El camello canario, de perfil

Celebrar una vida jorobada

La singular historia del camello canario, única raza autóctona en Europa de estos resistentes y durante décadas denostados animales, cobra relevancia con la designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos

Celebrar una vida jorobada

Celebrar una vida jorobada / LP/DLP

Miguel Ayala

Miguel Ayala

El navegante y explorador Juan de Bethencourt introdujo el camello en Canarias a principios del siglo XV tras descubrirlo durante las expediciones que para capturar esclavos realizó al norte de África el aristócrata normando antes de recorrer parte de las Islas sobre el lomo jorobado de este animal, cuya aportación en el siglo XVIII fue también crucial para la victoria de los majoreros contra asaltantes británicos en la batalla de Tamasite, donde los habitantes de Fuerteventura echaron mano de estos mamíferos para defenderse. Compañeros de fatiga durante varias décadas de la humilde sociedad rural del Archipiélago como herramienta de carga y empleado, asimismo, en labores de labranza o trilla, Miguel de Unamuno dijo sentirse en 1924 durante su exilio en la isla igual que un «Don Quijote en camello a modo de Clavileño», otra referencia digna de mención con motivo de la declaración por Naciones Unidas de 2024 como Año Internacional de los Camélidos, designación que en Canarias cobra especial interés al ser la única región europea donde existe una raza oficial autóctona, reconocida desde 2011 por la Comisión Nacional de Coordinación para la Conservación, Mejora y Fomento de Razas Ganaderas.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias en el mundo.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias en el mundo. / LP/DLP

Los astronautas estadounidenses Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins conocieron también durante su visita de 1969 a Gran Canaria las bondades de este animal sólo unos años antes de que los artistas César Manrique, Manolo Millares y Pepe Dámaso fuesen fotografiados recorriendo Lanzarote a lomos del camello canario cuando la cabaña de estos cuadrúpedos se había reducido en el Archipiélago de forma dramática a consecuencia de la incorporación en la agricultura de maquinaria moderna. Es precisamente en la isla de los volcanes donde, casi de manera anecdótica, resurge el interés hacia estas bestias gracias a su aportación a una por entonces incipiente actividad turística que halló en las excursiones a lomos de camellos por las Montañas del Fuego, en el Parque Nacional de Timanfaya, una atractiva fuente de negocio.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias en el mundo.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias en el mundo. / LP/DLP

Como le ocurrió a Juan de Bethencourt, al hidalgo y conquistador de origen burgalés Diego de Herrera también le resultaron los camélidos africanos, en el siglo XV, súmamente interesantes para llevar a cabo en Canarias sus objetivos invasores. Fuertes, inmunes a las altas temperaturas, capaces de moverse tanto por zonas de pedregal como por espacios arenosos o el hecho de no precisar de excesivos cuidados fueron los principales motivos que llamaron la atención de quien en 1452 se convertiría en Señor de las Islas Canarias.

El cese durante 30 años de la importación a las Islas de los nuevos ejemplares y su apareamiento endogámico permitió perpetuar sus características

A esas singularidades de aquellos primeros animales introducidos en el Archipiélago, adonde llegaban remolcados desde la costa africana por rudimentarias embarcaciones incapaces de albergarlos en su interior, que aprovechaban para los traslados la flotabilidad que a los camellos les confieren sus estómagos actuando como bolsas de aire además de su capacidad para cerrar herméticamente las fosas nasales, cualidad que les impedía morir ahogados, se les sumaban, asimismo, sus largas y delgadas patas, otra característica que les permitía alcanzar en carrera bastante velocidad. Aquel cúmulo de bondades explica la existencia durante el siglo XVII de 2.000 y 1.700 camellos censados sólo en Fuerteventura y Lanzarote, respectivamente, aunque está constatada también su presencia, sobre todo, en Tenerife o Gran Canaria.

A principios del siglo pasado la agricultura de secano sufre un importante desarrollo en las Islas y el camello pasa a cumplir un rol principal en esta actividad. Su importancia crece de tal forma que su posesión entre los agricultores era considerada un símbolo de estatus y de prosperidad aunque la utilización del camello no se limitó a trabajar la tierra sino que también se empleó para trasladar las piedras y arena necesarias para la construcción de las terrazas en las laderas de las montañas donde se cultivaban los cereales y las legumbres. Su utilización para la molienda de granos supuso, asimismo, otra destacada actividad en el uso en Canarias de camélidos cuya fuerza de tracción moviendo las piedras de los molinos de las tahonas resultaba imprescindible.

Estos mamíferos fueron y siguen siendo recurso de subsistencia para millones de familias que habitan entornos hostiles en más de 90 países

A consecuencia de la utilización del camello como un animal de carga y tracción unido al suministro de una buena alimentación derivó en que estos animales establecidos en el Archipiélago desarrollaran una gran musculatura, sobre todo a nivel del pecho, y unas extremidades fuertes pero de huesos más cortos lo cual les daba un aspecto más compacto en comparación al camello moro, aquel proveniente de áfrica, más ligero y de extremidades largas.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias en el mundo.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias en el mundo. / LP/DLP

Arrancaba así el nacimiento de la que, con los años, acabaría siendo reconocida como raza autóctona canaria, una singularidad morfológica favorecida también por el cese durante más de tres décadas de la importación a las Islas de nuevos ejemplares, medida cuya principal consecuencia fue el apareamiento endogámico de estos mamíferos. Como resultado de dicha crianza, las peculiaridades del camélido isleño se irían perpetuando al mismo tiempo que se distanciaban de las de su primigenia raza africana.

La designación de 2024 por parte de Naciones Unidas como Año Internacional de los Camélidos pone de manifiesto que estos mamíferos fueron y siguen siendo un recurso de subsistencia clave para millones de familias que habitan entornos hostiles, en más de 90 países, en particular entre los pueblos indígenas y las comunidades locales. Los camélidos, que comprenden desde las alpacas hasta los camellos bactrianos, dromedarios, guanacos, llamas y vicuñas, contribuyen a la seguridad alimentaria, a la nutrición y al crecimiento económico, además de poseer una gran relevancia social y cultural para muchas comunidades de todo el planeta, Canarias incluida.

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