Quién iba a pensar que Maya, la compañía que abrió uno de los primeros grandes centros comerciales en Santa Cruz de Tenerife, que en sus sucursales llegó a vender más de 60.000 artículos de electrónica, perfumería y moda, y que no paraba de crecer y aumentar su cuenta de resultados acabaría languideciendo hasta quedar ahora al borde del cierre con los escaparates de sus sucursales dedicados a las gangas -con ventiladores a siete euros y planchas para el pelo a cuatro-, varias plantas clausuradas y un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afecta a 123 trabajadores.

Maya significa ilusión en sánscrito y era el nombre de una hija, fallecida a los 14 años, que tuvo Tirthdas Bherumal Bharwani, un joven nacido en la India - en la región de Hyderabad Sind que hoy pertenece a Pakistán-, que llegó a Canarias en 1953 y que ese mismo año fundó el grupo comercial. Colaboran con él sus cuatro hijos varones. Eran años en los que la economía se sustentaba en la agricultura y el comercio, centrado en las escalas que hacían los buques en sus rutas hacia Europa, África y América atraídos por los puertos francos de las dos islas capitalinas.

El joven Tirthdas B. Bharwani era hijo de un acomodado joyero. Tenía ganas de ver mundo y de establecerse en un lugar tranquilo donde montar un negocio y labrarse un porvenir. Primero recaló en Gibraltar pero su esposa, Shamibai, no se adaptó bien al clima. Entonces alguien le habló de Canarias. Viajó a Las Palmas de Gran Canaria y luego a Santa Cruz de Tenerife, donde finalmente se estableció. La primera tienda la abrió en la plaza de la Candelaria. Su objetivo eran los turistas que llegaban a través del puerto, a quienes les vendía cámaras de Super 8, proyectores, relojes y ropa con precios muy atractivos por los beneficios fiscales que había en las Islas.

Pocos años después abrió un centro de venta al mayor en la capital grancanaria. El éxito fue tan grande que en 1969 se inauguró en Triana, en el mismo corazón de la capital grancanaria, su primera tienda al detalle. Mientras el turismo nacional comenzaba a llenar a las playas isleñas, inaugurando una época dorada del comercio local, Tirthdas dio pasos clave para el despegue de su empresa.

El primero fue dejar de lado el regateo, que entonces y todavía hoy identifica a las tiendas hindúes, y estableció una política de precios fijos, desorientando inicialmente a la clientela. También apostó por traer al Archipiélago las primeras marcas de fotografía, electrodomésticos y joyería, convirtiéndose en distribuidor internacional de algunas de ellas, como Nikon.

También fue un visionario al ofrecer a partir de 1965 servicio posventa. A pesar de que algunos de sus amigos le advirtieron que se arruinaría, él montó sus propios talleres y comenzó a dar garantía de los productos que vendía labrándose un prestigio que llenó los mostradores de clientes.

En 1975, compró el solar de la calle Candelaria donde se levantaría el moderno centro comercial de 5.400 metros cuadrados que hoy continúa abierto. El empresario no pudo ver terminada la obra, ya que falleció dos años más tarde. Fue entonces cuando sus hijos tomaron el relevo. Kishinchand fue nombrado director ejecutivo de la empresa; Ramesh, presidente; y Harisunder y Kumar, como vicepresidentes.

En el día a día, el que dirigía la empresa era Ramesh. Su capacidad de liderazgo y la habilidad que demostraba para los negocios hicieron que nadie se opusiera a que fuera él quien guiara el negocio familiar. Además, su personalidad carismática le permitió entablar relaciones con el establishment político y económico de las Islas.

Las obras del edificio de la plaza Candelaria se extendieron durante 13 años . Finalmente, el centro se abrió en junio de 1984. A la inauguración asistieron las máximas autoridades de las Islas. El negocio marchaba viento en popa y la introducción de tarjetas de crédito propias, que permiten pagar las compras a plazos, puso la guinda fidelizando en la primera etapa a 25.000 familias.

Lejos de conformarse con un liderazgo contundente, que acapara desde el sector de la ropa deportiva hasta los electrodomésticos sin que la competencia representara ninguna amenaza, Ramesh trazó un plan de expansión para diversificar las inversiones familiares. El Grupo Maya crea así la división de importación y distribución mayorista a nivel internacional de marcas de óptica, fotografía, música y electrónica. También construye un complejo hotelero en Puerto del Carmen, Lanzarote, y entra en el negocio inmobiliario.

Los Diwali, la principal fiesta hindú, que organizaba Ramesh Bharwani se vuelve un evento social de primer orden. A su vez, Maya se convierte en patrocinador del Carnaval de Santa Cruz, lo que da gran popularidad a la marca. Poco a poco Ramesh fue transformando las prósperas tiendas fundadas por su padre en todo un imperio comercial dentro de las Islas, que en su mejor momento llegó a tener 2.000 empleados y a facturar 90 millones de euros en un año.

El empresario también impulsó la apertura de un segundo centro comercial en playa de Las Américas (Arona) para aprovechar el boom del turismo en el Sur. Desde el principio, el local funcionó bien y, de hecho, continúa siendo uno de los motores de la empresa. A mediados de 2010, el líder, Ramesh Bharwani, enferma y fallece repentinamente. La cuarta parte de la empresa que estaba a su nombre fue heredada por sus hijos Suresh y Rajesh. Ellos también lo sustituyen en las labores de dirección y gestión de la empresa a pesar de que el 75% del accionariado permanece en manos de sus tíos Kishinchand, Harisunder y Kumar.

Sin la visión estratégica ni el perfil renovador que tuvo su padre, la tercera generación de la saga Bharwani chocó de frente con la crisis económica y una feroz competencia. "No han sabido gestionar las tiendas", aseguran sus empleados al culpar a los directivos del Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que afectará a 123 de los cerca de 300 empleados que tiene la compañía en la actualidad repartidos en sus dos centros de Santa Cruz y los dos de Gran Canaria. De concretarse, abocaría al cierre de todas las sucursales del grupo. Sin embargo, parece poco probable porque las de la capital grancanaria y Arona siguen siendo rentables. La que parece tener los días contados, 61 años después de su apertura, es la de Santa Cruz.