del arzobispo de Atenas quien hizo de casamentero, buscando una chica guapa, seria y, esto era fundamental, que conociera la Ilíada. A pesar de todo, Sofía Engastremenos fue el amor de su vida y una excelente colaboradora en sus investigaciones arqueológicas. Schliemann excavó también en Micenas donde obtuvo su mayor éxito al descubrir la tumba de los reyes micénicos y el tesoro de Agamenón (la máscara de oro se conserva en el museo arqueológico de Atenas); investigó en Orcómeno, Tirinto y Nápoles y de alguna forma contribuyó a rescribir la prehistoria de Grecia.

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El alemán Heinrich Schliemann. Año 1875. / LP/DLP

Volvamos a Troya. Schliemann nos cuenta en su libro Ítaca, el Peloponeso y Troya. Investigaciones arqueológicas, que en agosto de 1868 visitó por primera vez la Tróade, región de la orilla derecha del estrecho de los Dardanelos, entrando desde el Mediterráneo al mar de Mármara. En aquella zona se suponía que había estado Troya, y de hecho los historiadores clásicos griegos, entre ellos Tucídides, estaban seguros de que una confederación de reinos griegos había derrotado, tras una lucha de años a una gran ciudad, cuyo nombre era Troya o Ilión. Más tarde, los romanos en tiempos de Augusto y de Marco Aurelio habían construido templos e instalaciones para honrar a Eneas, que iba a intervenir en la fundación de Roma. Sin embargo, en el siglo XIX entre los sabios y eruditos que se dedicaban a esas cosas existía la opinión mayoritaria de que Troya era una fantasía recogida por Homero aunque podría tener su base en las guerras de los siglos XI o XII, antes de nuestra era (a.n.e.), entre los llamados pueblos del mar. Pero, no es Homero el único que recoge la guerra de los aqueos contra Troya, que está en otras leyendas y en algún historiador como Pausanias, por lo que alguno de estos académicos se inclinaba por pensar en la existencia histórica de la ciudad.

Schliemann, con el consejo de Frank Calvert (cónsul británico y arqueólogo, que conocía bien la zona y con el que luego tuvo un enfrentamiento por cuestionar su prioridad en el descubrimiento), intuyó que Troya tenía que estar en la colina de Hisarlik a cuyos pies se extendía una llanura que llegaba hasta la playa cumpliendo así los condicionantes geográficos que se deducían de la Ilíada. Empezó a excavar en 1870 y encontró no una ciudad sino nueve. En efecto, la rica historia del lugar había hecho que desde el cinco mil quinientos a.n.e., se habitase la zona como lugar estratégico para el comercio entre Grecia y el Mar Negro. Schliemann se concentró en la acrópolis, la parte alta de la ciudad donde aparecieron restos de murallas y palacios, unos sobre otros, incendiados, destruidos por terremotos, reconstruidos, hasta los siglos V o VI (algunos hablan de una Troya «bizantina») en que se abandona definitivamente.

El alemán Heinrich Schliemann (1822-1890) había leído la ‘Íliada’ de pequeño y aquella historia contada por Homero le había marcado para siempre

En 1873, nuestro aventurero políglota y arqueólogo identificó, equivocadamente como veremos, la Troya de Príamo, Aquiles, Agamenón, Héctor, Paris, Helena y demás protagonistas de la Ilíada (aparecen unos 750 personajes en la obra) con la segunda de estas ciudades que en realidad tenía algunos miles de años más, ya que la acción del poema hemos de situarla hacia el 1200 a.n.e. Es decir, el tesoro de Príamo no era, desde luego, de Príamo.

Picaresca de Schliemann

En todo caso, Schliemann que trabajaba con un firmán, un permiso del gobierno otomano, en el que se comprometía a donar la mitad de sus hallazgos para el provecho de Turquía, decidió quedarse todo el tesoro. De forma callada lo exportó a Grecia donde lo mantuvo oculto. Sin embargo, era importante para él darlo a conocer para afirmar sus ideas sobre la historicidad de Troya, lo que supuso una multa del gobierno otomano y la prohibición de seguir excavando en el país. Schliemann aceptó el castigo y pagó el quíntuple de la multa que le impusieron con la condición de quedarse con parte del tesoro. Eso le permitiría volver a las excavaciones unos años más tarde.

Hacia 1880 contrató a Wilhelm Dörpfeld, un arquitecto y arqueólogo bien formado que fue el que dató correctamente, con gran disgusto de Schliemann, los distintos niveles de la ciudad. Creían, aunque todavía hay dudas a pesar de haber hecho una datación con carbono14, que el estrato VIIA habría sido la Troya cantada por Homero, ciudad destruida por causa de un incendio.

Fue un gran políglota: aprendió holandés, francés, español, italiano, inglés, ruso, griego moderno y antiguo, árabe, persa, indostaní y sánscrito

Schliemann, con el tesoro a salvo, entró en negociaciones con Grecia, después con el Museo Británico, con el Louvre, con museos italianos de Florencia y Nápoles, sin llegar a un acuerdo que le permitiese exponerlo tal y como él pretendía. Por último decidió donarlo a su país, Alemania, donde Bismark aceptó de buena gana las condiciones de exhibir el tesoro con seguridad, dignidad, citando al donante y otras similares que exigía Schliemann. Así en 1881, en el Museo Etnológico de Berlín se expusieron las joyas y objetos del Tesoro de Príamo más algunos otros que antes o después había desenterrado Heinrich Schliemann, en donde permanecieron hasta 1945, en que fueron trasladados a un búnker para protegerlos del final de la II Guerra Mundial. Después desaparecieron y solo hacia 1992, tras la caída de la URSS, se supo que estaban depositados en el Museo Pushkin de la capital rusa. Naturalmente esto hizo que alemanes, pero también los turcos, lo reclamasen como propio con el mismo resultado nulo que habían tenido estas peticiones anteriores ya que Rusia entendía que es una pequeña compensación por los más de 40.000 objetos artísticos que ella perdió en el conflicto con Hitler.

En 1996 se volvieron a exponer al público. Una colección de 2590 objetos provenientes de los tesoros encontrados en las excavaciones de Troya, fundamentalmente joyas, en el Museo Estatal de Artes Plásticas Pushkin de Moscú. El resto de objetos de estos mismos tesoros, principalmente de bronce y arcilla, se encuentran en el Museo Estatal del Hermitage. Creo que Heinrich Schliemann, que vivió en ambas ciudades y que hizo allí el comienzo de su gran fortuna, además de casarse y tener tres hijos rusos, estaría razonablemente satisfecho de la ubicación final de su Tesoro de Príamo.

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