Cuando una persona excepcional fallece, te embargan dos sentimientos. Por un lado, el dolor profundo, inagotable, el de la pérdida. Y, por otro, el recuerdo de los momentos maravillosos que has compartido; esos que dejan una huella tan honda que no se olvidan; esas marcas en nuestra alma.

Sergio Alonso es una de esas personas excepcionales. Me viene a la cabeza, porque nunca se ha ido ni se irá, cuando falleció mi suegro, la hondura del dolor y la profundidad del recuerdo.

Sergio Alonso fue, hasta el último momento, un ejemplo de dignidad, de inteligencia y de lucha. Aún recuerdo la última vez que nos vimos. A pocos días del fatal desenlace, discutía con unos y con otros, sí, porfiaba, sobre los temas de la actualidad política y siempre, desde su profundo compromiso liberal.

Los liberales nunca mueren. Y Sergio Alonso, tampoco. Forman parte de la eterna lucha por el Estado de Derecho, según la famosa expresión del jurista alemán, Von Ihering (1850-1930). Es la imperecedera lucha por controlar el poder y garantizar las libertades.

Los liberales nunca desfallecerán en su empeño en ver realizado el objetivo de un Estado limitado en sus poderes y mínimo en sus funciones, según la caracterización de N. Bobbio (1909 - 2004). Limitado y mínimo para que resplandezca lo único que puede dar sentido al Estado: el individuo y su libertad.

Con Sergio Alonso pude discutir, sí, debatir, sobre éstas y otras cuestiones. Él era y sigue siéndolo, un liberal de convicción, no de pose. Creía firmemente en que la libertad del individuo es el motor de la historia, y, en consecuencia, de la sociedad y del mercado.

La libertad le preocupaba y le interesaba, en todos sus ámbitos y facetas. Me interrogaba sobre la situación en Cataluña. Nacionalismo y liberalismo son antitéticos. La libertad del individuo no se puede sacrificar en el altar de la tribu o de la nación. Rechazaba intensamente el atropello a los derechos individuales; todo aquello que supusiera recortar la libertad, al individuo y su legítima aspiración a la felicidad, lo que entiende, entendemos, cada uno por "nuestra" felicidad.

Su otra gran preocupación era su Canarias querida; la situación en la que se encuentra, en particular, la educación. No deja de ser, aparentemente, sorprendente cómo una persona de empresa, y tan de empresa, pudiese tener esa preocupación por la educación.

No hay contradicción, es una muestra más de su coherencia. Si eres liberal, como Sergio, todo tiene sentido alrededor del individuo y de su libertad; y no se puede "ser" libre si no se han podido desarrollar todas las capacidades. La libertad de "elegir" es la de "ser" y ésta es la de las capacidades, las que permiten "ser". Las capacidades no se pueden desplegar si no se cuenta con el marco institucional adecuado y, también, con la educación necesaria. Es la educación la que hace posible que se desenvuelvan; es la condición de la libertad y, también, de la felicidad; porque la felicidad es fruto de la libertad y el requisito de la felicidad es la educación. No nos puede extrañar que la tasa de desempleo caiga en función de los estudios recibidos.

Su compromiso con la mejora de la educación es conocido. Creía que se debía mejorar para mejorar al individuo, como camino hacia la libertad y la felicidad, así como a la sociedad. No hay progreso sin educación.

Sergio Alonso ha dejado una profunda huella en los corazones de todos aquellos que lo conocimos; como también su familia. El ejemplo de Cécile no se nos olvidará nunca. Su amor y dedicación a su marido es el mejor ejemplo del amor.

Su hija Evelyn me ha dicho que uno de los últimos recuerdos fue la cara de satisfacción de Sergio tras la lectura de mi artículo en El Mundo. Me impresionó cuando me lo dijo. Que un artículo dedicado a denunciar la inconstitucionalidad del Decreto Ley supuestamente consagrado a la violencia de género le haya agradado tanto pone de manifiesto que nunca cejó en su empeño en mejorar nuestra sociedad, en denunciar la arbitrariedad del poder; nunca dejó de ser liberal. Y nunca lo dejará. Los liberales como Sergio Alonso nunca morirán.