Ciencia

Orfebres del espacio

La misión ‘Proba-3’ de la Agencia Espacial Europea creará con dos satélites un eclipse artificial para que los científicos puedan estudiar la corona solar

Los ingenios serán lanzados desde la India en septiembre próximo y volarán a 60.000 kilómetros de la Tierra

Una recreación de los satélites en formación tal como viajarán al espacio.

Una recreación de los satélites en formación tal como viajarán al espacio. / LP/DLP

Mario Bango

En la sala blanca en la que se encuentran la pareja de satélites los técnicos trabajan con sumo cuidado. Es como un quirófano, un lugar que debe estar impoluto. En unas naves de un polígono industrial de las cercanías de Amberes, los dos satélites Proba-3 son examinados punto por punto como un trabajo de orfebrería fina antes de su lanzamiento al espacio en septiembre próximo desde la India.

El Proba-3 es uno de los muchos programas de la Agencia Espacial Europea (ESA) pero es uno de los pocos que lideran España y Bélgica. La principal contratista es la ingeniería española Sener -fundada en 1956 en el País Vasco, pero con actividad en Cataluña y Madrid- que encabeza un grupo de 29 sociedades de 17 países que llevan más de diez años elaborando este proyecto. Ahora está en la fase final antes de su lanzamiento y han decidido invitar a los medios de comunicación europeos a visitar las naves en las instalaciones de Redwire, una compañía belga que se encarga de la aviónica y de las operaciones. Estos días trabajan en los últimos test.

Los especialistas y los científicos van desgranando las características de los satélites, sus cualidades y la funcionalidad que despegarán cuando estén orbitando la Tierra. Ponen en ello mucha pasión «porque en la ESA y en las empresas que colaboran con ella somos muchos los que trabajamos muy vocacionalmente» explica Esther Bastida, una jovencísima ingeniera aeronáutica especializada en temas del espacio contratada por la ESA en una de sus instalaciones en Holanda y que participa de lleno en este proyecto.

Los científicos esperan que el Proba-3 les sirva para analizar a fondo las tormentas solares, esos cambios bruscos en la superficie del astro que afectan a las comunicaciones y a otras actividades en nuestro planeta. Para ello será la primera vez que dos satélites viajarán en formación, distanciados 144 metros, de modo que uno recibe la señal del sol y el otro le cubre la corona solar exactamente como si fuera un eclipse. El satélite Coronagraph alojará el coronógrafo de la misión, instrumento que apuntará directamente al sol. El segundo satélite, Occulter, eclipsará al Sol, interponiéndose entre el astro y el Coronagraph. Pesan 350 kg y 200 kg. De ese modo los científicos pueden estudiar el sol con el mismo efecto de un eclipse y sin necesidad de que ocurra de forma natural. Para ellos es trascendental estudiar la corona solar porque en ella se origina la meteorología espacial.

Es la primera vez en la historia que dos satélites volarán juntos manteniéndose a la misma distancia como si fueran una gran estructura rígida. Además, se acercarán al borde solar más de lo que era posible hasta ahora —a 60.000 kilómetros de la Tierra— durante un máximo de seis horas en cada órbita que durará aproximadamente 19 horas. Para Dietmar Pilz, representante de la ESA, esta misión «es extremadamente desafiante desde el punto de vista técnico porque requerirá una precisión sin precedentes».

Ese vuelo exige un esfuerzo adicional tanto en el diseño como en la programación. En este sentido, José Julián Echevarría, director general de Aeroespacial y Defensa en Sener, cree que «es un gran ejemplo de colaboración industrial. Este hito es el resultado de más de 25 años de trabajo en sistemas de guiado, navegación y control».

Los satélites han sido construidos por Airbus España y el programa está dotado con unos 170 millones de euros, que es una cantidad relativamente pequeña para las inversiones espaciales que suelen ser muy cuantiosas.

En el universo hay ahora muchos países interesados. La agencia más conocida es la NASA, pero también Rusia, China, Japón o India tienen programas. Y hay que añadir la iniciativa privada como el caso de Elon Musk y su SpaceX, algunos de cuyos satélites son fácilmente visibles con frecuencia y otras veces llaman la atención porque parecen artefactos militares como ocurrió hace unas semanas sobre el Mediterráneo español.

El resultado es que el firmamento está lleno de todo tipo de satélites que orbitan alrededor de la Tierra y que, según uno de estos expertos de Amberes, «son un verdadero quebradero de cabeza sobre todo los de órbitas bajas porque amenazan con frecuencia de chocar entre ellos y generar más basura espacial». Pese a su inmensidad, en el espacio interplanetario se van a necesitar unas normas para evitar el caos.

Mientras los especialistas siguen calibrando los dos satélites y los informáticos programan soluciones tecnológicas avanzadas con una precisión quirúrgica, los visitantes se van con la sensación de que estos profesionales ponen además de sus prodigiosos conocimientos técnicos un entusiasmo que sorprende por su frescura y por la naturalidad con la que transmiten sus hallazgos. Ingenieros creativos.

Más de 7.700 millones

Formada por un total 22 países, entre ellos España, creada en 1975, la Agencia Espacial Europea, cuya sede central se encuentra en París, maneja un presupuesto de 7790 millones de euros. España que se integró en 1979, aporta aproximadamente el 5,80 del total. Una parte significativa de ese dinero revierte en la industria española como ocurre ahora, por ejemplo, con el Proba-3 liderado por nuestro país. Hasta 2019 España había liderado otras dos misiones, el satélite de observación de la Tierra SMOS, lanzado en 2009 para analizar la humedad en los continentes y la salinidad en los océanos y el telescopio de búsqueda de exoplanetas Cheops.

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