No pares, porque tu muerte no te lo va a impedir. No lo hiciste nunca en vida y ahora no me imagino que lo hagas. Conocí a Sergio Alonso hace ya mucho tiempo y era de las personas que era imposible coincidir con él una sola vez, siempre te lo encontrabas en muchos sitios, en todos los sitios, y además se notaba que estaba allí. Unas veces parecía que iba a desentonar, ¿qué pinta un empresario de la automoción en esta reunión o en esta tertulia?, y en otras ocasiones se mantenía silencioso mientras muchos hablaban, normalmente de temas de los que no teníamos ni idea.

Pero llegado el momento, sin aclararte nada, sin mostrar más sabiduría que los demás, y con una humildad reverencial, cuando hablaba y predicaba con su ejemplo, sin ponerse como ejemplo, debatía, participaba, y con el ejercicio de la libertad que practicaba, promovía la ilusión del compromiso.

Esa era para mí la gran sorpresa, mientras que muchos de los que pasan por esta vida para crear riqueza, la fiaban solamente en lo material, Sergio siempre ha antepuesto la humanidad a cualquier otra cosa y eso contagia, y eso es lo que creaba el compromiso. Cuando supe que su formación se realizó de abajo a arriba en la empresa, entendí que, si no se actúa con ilusión y sin ver que las personas son lo importante, no es posible transmitir confianza y, sobre todo, éxito. Y lo bueno es que lo ha hecho siempre y durante treinta años yo lo he visto.

Me enteré por él de su enfermedad, lo que no deja de impresionar, porque no solamente no lo ocultaba, sino que la naturalidad de sus comentarios provocaba lo que él quería, que no se sintiera preocupación, o cualquier sentimiento negativo, ni siquiera percepción de una gravedad que pudiera terminar en la muerte. Quería que fuese como algo natural ante el que tenía que revelarse, del que lógicamente nosotros no queríamos debatir, y por ello, aunque muchos sabíamos que la muerte era posible, a todos nos ha provocado sorpresa y por supuesto pesar.

De no poder hablar con él, ni recibir de él, lo sienten muchas personas, su viuda, hijos, familia, sus colaboradores, empleados, amigos, compañeros en muchas de facetas. El emprendimiento vital suyo, y no solamente el empresarial se hereda, sus enseñanzas se reciben, pero su presencia siempre se añora, y aunque el recuerdo mantiene a la persona viva, su personalidad se reflejaba demasiado en sus actos y eso se nota.

Lo suyo ha sido siempre un no parar, y así lo transmitía. Impulsaba todo lo que entendía que merecía la pena, pero lo hacía de una manera incomparable, meditada y ajena al egoísmo, contraria a lo que hoy es el postureo (siempre lo ha odiado). Y se nota porque no quería la relevancia social, y sorprende porque cómo una persona que le gusta tanto participar no quería que la gente le tuviera presente. Solo cabe una respuesta: creía en la libertad, incluso en la libertad de lo que la gente pensara de él.

Cuando iba a una reunión, y estaba Sergio, curiosamente me generaba confianza, no había encerrona, no había presión, había debate, no había cartas escondidas, no tenía por qué haber acuerdo y eso me gustaba. Un acuerdo siempre para él es un compromiso, y no terminaba cuando se firmaba, empezaba en ese momento.

Los coches fueron su principal negocio y su evolución, fueron el reflejo del no parar. Ahora estoy convencido que en lugar de ofrecer renovar la flota para ver a San Pedro, creo que si de él dependiera le bajaría la velocidad, ya ha montado un sistema para que los del Purgatorio puedan ir rápido al Cielo con motores eficientes, porque lo suyo es eso, no parar.